“Para mi el amor tiene que ver con un trabajo que se hace con otros”. Entrevista a Virginia Grosso. Por Juan Botana

“Para mi el amor tiene que ver con un trabajo que se hace con otros”. Entrevista a Virginia Grosso. Por Juan Botana

Virginia Grosso es licenciada en Psicología, especialista en psicología vinculada a familias, infancias y adolescencias.

¿Qué es el amor?

Creo que, si tuviéramos la respuesta a esta pregunta, perderíamos la potencia de búsqueda vital como seres de pasiones. El primer ejercicio que debemos hacer para pensar que es el amor, es desarmar las representaciones que tenemos asociado a que amor es amor romántico, siempre teniendo en cuanta también que cada concepto tiene sentido en un tiempo histórico que le da su soporte y significación dejando por fuera aquello que no puede ser pensado en esa tiempo y espacio

Para mi el amor tiene que ver con un trabajo que se hace con otros, donde interjuegan variados sentires, desde ternura, paz, alegría, entusiasmo hasta enojos, angustias, malestar. Es un trabajo que debe darle lugar al conflicto que implica habitar la fragilidad de la existencia humana. Se hace entre lo que llamamos vida y muerte y contempla el vínculo multiespecie. Es un trabajo arduo porque implica entre otros procesos la hospitalidad, donde el acto no pertenece originalmente ni al anfitrión, ni al invitado, sino al gesto mediante el cual se dan la acogida.

Amor también tiene que ver con procesos de cuidado, apuntalamiento, discriminación de la diferencia, sostén de vulnerabilidades, amistosidad, todos trabajos que se hace en un entre desde un dos o más de dos, no en uno más uno. Acá podemos recalcar el verdadero sentido de la palabra poliamorosidad, que nada tiene que ver con polisexualidad, esta ultima ligada a una lógica mas de mercado. Lo poliamoroso justamente apunta de desjerarquizar el vínculo de pareja como el único y mas importante, y poner en valor de manera horizontal la multiplicidad de vínculos que podemos habitar dadores de sostén y crecimiento. Lo poliamoroso entonces es poder amar otros modos de vincularse, quitarle el sentido que se le ha dado al amor de propiedad privada y mezquindad.

Entonces amor tiene como condición la fragilidad, la imperfección, la no completud, lo inesperados la posibilidad de inventar en cada encuentro y ser otro con otros. “Que el amor sea lo mejor y lo peor que nos pueda pasar en la vida es un gran problema” dice Vir Cano.

 ¿El psicoanálisis clínico ayuda o entorpece los lazos?

Esta pregunta me interpela en dos partes. Creo que no hay “el psicoanálisis clínico”, al psicoanálisis hay que inventarlo siempre hay que crearlo para que no se congele en un dogma, es una labor diaria de enfrentarnos con el dolor psíquico a través de los lazos afectivos y afectados entre colegas donde hay espacios de tensión e interrogación. El psicoanálisis ni ayuda ni no ayuda. El trabajo terapéutico vincular convoca a una ardua tarea, una de ellas es reflexionar sobre los vínculos, entre y con ellos, es decir sobre sus condiciones de producción, su devenir histórico, y los distintos modos en que se configuran. Nos vemos interpeladas e interpelados a dar respuestas a diversas situaciones, por lo que tenemos el convencimiento de que es necesario cambiar los paradigmas desde donde pensamos lo ya pensado, lo ya sabido.

Desde la perspectiva de la complejidad, se evidencian las variaciones del dispositivo terapéutico: éste rechina de manera incesante, especialmente al abordar los vínculos en las diferentes configuraciones vinculares. Los modelos tradicionales se ven fragilizados por las exigencias de época y hacen de la construcción de parejas, familias, instituciones y grupos, un desafío constante.

Justamente el psicoanálisis revisitado y repensado de manera constante para salir del modo pastoral para poder alojar los sufrimientos actuales. Complejiza los modos de comprensión del fenómeno humano, al situarlo en los anudamientos de las tres dimensiones de la red sujeto – vínculo – cultura. Estas tres dimensiones se entretejen a manera de una red, indisociables, emergiendo a veces con simultaneidad. Implica una aproximación a la constitución subjetiva donde se reúnen diversas lógicas: lo corporal, el mundo psíquico, la pertenencia a una pareja, a una familia, a diversos agrupamientos, a una sociedad y a una cultura de época.

Nuestra tarea desde el psicoanálisis es contener y transformar las experiencias singulares de sufrimiento y dolor o más que contengan una entidad traumática, para evitar la expulsión pues todo lo expulsado nos empobrece, así enriquecemos su capital emocional y el nuestro tan afectados en el vínculo terapéutico como el/los pacientes que acuden. Apropiarse de lo que se siente para cambiar y justamente fortalecer los lazos amorosos y sociales

¿Con qué cosas nos vinculamos afectivamente?

Si pienso en cosas no pienso en vínculos afectivos, con las “cosas” nos relacionamos en base a una cuestión de necesidad, sirve para, facilita acciones, permite soluciones a situaciones cotidianas, pero no es un vínculo afectivo.

Hay una crisis epocal con complejos modos de vincularidad dónde predomina por un lado el no implicarse emocionalmente o bien taponar cuánta falta este desbordando en un modo pegoteado y sin fisuras. Las redes exacerban estos funcionamientos, pero eso tampoco es vincularse afectivamente.

Vincularse afectivamente implica un hacer con otro/s, haciéndole lugar y trabajando las diferencias, significa estar con otro, no para ni contra otro. Y con esto no solo me refiero a vínculos con otros humanos también la vinculación afectiva es con otras especies, con vivos y muertos y otros modos de existencia que dan valor a la nuestra.

“Entrevista de Juan Botana a Virginia Grosso, psicóloga especializada en familia, infancias y adolescencias”

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