He ocultado a un Santo en un cenicero.
Y si pudiera envolver como comíamos en mi cocina,
sin hacer ruido,
sin entrometerse en el sueño de mamá.
Sin raspar los risos de los perros,
o sentirte demasiado a mi lado
para morir lentamente sobre la delicadeza.
Sal y tierra
para taparme.
Tierra y arena.
Corazón de enredaderas
junto a la angustia de mi pecho.
Que me he sentido como si estuviera tieso,
y junto al cariño,
este rostro se nota sin agujas.
Si pudiera atravesar mis párpados con deseo,
juro que desprenderia desde mis poros una asfixia.
Cada rincón,
del sexo lleno de barro
hasta la boca
y su garganta llena de balbuceos endiablados…
Junto a tu cuerpo
soy ausencia.
Sal y tierra
para sepultar.
Flor y agua
con mis huesos aun nacen lagrimas.
Porque aun creo en lo que siento….
Que estos ojos tienen luz y no ven.
Mis dedos se mueven inquietos
sin buscar nada,
que este pecho se hunde
como una sabana rota.
Con el fuego en la palma
para perder la forma
de sus surcos que predeterminan eso.
Junto a mi alma.
Agua y flor.
Huesos rotos y amor.
Junto a vos.
Sal y tierra
para volver a nacer conmigo mismo.