Poemas del libro La Edad de Hierro. Por Victoria Marín Fallas

Poemas del libro La Edad de Hierro. Por Victoria Marín Fallas

XXIII

Es hermoso cuando escuchas,

cuando de verdad le miras,

deseas estar y te anclas al presente,

porque sus palabras tienen el peso de lo cierto.

Esto nada tiene que ver

con la gracia del verbo o la sabiduría

que en el instante va dejando surcos

cada vez más tenues.

Poco importa lo que diga,

si tiene la dignidad de mostrarse.

Tan solo esto es suficiente

para quedarte un poco más

en el nido que construyes,

inocente, estremecida por el alba.

XXIV

No pensé que hubiera amor

en un color distinto

en la barca que fluye

hacia mi naufragio.

XXVIII

A Yolanda.

Querida mía:

El ambiente es una cosa muy grande.

Ya lo has dicho entre auroras y tormentas.

Pequeños títeres salen de su boca

hechos para gravitar el fango.

Divagan sobre la cuerda más fina

bordeando el sueño con agujas.

 No se puede abandonar la escena

 sin una pierna rota

 sin cráneos bruñidos colgando del cuello.

Entre trinos y garúa mis párpados se abren.

Con ellos abrazo el estertor humeante

arraigo de un iris marchito

de un cuerpo

entramado en la corrupción del verde.

Entre trinos y garúa un hilo de voz se quiebra

desgrana bellos paisajes, ilusión de nácar,

himnos, arrullos, frases de libertad y sueño.

El paraíso se pudre demasiado pronto.

A esta parcela la devoran las hormigas.

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