Una historia de marionetas. Por Nora Cerisola

Una historia de marionetas. Por Nora Cerisola

Dicen que esta historia nació el mismo día que aquel niño dejó olvidada aquella caja en el hoyo de su habitación, lugar secreto formado detrás de los zócalos de la pared, en el rincón, junto a la vieja cómoda. Allí la guardaba siempre, siempre con cosas diferentes según vayan pasando los tiempos.

Por esas épocas  en aquella caja estaba Pinot su querida marioneta, con la que había logrado descubrir maravillosas historias, cuentos fantásticos casi reales que lo hacían volar, desaparecer en el tiempo,  trasladarse en naves espaciales, sumergirse en los más profundos y peligrosos mares, enfrentarse a escuadrones casi invencibles, y luego tomar la leche y ponerse a hacer los deberes para el otro día.

Pero sucedió que el niño fue creciendo y cada vez menos necesitó de aquella caja  y Pinot quedó olvidado, inmóvil casi inerte por tantos veranos, primaveras e inviernos. ..

Y así pasaron muchas lunas llenas y un buen día llegaron las refacciones, los cambios de tapizados,  empapelados de las paredes y por esas cosas de la vida el zócalo cayó y la caja se desplazó sin querer hacia el medio de la habitación y de un costado la tapa se abrió…

Pinot se fue incorporando muy lentamente, se acomodaron sus hilos, se acomodó su cabeza, y sus brazos empezaron a olvidar el entumecimiento. Se empezó a estirar, respirar hondo, redescubrir algunos aromas, algunos colores, algunos sonidos que en otra época le habían resultado tan familiares. Fue en ese preciso momento dónde empezó a buscar a su querido amigo dentro de aquella habitación, recorrió con su mirada cada espacio, cada rincón, pero no resultó, nada le hacía indicar que en ese lugar algo de su amigo podría llevarlo a él. Y se dedicó a esperar sin esperar nada solo esperar y esperar.

 Cuenta esta historia que en ese preciso momento es donde se oyeron unos pasos fuertes, grandes, desconocidos. Se abrió la puerta y apareció un señor enorme, calvo, panzón …con una panza suicida que asomaba del cinturón como para tirarse al vacío en cualquier instante. Pinot se asustó pero luego descubre en los ojos de aquel señor una mirada conocida. El señor se inclina y lo mira con atención invadiendo el espacio de curiosidad y envolviendo a los dos de  una emoción  cómplice, pintada de recuerdos de tardes compartidas.

Desde ese día Pinot ocupa un lugar preponderante en la casa del señor panzón. Y cada uno que pregunta se dispara alguna de aquellas historias de galeones, piratas, animales feroces y leches con vainillas.                     

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