Penal. Por Raúl Kersembaun

Penal. Por Raúl Kersembaun

Juan está a unos pasos de la pelota y mide a Toto que espera el penal en el medio de dos montones de buzos y remeras que hacen las veces de arco improvisado. 

En la canchita de la fábrica abandonada, el desafío era siempre el mismo: el mejor de cinco. Estaban cuatro a cuatro.

Antes de volver al arco, Toto se acerca a la pelota y escupe cerca a modo de cábala.

-¿Qué hacés, boludo?

-Nada… dale, pateá que acá está Fillol.

Juan retrocede para tomar carrera y ve Toto que espera con las piernas flexionadas, listo para el salto. El tiempo se vuelve lento y el arco se le hace cada vez más chico. Las zapatillas van levantando polvo a medida que corre. El golpe es de puntín y la pelota alza vuelo hacia Toto que se lanza a detenerla. Imposible. El balón cruza por arriba, lejos del alcance del arquero y sobrevuela el cerco que delimita la cancha.

-¡Gooool!

Juan se abraza con sus compañeros.

-¿Qué gol, boludo? ¡Pasó por arriba! –protesta Toto.

-¡Qué por arriba! ¡Fue gol!

Y las protestas y las defensas por el tiro se confunden entre risas y enojos de los ocho chicos del partido. Y en el desacuerdo llegan a lo que tantas otras veces sucedió. Se repite el tiro.

-Buscá la pelota –dice Juan.

-¿Dónde está?

-Del otro lado.

-¡Ah, no, andá vos! ¡Vos pateaste!

-¡Vos no la atajaste!

Juan y Toto buscan un lugar por donde colarse a través de la cerca que bordea lo que alguna vez fue una fábrica textil. Van recorriendo el perímetro hasta que finalmente encuentran un lugar en donde está suelto el alambre tejido. Toto tira hacia arriba y permite que Juan repte por el pasto crecido hacia el otro lado y después lo sigue. Caminan hacia donde creen que puede haber caído la pelota, pero no la encuentran. La búsqueda los acerca a uno de los lados del edificio y un golpe metálico los sobresalta. Juan, le hace un gesto a Toto para que no haga ruido y empieza a acercarse a una de las ventanas. Se acomoda y usando la mano a modo de visera mira al interior. Atado a una silla caída sobre el piso, hay un hombre desnudo, ensangrentado, rodeado por otros tres que parecen deliberar. Toto se le acerca.

—¿Qué hay ahí? –—pregunta.

Uno de los hombres gira la cabeza y los ve en la ventana. Alza un brazo y con los dedos en posición de pistola simula un disparo.

—¡Rajemos! —dice Juan.

—¿Pero, qué hay?

—¡Corré, boludo! —grita.

Los pies de ambos vuelan sobre el pasto, llegan hasta la abertura del alambrado y se lanzan a través de ella.

—¡Corran, corran! —les grita Juan a los compañeros al llegar a la canchita.

Los chicos empiezan a caminar alejándose. Los pasos se hacen cada vez más rápidos hasta que finalmente corren.

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