-Votante: Perdón, Myriam. Vi tu cara y corte boleta. La tuya y la del “Pollo” Sobrero. Al resto los voté. Llegué a mi casa y estaba tan nervioso por lo que hice que metí la tijera con los ravioles en la heladera. Lo peor fue que convencí a mi mujer para que hiciera lo mismo. Nuestra lucha es contra el individualismo, contra los violentos, contra la discriminación, contra el neoliberalismo, contra los milicos y me asusté.
-Myriam: Ya sé. Muchos y muchas hicieron lo mismo. Somos una fuerza para las legislativas y en las calles. Y a lo mejor ese es nuestro lugar. Dejar en jaque a los gobiernos, defender a los trabajadores y las trabajadoras y desenmascarar a los poderosos en los debates, en los medios y en las marchas. Y hasta ahí llegamos esta vez.
-Votante: Yo sé que era la oportunidad de que seas la líder del espacio y que la izquierda tenga como cabeza a una mujer. Pero igual lo sos. Yo sé que te merecías más que nadie sacar más votos. Que los derechos que hoy tienen las mujeres en gran parte te los debemos a vos. Desde Luis Zamora que no aparece una dirigente a la que todos y todas respeten. Y lo de “rusa” es con cariño. ¡Vos sabés!
-Myriam: Tendrá que llegar el momento en que no votemos al menos peor. Que no nos endeudemos. Que la inflación no se coma a las conquistas laborales. Que no triunfe el machismo ni el miedo. Que los cargos ejecutivos sean también para la izquierda.
-Votante: Tenés razón. Esperemos no haber vendido el alma al diablo. Y no habernos pasado de nuevo del otro lado del mostrador. De todos modos, nadie sabe quién ganará la elección. Y cómo se rearmará el arco político nuevamente y cómo se construirán los consensos. Incluso los que nadie ve. “Hay que correr el velo”, decía Marx. Todavía nos mueven estructuras más grandes que una votación. Lo público, la igualdad, la aceptación. ¡Gracias!
