Violencia y odio hacia el migrante. Por Manuel Ortíz Marín

Violencia y odio hacia el migrante. Por Manuel Ortíz Marín

Quienes vivimos la frontera, particularmente la de Baja California, hemos sido testigos en diferentes momentos en que las y los migrantes, ya sean de México o de otros países, transitan por la entidad para cruzar hacia los Estados Unidos. Hay tres puertos fronterizos: Mexicali, Tecate o Tijuana. En particular, es esta última ciudad la que más personas, documentadas e indocumentadas, suelen utilizar para cruzar hacia el lado norteamericano. Es el corredor México-EUA el más transitado, con 1,2 millones de migrantes que anualmente transitan las fronteras entre ambos países. Ciertamente, los flujos migratorios suelen tener sus ciclos y tipos. Sin embargo, las últimas migraciones en esta parte del continente han sido notorias por su condición, cantidad y origen de los migrantes, ya fuera la de las y los haitianos, las provenientes de distintos países Centroamérica, de quienes proceden de Ucrania y recientemente de Venezuela.
La migración es un fenómeno social que ha caracterizado a la humanidad desde que el hombre apareció en la faz de la tierra. A lo largo de los siglos, distintos grupos humanos se han desplazado por continentes enteros en busca de mejores oportunidades de vida.
La migración no es un hecho que ocurre solo en las fronteras del norte o sur de México. Actualmente, los países europeos enfrentan esta condición con diferentes actitudes, unas de acogida y otras de rechazo. Esta última postura suele llegar hasta la extrema violencia y
el asesinato por razones de odio racial; especialmente, los migrantes que provienen de África o de Europa de Este y, recientemente, con motivo de la guerra entre Rusia y Ucrania, millones de personas de origen ucraniano han migrado hacia países cercanos, huyendo de los horrores de la guerra.
En este flujo, las condiciones de tránsito de las y los migrantes son lamentables, pero más se acentúa por el desprecio e incluso odio con la que son señalados quienes por razones étnicas, religiosas, económicas o de violencia política tienen que dejar su lugar de origen. Esta discriminación llega a niveles intolerables, pues suelen ser vejados, aislados e incluso humillados por su condición de migrante, en ciertos casos se llega hasta la muerte, solo por ser diferente o de
piel obscura.
Lo anterior nos conduce a observar con mayor detenimiento este proceso que, reitero, ni es exclusivo de nuestra frontera ni tampoco del país, ni reciente. En este sentido, cuando una persona percibe que hay riesgo para su vida o la de su familia y que el Estado es incapaz de ofrecerle seguridad, es altamente probable que migre en búsqueda de mejores condiciones de existencia.
En cuanto al tema de género y edad, son las mujeres, los niños y también los adultos mayores quienes predominan en la migración; en particular, la mujer migrante es quien más sufre vejaciones, pues suele ser mancillada, humillada y hasta violada por quienes se dedican a tráfico humano o, en el caso de los niños, suelen ser utilizados para el traslado de droga hacia los Estados Unidos, lo cual en su conjunto genera una escalada de violencia hacia el migrante, no solo
de parte de los servicios de migración de norteamericanos, sino de grupos de vigilantes de la frontera en estados como Arizona y Texas, los cuales, con equipos y armamento, hostigan, maltratan, humillan y golpean hasta asesinar a quienes son migrantes.
Este comportamiento de odio hacia el migrante fue estimulado durante el gobierno de Donald Trump que alentó a estos grupos y organizaciones de carácter racista legitimando el uso de las armas y la fuerza en contra de migrantes, no importando la edad, la condición o el sexo. De pronto, estos grupos de vigilantes fronterizos se dedicaron, como deporte, a cazar literalmente a los y las migrantes, sin importarles el infringir sus derechos humanos.
Lo cierto es que la migración y el desplazamiento forzado son la noticia de cada día, si bien para las mexicanas y los mexicanos esto es un tema cotidiano desde hace bastante tiempo, nunca co-
mo ahora se ha manifestado con tan intensidad la movilidad de la humanidad en diferentes latitudes y por razones distintas a las que antaño provocaba que los grupos humanos migraran. Incluso las autoridades gubernamentales mexicanas reconocen que es inusual el movimiento de los migrantes dentro del territorio nacional.

Volviendo a las y los migrantes centroamericanos que han arribado a Baja California, algunas personas e incluso autoridades ven con desprecio a personas migrantes a las cuales suelen humillar, tan solo por ser diferentes. Este comportamiento xenofóbico llegó al extremo de que un edil de la ciudad de Tijuana declarara que los migrantes proveniente de Honduras eran “mariguanos y personas violentas” e impidiera que llegaran más migrantes en caravana, para lo cual proponía retenes para que “no entren a Tijuana”.

Esta intolerancia y odio hacia el migrante dividió a los tijuanenses entre quienes apoyaron las palabras de dicho presidente municipal, pues consideraban que dichos migrantes venían a alterar la tranquilidad de la ciudad, y por otra parte, miles de ciudadanos que salieron a las calles y se manifestaron en favor del migrante e incluso apoyándolo con alimentos y ropa para facilitar su estancia mientras se resolvían sus trámites migratorios para ingresar a los Estados Unidos.

Este último ejemplo nos muestra el grado de insensibilidad e incluso odio racial hacia quien proviene de otra latitud, pero también las múltiples muestras de acogida y apoyo de personas y grupos de la sociedad civil en favor del migrante.
Lo cierto es que la migración en esta parte de la frontera norte de México es una realidad con la cual convivimos diariamente y por supuesto que aprendemos como bajacalifornianos a coexistir con diferentes muestras culturales de personas provenientes de otras latitudes, por lo cual poseemos una enorme mezcla intercultural dentro de la amplia amalgama de orígenes y tradiciones que se manifiestan en el México moderno.

En “Mil palabras para entender los discursos de odio” https://www.editoresdelsur.com/publicaciones-digitales/

Manuel Ortíz Marín es docente de la Universidad de Baja California

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