El fusca de Coco. Por Mariano Bucich

El fusca de Coco. Por Mariano Bucich

Estacionado sobre la margen del cordón de la vereda lo veo brillante mientras me acerco en mi bicicleta. Ahí en la puerta del edificio de los cuatroveinte en donde vivía Ezequiel.

Era el Volkswagen de Jorge Horacio Evangelista, alias “Coco”, el papá de mi amigo.

A Coco le encantaba ir de pesca y a nosotros ir con él. Coco era sinónimo de aventura asegurada, poseedor de historias de pesca reales o no tanto, pero que de seguro y como todo pescador que se digne de serlo; ¡Eran exageradas!

Podían ser reales o no, pero siempre eran “Divertidas”

Al principio, lo que Coco nos decía, lo creíamos sin ponerlo en duda . Pero con el paso del tiempo, y el de sus historias de pescador narradas en algunos viajes, aprendimos a verlas un tanto exageradas como ( por ejemplo) cuando el tamaño de un dientudo que pescó superaba al mayor de los ¡pejerreyes!, Asi empezamos a cuestionarnos su credibilidad…

Si nos decía que había pescado cien pejerreyes, traía veinticinco. “¡Los otros los devolví!”, porque no daban la medida. Decía.

Las salidas se empezaban a organizar unos días antes, y cuanto menos quedaba por preparar, mas ansiedad por partir teníamos.

Jorge era fanático de la marca Volkswagen. Tenía y se vanagloriaba de su “Fusca,” el escarabajo Alemán al que en varios viajes estivales a Brasil fue poniendo como nuevo. “Este coche es increíble” nos decia; “si hasta es ANFIBIO”.

Una vez salimos en el escarabajo hacia General Belgrano para pescar en la orilla del río Salado .

Coco iba al volante , Ezequiel de acompañante y Cristián y yo, atrás.

A poco de llegar a destino se desató una tormenta infernal. Un aguacero de tal magnitud que obligó a Coco a reducir al mínimo la velocidad del vehículo.

Así llegamos al puente de hierro del río, y la lluvia desapareció tan rápido como había aparecido.

El claro de costa elegido para el acampe se veía seco y libre, pero para llegar a él había que descender por el terraplén del puente, por un sendero hecho por las huellas de los autos, y cruzar un charco de poco mas de veinte metros de largo.

Al fusca le había llegado la hora de cruzar un vado, y a Coco la de convertirse el nuestro héroe.

Descendimos la huella y ya notábamos lo blando del suelo en los continuos derrapes de las ruedas al traccionar, sus patinadas…así nos fuimos acercando al charco.

Ya con el coche frenado en el borde del agua, con la mirada fija , con las manos firmes sobre el volante y el acelerador haciendo bramar al motor boxer, Coco se alistó para el cruce.

Fue entonces cuando Cristián rompe el silencio y le pregunta; ¿Coco? ¿ Cruzaremos ?

La pregunta fue como un dardo en el medio del blanco de su pecho agitado. Sin dudarlo y con un la confianza y seguridad intacta en su máquina nos dice…

” ¿Cómo se atreven a dudarlo? Este vehículo fue creado para cruzar el desierto del Sahara y los lagos congelados del norte de Alemania, y todo fue calculado en él. Está probado que supera cualquier obstáculo y “les aseguro que es completamente estanco”. Él es ANFIBIO.

Sin más aceleró el bólido directo al agua. El coche parecía cruzar sin problemas hasta que perdiendo inercia empezó a bajar la velocidad y la línea de flotación. Tanto bajó que el motor se ahogó.

El agua comenzó a filtrarse por los pedales del conductor y por debajo de las puertas.

Coco estaba pálido y nosotros mudos como el motor.

¿Y ahora que hacemos? Le preguntó Eze a su padre:. Bajar y empujar… dijo resignado.

Al abrir las puertas se terminó de inundar y entre barro y risas contenidas, comenzamos a empujar.

Lo que de entrada parecía terrible fue divertidísimo al extremo de querer que el charco nunca termine. Pero terminó y logramos sacarlo.

Lo que nunca terminó fue la alegría por la aventura…

Jorge nos dijo reflexivo. “Ahora lo entiendo… desde que lo desarmaron para repintarlo, el coche ya no es estanco como yo creía”…

Nadie se animó a reirse hasta que el propio Coco estalló en risas, invitándonos a reir a pata suelta llenos de complicidad. ¡Qué lindo ir de pesca con amigos!

Así da gusto compartir la aventura, atesorando historias para toda la vida como la del glorioso “Escarabajo:, que aunque no fuera estanco como decía Coco;

¡Nos llevó y nos trajo!.

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