“No los ven, porque no los miran”

“No los ven, porque no los miran”

Juan Botana presenta “Sin ojos que los miren”

Este sábado se presenta un libro en el que el público invitado participará del encuentro leyendo o interpretando en vivo los textos. Son crónicas potentes que se refieren a personajes y a lugares que no fueron mirados. Botana habla de la necesidad actual de hacer un espectáculo, una obra colectiva con los y las que vayan a la presentación que será el 17 de diciembre de 15 a 17 horas en el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires (Av. Santa Fe 3951) y promete seguir en diferentes espacios culturales, museos, bibliotecas, teatros y universidades, si la gente acompaña.

Hablaba solo. Así lo encontró su padre, sentado en el furgón del camión de mudanza, mirando con ojos sin retorno la casa donde vivían, como si nunca más la fuera a ver. La casa, que en realidad era un departamento en planta baja sobre la calle Gurruchaga, se borró de su memoria por completo por un tiempo, al menos hasta hoy.

Pero a la distancia todo se ve distinto.

Nunca más estaría su abuela Roxana asomada a la ventana charlando con cuanta vecina pasaba por allí, alargando las tardes en la primavera callada del ‘79.

Ni Mariela arrancándole los pelos a cuanto “negro”, como decía ella, pasaba por la puerta corriendo a su hermano, Ricardo, con el afán de obligarlo a seguir jugando a las escondidas. Un juego -que por contar siempre él- había dejado de divertirlo y por eso escapaba.

(comienzo de “Boca de lobos”)

CA: ¿Es extraño pensar que alguien que se quiere mostrar quiere escapar?

JB: Es un poco mi personalidad. Lo que escribo siempre parece que es sobre mí y quiere irse. Y a veces es así y otras veces no. Pero lleno a los textos de datos, fechas, lugares y momentos para que parezca que siempre es así.

CA: ¿El público te conoce como poeta, pero te escuché decir en varias entrevistas que sos cronista?

JB: Tal vez contesto diciendo lo que quiero y no lo que soy. En “Sin ojos que los miren” intento ser cronista. Entendiendo la crónica como decía García Márquez: “Un cuento que es verdad”. Después cuánto tiene de verdad y cuánto de cuento, depende. Yo me nutro de anécdotas, de recuerdos, de personajes o de casos periodísticos para hacer las historias. Y la ficción me permite llevarla para el lado que quiero y no para el que fueron o deberían ir.

“La loca del chango” de Juan Botana. Interpretado por Lalo Blanquet.

CA: ¿Cuánto te ayudó haber estudiado comunicación para hacer literatura?

JB: No estoy seguro que yo haga literatura. Escribo algunas cosas que se mueven dentro de una estructura literaria. En las que las columnas son autores y autoras que sí hicieron literatura o se acercaron más que yo, como Pedro Lemebel, José Martí, Abelardo Castillo, Roberto Arlt, Néstor Perlongher, Jorge Luis Borges o Alejandra Pizarnik. Y donde entran en juego algunas posiciones teóricas tomadas de Marx, De Certeau, Gramsci, Focault, Deleuze, Barbero, Sartre, etc. Pero la crónica es un género baldío. En eso de no tener paredes propias. Lo que permite cruzar los límites todo el tiempo.

CA: Hablame de géneros literarios o definí género y/o límites.

JB: La noción de género que trabajo es la de Jesús Martín Barbero. No tiene que ver con la “propiedad” de un texto. En el sentido que un género no es algo que le pase al texto sino algo que pasa por el texto. Lo mismo pasa con el cuerpo. Pero hay estructuras que determinan. Lo sexual es una y el lenguaje es otra. Pero esas estructuras no son dadas. Un texto no nace crónica o una mujer no nace mujer, se llega a serlo. Lo de correr los límites de lo posible es todo un desafío y un proceso.

No tuvieron castaños

unos ojos claros posados en ellos.

Ni el calor noviembre

de una lluvia intensa por decirlo así.

Tuvieron la sombra

de un beso mojado secando un te quiero.

Sin ojos que los miren

cuesta más seguir.

(poema del libro)

CA: ¿Por qué elegís los llamados “géneros menores” dentro de la literatura como la crónica o la poesía?

JB: Supongo que parto desde lo menor con la intención de borrar diferencias. La poesía o la crónica no son menos que la novela. Pero son pocos los que acceden a un premio nobel desde la poesía o la crónica. Y eso es porque hay una relación desigual. Y esa relación desigual se sigue viendo entre la poesía y la crónica con respecto a la novela, entre la periferia y el centro, o entre la mujer y el colectivo LGBTIQ+ respecto del patriarcado y el machismo.

CA: ¿Este libro viene a borrar diferencias?

JB: En el libro sí, en la vida no. Ojalá el libro funcione como reclamo para todos esos y esas que no fuimos mirados o tenidos en cuenta cuando lo necesitamos. Y así entran los reclamos de hijos, hijas, mujeres, gente de la calle, vendedores ambulantes, ancianos, enamorados/as, chicos abusados, originarios, migrantes, revolucionarios/as, militantes o nuevas y nuevos escritores que buscan lugares donde mostrar lo que escriben.  

Con mi mujer dormimos en el auto para participar al otro día de la entrega de flores a cada muerte ajena. Y junto con Román, Ernestina, Claudia y algunos y algunas más que se acercaron -la mayoría mujeres- pusimos una flor en cada tumba.

La carta de Claudia de este año a su madre decía: “Cantando la perdí y es un ramo de flores. Aunque solo quede una rosa amarilla en mi pupilas”. Mostrando que hay más amor en una travesti de un pueblo del norte de Córdoba cerca de Santiago, que en sus gobernadores narcos, iglesias o policías.

De allí partimos con mi mujer hacia Miramar. Dejando atrás el funeral. Pero esto es solo una postal, de esas que uno se lleva de un viaje, no vayan a creer lo que les digo.

(final de “El pueblo se llamaba Mansilla”)

CA: ¿Por qué esa necesidad de hacer de algo personal un acto colectivo?

JB: No sé, supongo que porque solo no me atrevo. Un poco por vanidad y otro poco por temor a que no vaya nadie. La idea es armar entre todos y todas una obra colectiva que quede, que dispare otras obras y que vaya gestando un espectáculo que se pueda mostrar en diferentes lugares como espacios culturales, museos, bibliotecas, teatros o universidades.

Sin ojos que los miren más que un libro es un territorio sin límites donde se cruzan todos los sentimientos humanos.

Juan Botana enciende, pone primera y arranca a manejar kilómetros y kilómetros de palabras donde una se enlaza con la otra y así, sucesivamente, construye este camino de vidas desamparadas, locas, amorosas, obsesivas y nostálgicas.

Buenos Aires, la geografía, su extensión y sus límites invisibles, sus barrios, las calles que se cruzan, esquinas donde los personajes quedaron anclados, un recuerdo triste, la añoranza de un amor que ya pasó, una pelea de perros, un partido de ajedrez, los lazos filiales, la crianza, el desamparo, el deseo prohibido, los sucesos descontrolados.

Cada crónica es detallada, minuciosa, con nombres, fechas, es la forma de la escritura la que hace liviano el viaje aunque lo que haya para decir no sea feliz.

(prólogo de Nuria Gómez Videla)

Fuente: Carta abierta

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