Una noche en México. Por Annabella Rinaldi

Una noche en México. Por Annabella Rinaldi

“Sólo aquello que es incompleto busca algo fuera de sí mismo”

                                                                                                                           Lao Tse. Tao Te King

Constanza de Laferrere estaba transitando el proceso de duelo. El dolor por el desencuentro con un “amigo” con quien ella, alimentada de ilusiones, había tenido más expectativas de la cuenta.

Cautiva del enamoramiento, cada vez que sonaba el “tic” del teléfono, lo esperaba, sí, lo seguía inútilmente esperando.

Y así es como soñó un “tic” pero proveniente de otro lugar.

Se trataba de un tal Edgar, que solicitaba amistad, la que Constanza aceptó.

-¿Qué más da?

-Hola, buenas noches, un gusto recibir tu amistad. Veo que también eres escritora. Te saludo desde Xalapa, Veracruz, México.

-Hola. Buenas noches. Sí. Escribo. Soy autora. Te saludo desde Argentina. (Y envió una foto de su último libro con la sinopsis y los datos de la difusión)

-Fíjate que yo, aparte de escribir, tengo un programa radiofónico, literario, cultural y poético y voy invitando a personajes de la cultura. Si algún día quieres compartir con nosotros en la radio, con mucho gusto.

-A disposición estimado. Es lo mío. ¡Me encanta! Muchas gracias.

-Eso es grato… nos pondremos de acuerdo, sale.

-¡Sale!!!

-Sí, total, ya estamos en sintonía.

(Y ella entonces le envió una foto suya, sacada de la biografía de su libro)

-Para que me conozcas.

-Wow.

-Transmites dulzura, tu mirada destella ternura, eres romántica, lloras fácilmente, y más cuando lees o ves alguna película, tus emociones están superlativas, vives intensamente, te gusta la naturaleza, la admiras y contemplas… Tus ojos dicen mucho de ti. ¿Me equivoqué?

-¿Nos conocemos de otra vida, Edgar? Sin asombrarse de lo que había leído, era Virgo, incorregiblemente… perfeccionista…

-¿Será acaso? Tu mirada es transparente, dejas ver lo que hay en tu interior.

-Muchas gracias Edgar.

Prefirió cortarlo.

-Un gusto Constanza.

Esa fue la primera conversación, a la que seguirían muchas más por meses, no tantos, casi dos meses y medio. Hasta que él comenzó a hablarle de la posibilidad de verse. Y como Constanza tenía un viaje pendiente, sería ella, sin reparos, la que iría al encuentro.

La ciudad propuesta por Edgar era Xallitic.

-Una noche en Xallitic. -Le había dicho. Y comenzó a contar…

“…No es lo mismo observar la ciudad de día que de noche. Diferentes escenarios, una gran diversidad de actores que pululan en un ir y venir de una manera rápida. Por la noche menos gente, escasos sonidos que a la luz tenue hacen de las suyas convirtiendo la noche en remembranzas, en estados de pleitesía al son de taconeos de zapatos que algunas damiselas suenan al subir las banquetas.

Justo a un costado del puente de Xallitic.

La ciudad me enamora, y más cuando observo y puedo descubrir nuevas cordilleras de casas.

A lo lejos, múltiples fisonomías arquitectónicas que dan realce a una ciudad que dejó lo campirano y poco a poco se ha convertido en una ciudad cosmopolita. Desde lo alto del puente de Xallitic se aprecian los lavaderos, a un costado sus enormes arcos que aguardan vigilantes a transeúntes despistados, a uno que otro turista que se deleita las pupilas con sus incontables jardines llenos del verdor que da la vida.

La altura del puente es amplia, no sé cómo hay personas que han decidido saltar desde ahí. La vista se torna emblemática, digna de un cuadro costumbrista, sitio de inspiración de poetas y trovadores que toman lo que es suyo y lo convierten en poemas que serán declamados al oído de su amada.

La manecillas del reloj continúan su rumbo, cada segundo se suma y cuando miro, ¡ya son casi las doce de la noche! Y la gente continúa caminando por la céntrica calle de Lucio. Una pareja se da su tiempo y se detiene a observar, mientras los deseos arremeten contra ellos y fraguan en el beso ¡el amor inequívoco de los enamorados!

Me gusta cuando todo está en absoluto descanso, con una pizca de silencio. Cuando las cosas hablan y yo las escucho, hay ocasiones que me pierdo en la forma que los seres humanos creamos. Me gusta saborear de lo que veo, de lo que escucho y sobre todo de lo que va más allá de mi imaginación…”

“Nadie es más que nadie, la diferencia radica en que unos hacen más que otros.

Dejar una huella positiva en la vida cuesta. Igual que una negativa. Nos olvidamos por lo tanto de lo que somos capaces de crear y hacer.

Llegamos a este mundo a crear, amar, trascender, tener una estabilidad emocional que nos brinde alegría. El secreto para remover los malos pensamientos está en nosotros mismos. Iniciemos por hacer nuestro el principio fundamental de la vida que es el amor.

Si nos amamos y respetamos tal como somos, agradeceremos que “NOS HA OBSEQUIADO UN DÍA DE VIDA”. Cuántos se han quedado a medio camino.

La vida se erige y se sana partiendo del hoy. Qué acaso en la oración suprema que nuestro Padre nos enseñó no decimos: ¡Padre Nuestro que estás en el cielo… danos hoy nuestro pan de cada día!, ésa es la clave: “HOY”.

A pesar de todo, debemos ser capaces de vivir el hoy intensamente, compartiendo con nuestros amigos, con nuestra familia, aun a distancia hacerles saber que se les echa de menos, que se les tiene un lugar reservado en nuestros corazones, y nuestra alma se alegrará por dar amor.

Nadie es más que nadie, la diferencia radica en que unos hacen más que otros.

Hoy tomemos la abundancia del cofre del Universo y preparémonos para lo que venga, sea como sea hay que afrontarlo, encararlo de buena manera para proseguir dejando una huella que al final de nuestros días, sea el rastro que dejamos en la vida”.

Constanza se había entre dormido recostada en la cama de un hotel. Vestida con muy buen gusto, como para salir.

Entre sueños había elucubrado bellas reflexiones. Sentía paz.

Sonó el teléfono. Atendió.

-Edgar… querido… ya bajo…

Era de noche y estaban en Xallitic…

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