Por qué escribo. Por Carlos Alberto Velazco

Por qué escribo. Por Carlos Alberto Velazco

Te diría que nací tartamudo, vengo de una familia económicamente pobre, fui hijo único, siempre la pasé solo porque era la burla de los chiquillos de la cuadra. En mi soledad me la pasé leyendo los libros viejos de papá, que él ya había olvidado por falta de tiempo, tenía que alimentar una familia.

Estos libros viejos, despedazados me salvaron la vida, me enseñaron a volar, a conocer otros mundos. Así que crecí leyendo y soñando.

Mi padre me decía: “hijo mío eres tartamudo, deja de leer tonterías, tienes que estudiar aunque sea un oficio porque más no podrás, si sigues así está sociedad te va ha destrozar”.

Pero seguí leyendo, porque leer me enseñó que no soy menos que todos, ni mejor ni peor, solo soy diferente.

De pronto con 8 añitos me di cuenta de la vida, un auto con un alcohólico al volante mataba a mi único amigo. Así conocí la vida, la vida es una hoja en blanco ahí puedes escribir lo que sea, pero hay renglones que no dependen de ti, sino de otros.

Así que me volví a encerrar más en mis libros, un día aún con 8 añitos escribí parte de mis sentimientos y se los enseñe a mi padre, los vio y dijo: “muy bien, pero tonterías pocas eh”.

Así que empecé a escribir para mí, me dejó de importar si alguien lo iba a leer, si a alguien le iba a gustar, además me di cuenta de una cosa, ¡que leyendo o escribiendo no era tartamudo, no era el niño “retrasado” de mi colonia!.

¡Era genial, porque ya no me trababa, ya no me quedaba paralizado!, Así que decidí seguir a mis libros, y también a la escuela como quería mi padre.

Leer, dibujar y escribir fue mi salvación, descubrí que la felicidad no es ser rico o famoso, es aprender a amar, amar te hace sentir en la piel tus sueños, le enseña a sonreír a tus ojos cuando tu alma ya no tiene fuerza.

Era solo un chiquillo que soñaba, nunca entendí por qué mi padre lloraba cuando me veía en silencio, nunca me dijo una grosería cuando me veía escudriñando las nubes por horas, nunca me dio una nalgada, nunca me trató mal, solo lloraba.

A mí padre no lo puedo culpar de nada, ni cuando llegue a los 19, 20 años que me di cuenta que no solo era tartamudo y zurdo, sino que también era adoptado y como regalito con un diagnóstico de autismo. Nunca lo supe hasta que fui adulto, entonces entendí a mi padre, quería lo mejor para mí, pero no sabía cómo.

Ahora sigo, iba a una escuela donde yo era el bufón de la clase, la mayoría de los maestros se burlaban de mí condición. Había una maestra de matemáticas que frente a la clase me hacía responder cuánto era 2 más 2, y yo respondía, “cua, cua, cuatro”, y ella decía: “¿Verdad que parece un pato?”, y todos reían.

Imagínense como era mi escuela. Pero dejen, les cuento que a los 12 años llegó el día más triste y más feliz de mi vida, la maestra de literatura dijo: “¡Redacción, tema libre!, Yo hice un cuento, la mayoría de la gente normal, ¿Qué hace?: ” Mi mamá, me mima”. Yo escribí 5 páginas, porque mi mente va más rápido que mis palabras. Pues verán que mundo injusto, la maestra me puso un cero, le pregunté: “¿Por qué un cero?”, Me miró y dijo delante de toda la clase: “mira hijo, mejor te vas buscando un trabajo porque eres un inútil, tú no sirves para nada”.

Me dijo, “no sueñes”, ¡se imaginan decirle a un niño de 12 años que no puede soñar!.

Aquel día me fui llorando a casa, nunca lo olvidaré, cerré la puerta de mi cuarto y dije: “¿Alguien cree en mi?”.

Vamos a ver: Mi padre nunca me vio un niño fuerte, la escuela pensaba que era un ser inferior, sufrí acoso escolar, sufrí palizas por ser tartamudo, y entendí que los violentos son unos cobardes cagados de miedo por enfrentar la vida, que sacan su frustración pegándole a otros… pero; ¿qué creen?, cada golpe me hizo más fuerte, seguí mi sueño, no pudieron conmigo, así que ese día llorando en casa me di cuenta que sí había una persona que creía en mi. ¿Saben quién era?. Yo, y era suficiente.

Y secando mis lagrimas me dije: “mi padre me ama, mi madre me parió, la escuela sabe más o menos quién soy, pero el único que sabe lo que llevo dentro y el único que conoce mis sueños, ¡Soy yo!.

Así que recordé esa hoja en blanco, y escribí mis sueños, fui tras ellos, tengo solo una vida y es muy corta, y nadie iba a cortar mis sueños, hice lo que me hace feliz, escribir, escribir mucho, y curar corazones, llevo años ejerciendo la cardiología y me construí un nombre en la medicina, y ¿qué creen?, ya no tartamudeo.

Aunque aquí entre amigos, les confieso que de vez en cuando lo hago un po, po, poco.

He seguido mis sueños y ahora encuentro placer en un mundo que nunca quiso darme un empujón, a no ser para el barranco.

Hoy al mundo que me despreció le digo: Gracias a ustedes soy lo que soy.

Y sigo escribiendo porque la vida es esa:

dónde se ríe y se llora,

dónde se abraza y se besa,

dónde se pierde y se estresa,

porque la vida es esa:

Un licuado de alegría con un toque de tristeza.

Los qui, quiero mucho.

Carlos Alberto Velazco

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