Carta abierta sobre la creación de Francisca Pageo

Carta abierta sobre la creación de Francisca Pageo

¿Qué es la creación? ¿Qué es el arte? Me pregunto y te pregunto, querido lector. ¿Qué es lo que hace que lo creado se convierta en arte? ¿Es la mirada? ¿Es el misterio, lo indecible? Creo ya no para explicarme, eso fue hace mucho tiempo, me digo. Simplemente creo porque sé que no puedo hacer otra cosa, no tengo elección. La creación inunda el entorno del creador. Tanto, que es imposible no hacer otra cosa que crear. El arte es así lo único posible en el creador. Pues se ampara en él y hace de él su viaducto para poder mostrarse al mundo. Un arte que no inunda el día a día del creador, no puede considerarse como tal. El arte se nutre de las obsesiones del artista. La creación, de este modo, es la única vía para que esas obsesiones tomen forma y puedan ser mostradas ante ti, espectador.

Te dirijo esta carta a ti, que sabes ver, que sabes apreciar aquellas obsesiones que me sustentan. Solo tú eres capaz de saber que las obsesiones que te muestro son producto de mis más intimos deseos, mis más íntimos anhelos. Los pájaros, las aves. La feminidad, el lado sensible de las cosas. Las flores, las plantas. En todo ello encuentro un resquicio de fe y esperanza, de juego y me atrevería a decir, ninguna carencia. En ellos se encuentra la libertad soñada. La creación es así una forma de libertad, de ser libres ante el mundo, de poder elegir qué mostrar en él, aunque las obsesiones sean las que manden. Te escribo a ti, lector, tú que desconoces mi forma de crear: ¿sabes cómo cantan los pájaros que amo? ¿sabes cómo florecen aquellas plantas pegadas sobre el lienzo, la página en blanco? Ambas cosas lo hacen dentro mío. Lo hacen de tal manera que ni siquiera yo soy capaz de darle nombre ni palabras a la creación misma. Salen del misterio. El arte es un misterio que nos es velado. El arte como necesidad intrínseca de lo no visible, de lo indecible. Así pues, la creación surca los mares de lo que no conocemos y no podemos conocer, pero que atisbamos gracias a nuestras obsesiones. Son ellas las que le dan forma. Las que lo hacen visible. Me pregunto si todas esas visiones, esos destellos de conciencia que todo el mundo puede ver en el arte, ya sea en una pintura, una pieza musical o una fotografía no son sino reflejos de nuestro mundo interior. Creo que el artista canaliza su interior de manera que lo representado deja en cierto modo de pertenecerle a él para pertenecerle al mundo. Las obsesiones son asi señuelos de lo que puede ser, terminan por dejar de ser misterio para empezar a ser mundo, nuestro mundo. Un mundo lleno de deseos y anhelos, de esperanza, de vida soñada.

Tenemos el arte para no morir de desesperanza, dijo alguien. Efectivamente así es. Tenemos el arte porque no podemos tener otra cosa. Me agarro a la creación aunque sea un clavo ardiendo. En la creación el mundo no se escinde, al contrario, se unifica. Se unen los opuestos, se juntan los polos. Tenemos la creación para unir al mundo de la escisión que la tempestad hace en nosotros. Una vez que mostramos nuestro arte, la tempestad cesa, da paso a la calma. Una sensación de agradable estar en el mundo, nuestro mundo.

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