Ser invisible. Por Gina Benítez

Ser invisible. Por Gina Benítez

La farra está que arde, saltos de locos, movimientos bruto y una música que retumba el suelo.

Entre tanta gente tengo un espacio repleto de humo por tabaco, donde alcanzo a ver a la camarera agarrarse de la cabeza y suspirando. Está desalineada y el cansancio la hace ver peor, toma la bandeja para dirigirse a la cuatro, donde pone todas sus fuerzas para sacar una sonrisa y retirar la comida de la mesa, los muchachos no tardaron en demostrar desinterés en el esfuerzo de ella.


¡Se van sin dejarle un centavo!

Toma las sobras y las apoya en su bandeja, llega a la barra y se aparta un pan mordido y lo saborea a luces medio ver.

¿Los clientes se habrán preguntado si ella podría sentarse y pedirse esa misma comida que ellos dejaron?

-Hola, bienvenidos- dice la runner que está temblando de frío en la puerta.

El saludo no se lo devuelven…

Llega la siguiente pareja a carcajadas, la runner saluda con una ilusión otra vez, “hoolaa, qué tal”, ¡sigue sin aparecer!

¿Se dan cuenta que está ahí? Tiene quinientos folletos en su mano que al ofrecerlo le dejan la mano colgando, un buen tono de voz, que se va desanimando.

En la puerta veo que se acerca una bici, se asoma un muchacho con una campera fina y cubierta en rocío.
Le indica a la recepcionista sobre un pedido, “tenés que ir a Adrogué. Metele que se enfría”. Él no se gastó en saludar ni despedirse, se frotó sus manos mirando la bici y la calle empapadas tanto como sus ojos colorados y cansados, reojeó la cantidad de gente, tomó su mochilota cuadrada y se va caminando hacia la salida con toda la pereza…

La realidad parece ser algo simple, pero lo simple no conlleva tanto dolor…

Salgo a la puerta a falta de aire…
Vienen dos jovencitos no más de 15 años, caminando de la mano de en frente. Se refugian debajo del árbol y se sientan encima de una mochila rota sin cierres y se quedan en el paredón de media cuadra bebiendo algo caliente en una lata, dejando escapar el vapor…

Alcanzo a oír su diálogo. “¿Vamos a pegarnos un baño acá, compa? Cruzan risas y el más grande dice, “esta noche metemos caño ñeri”, mientras el acompañante sin pensarlo y con una sonrisita dijo: “Olvidate perro, con esta lluvia el que vemos caminando, es moño”.

Se me acerca la runner y me dice: “Señora, disculpe. Es mejor que se mantenga dentro del bar, en el fondo hay patio”

“¿Porqué es mejor?”
“Porque tenés seguridad”. Contestó.
“¿Y tu seguridad? Le pregunté.
Se sonrió y me dice: “Estoy bien yo. Agradezco que se preocupe, a veces creo que no estoy acá”.

“¿Por qué creés eso?”
“Y, mire. Porque cuando tenés hambre, las piernas no dan más, el frío no ayuda, no tenés un mango, los runner no ganamos propinas, no te saludan, que alguién te de el pie a un saludo, o una preocupación se convierte en levantar la bandera del frente de batalla”.

¡No sé qué está peor, si afuera, o acá adentro, ó si estando adentro también se ve lo que hay afuera!

¡Es un espejismo de la realidad!

Es mejor comerse un pan mordido a escondidas, ser invisible ó pedalear bajo rocío, acá la explotación es con buena cara…

Donde para no terminar encima de un par de mochilas hablando del fierro, tenés que comerte las sobras de los demás…

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