Silvina Melone es platense de casi medio siglo, docente, tripera, feminista, cannábica, sindicalista y defensora de causas perdidas. Docente de educación especial (discapacidad mental y autismo), directiva de un club barrial de City Bell, jurado de los Juegos Bonaerenses y autora de cuentos sobre narrativas femeninas, de género y diversidad, entre otros escritos. Actualmente es Secretaria de Cultura de SADOP La Plata.
¿Milei nos odia?
El narcisista electo como presidente, porque voy a tratar de no decir/escribir su nombre, es un sujeto aporofóbico: odia a los pobres, a las diversidades, a todo aquello que no encaja en su canon de perfección aria, patriarcal y clasista.
Además, considero que no ha podido desarrollar la Teoría de la mente, tal vez por su contexto familiar carente de afecto, por lo que no demuestra poseer empatía. Cualquier persona con ese combo de características es un potencial odiante, una persona peligrosa en cargos de poder. Un mono con navaja.
¿Qué poesía es hostil al anarcocapitalismo?
Toda poesía, narrativa, dramaturgia, arte visual, canción, grafiti o performance, toda actividad artística que surja del amor al prójimo, a la patria, a la defensa de los derechos conseguidos es hostil a este mamarracho que podemos llamar anarcocapitalismo (reversión de Juan Gelman que ha realizado Julian Axat y de la que formo orgullosamente parte) o que también podríamos nombrar como neoliberalismo recargado o 2.0. Un poema con conciencia social es un arma. Hoy escribir, sentir es ser antisistema.
¿Cómo vinculás la docencia con la literatura?
Un docente que no lee no puede enseñar. Formarnos es un deber. Capacitarnos sólo en teorías didácticas o especificidades de nuestra área de acción no alcanza. Seríamos técnicos en pedagogía o en geografía o en química.
El maestro enseña con el ejemplo, con todo lo que tiene adentro y si adentro no tiene corazón solo trasmite saberes. Y el corazón se nutre de la cultura: libros, música, danza, museos, cine… y además, lo ideal sería que toda esa cultura estuviera transversalizada por la justicia social: que fueran actividades “accesibles” no sólo en lo económico (gratuitas o a bajo costo, sino federales (que se den desde calle Corrientes hasta las villas, desde Tierra del Fuego hasta en la Quiaca pasando por esos pueblos a los que no llega ni el cartero; y redoblo la apuesta: con posibilidad de que quienes por sus condiciones neurodivergentes o de discapacidad no puedan subir escaleras, estar en lugares a oscuras, necesiten sonidos bajos, braile, señas, etc… Y que puedan ser actividades donde docentes/estudiantes/sus familias, la comunidad educativa toda acceda de manera conjunta.
Ver emocionarse a la seño o cantar al abuelo de la mano de su nieto o bailar una cueca a la directora con el barrendero o el intendente sería una verdadera postal de la comunidad organizada y amorosa. En resumen, la docencia sin cultura es como un buscador de Google con guardapolvo.
