Cansancio de mujer. Por María Margarita Pérez Vallejos

Cansancio de mujer. Por María Margarita Pérez Vallejos

Tropiezo, caigo, caigo, más caigo, levanto, me sacudo, me duele un poco y sigo caminando.

Me canso más que ayer y hago las mismas cosas. No merma trabajo, deberes, obligaciones. La mujer no descansa hasta el final, es lo que pienso, según mis vivencias.

Están presentes todas las mujeres del mundo en este suspiro mío que traspasa fronteras no imaginadas.

Cuando se alcanza cierta edad, ya no se es gacela que corre ágil de aquí hasta allá. Es como llevar una pesa de unos kilos atados a los pies.

Antes, cuando leía esto en alguna revista o lo escuchaba, volvía la vista hacia cualquier lugar y sonreía con un aire de ironía -cómo va a ser tanto- y hoy veo que es tanto y la mente se rebela, quiere convencerse que puede, que descansas y sigues, pero no. Algo siempre duele y se desea dormir, dormir eterno.

Intento quitarme las pesas de los pies, mentalmente porque físicamente no se ven, sólo se sienten como gatos gorditos, juguetones, que se pegan como para no poder arrancar. El tiempo secuestra y no da tregua. En la cara no se nota. En las fotos se está pasable, se sonríe para verse íntegra, para no causar pena.

Yo voy por mi género porque somos quienes desde jóvenes, empezamos con el vientre que pesa, que por nueve meses se cargan los hijos y pesan, pesan bonito y uno no sabe que hay otros pesos que son negros que vienen después. Ahora, para mí.

Empieza el desgaste físico desde muy jóvenes, a veces y con esto no digo que llevar y parir a los hijos sea negativo, no, sólo digo que esto es la vida y que para algunas mujeres es mucho más pesada que para otras, pero llegamos al mismo final, ricas y pobres; rubias, morenas y de todos los colores, de todos los rincones. Pediría a la vida que nos considere cuando ya parimos, ya criamos, educamos, ya trabajamos fuera de casa y dentro de casa sin horarios ni domingos, sólo nos permita tener libre los pies, que el cuerpo no se fatigue tanto porque se lleva consigo al cansancio mental y deseamos seguir creando, observando, plantando flores en nuestro jardín final.

Me levanto, me ducho, estoy bien en las mañanas, pero está energía dura poco y antes que oscurezca, antes que oscurece, oscurezco yo y la vida se me cierra. Quiero continuar, aún, con poca luz en mis pocas posibilidades y ¡Necia! Sigo y me vuelvo un quejido.

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