Quién puede pulverizar
el amargo de algunos decires
la suma de los haceres ásperos
los ayeres tostados
el silencio del ciruelo.
Cimbraron la últimas caricias
con la luna llena.
Ya no hay tierra con semilla
El frío
empezó a lamer
aquella ofensa.
Ni el agua que corre
lleva barquitos en su cresta.
Se inundó todo
se cerraron los labios
para acercarse
al viejo ardid de los susurros.
El deseo insobornable
se hace esclavo
al deseo del perdón.