Es un ejercicio que me invita Juan Botana desde su carta abierta.
Escribo porque sino las palabras se quedan agarradas al punto muerto de las paredes.
Escribo porque soy tiza que resbala y nube que pasa lenta dibujando formas.
¡Escribo porque me gusta! Me encanta escribir así, inquieta, como ahora, sin un formato y sin
un porqué, mirando el celular de costado, adivinando un mensaje y tomando un mate.
¿Escribo porque escribo, porque la mano escribe dolorida… alguna parte del cuerpo sin
escribir? Escribila, y vas a ver cómo se diluye el espanto.
Escribo entonces para nombrar en cada ejercicio de escritura, un arte, una sanación. Y cada
escritura tiene que ser perfecta, legible y añorada.
Por eso escribo, para ser recordada.
¿Para qué escribo?
Para calmarme y solventar la tranquilidad, para descolgar el miedo enmarcado en el centro del
cuarto, donde siempre estuvo, ahora ya no más.
Escribo para vos, para mí, para todos.
Para llegar a tu corazón y al mío en un vaivén estrellado e infame.
Así escribo yo, porque las dudas y las cortinas hoy se corren, y se abre el cerrojo del eterno
aposento y ya no hay trabas.
La luz del que lee ilumina todas las páginas.
Araceli
7/3/24