XXIII
Es hermoso cuando escuchas,
cuando de verdad le miras,
deseas estar y te anclas al presente,
porque sus palabras tienen el peso de lo cierto.
Esto nada tiene que ver
con la gracia del verbo o la sabiduría
que en el instante va dejando surcos
cada vez más tenues.
Poco importa lo que diga,
si tiene la dignidad de mostrarse.
Tan solo esto es suficiente
para quedarte un poco más
en el nido que construyes,
inocente, estremecida por el alba.
XXIV
No pensé que hubiera amor
en un color distinto
en la barca que fluye
hacia mi naufragio.
XXVIII
A Yolanda.
Querida mía:
El ambiente es una cosa muy grande.
Ya lo has dicho entre auroras y tormentas.
Pequeños títeres salen de su boca
hechos para gravitar el fango.
Divagan sobre la cuerda más fina
bordeando el sueño con agujas.
No se puede abandonar la escena
sin una pierna rota
sin cráneos bruñidos colgando del cuello.
Entre trinos y garúa mis párpados se abren.
Con ellos abrazo el estertor humeante
arraigo de un iris marchito
de un cuerpo
entramado en la corrupción del verde.
Entre trinos y garúa un hilo de voz se quiebra
desgrana bellos paisajes, ilusión de nácar,
himnos, arrullos, frases de libertad y sueño.
El paraíso se pudre demasiado pronto.
A esta parcela la devoran las hormigas.