“Me gusta la poesía que, como el peronismo, carece de pureza genealógica”

“Me gusta la poesía que, como el peronismo, carece de pureza genealógica”

Jorge Dorio presentó en San Vicente “La evolución de octubre”, obra en la que el autor recrea desde el lenguaje poético “esa finalidad encarnada en el alma colectiva de la comunidad llamada peronismo”, según reseñó el filósofo Julián Fava. En la entrevista, el autor revisa su obra, la importancia de la poesía, el peronismo y la batalla cultural, entre otros temas.

Presentó en San Vicente “La evolución de octubre”, obra en la que el autor recrea desde el lenguaje poético “esa finalidad encarnada en el alma colectiva de la comunidad llamada peronismo”, según reseñó el filósofo Julián Fava. En la entrevista, el autor revisa su obra, la importancia de la poesía, el peronismo y la batalla cultural, entre otros temas.

“La evolución de octubre” es un tríptico poético que recorre “lo negro”, el “Peón es nada”, “Las vueltas de Fierro” en la primera parte llamada “El campo nacional”. En la segunda, que le da título al libro, las formas y los fondos de los poemas, viajan juntas en el tiempo desde los “cielitos” al “G.O.U. ahead” pieza que dice: “En medio de la bruma / algunos creen ver cierta silueta / en una pampa semejante / a un techo escandinavo / (huele a podrido más abajo)”. Y la tercera “Camposanto” la pulsión, la tensión se desplaza a la disputa de eros y tánatos, al memento mori, al carpe diem y al tempus fugit, esos tres tópicos del barroco español.

Jorge Dorio nació en Buenos Aires en 1958, publicó los poemarios “La mujer pez”, “Huésped de sí mismo” y “La verba inflamada”. Es reconocido por su labor radial y televisiva y en esta entrevista con Télam habla sobre la poesía y sus alcances y sobre este libro que piensa como “un modesto aporte para la reconstrucción de la estructura simbólica del Movimiento Nacional”.

-Télam: ¿Cómo nació “La evolución de Octubre”?

-Jorge Dorio: Mientras escribía el libro solía pensar que no quería que el producto terminado fuera catalogado como un libro de poemas peronista. Un marbete como ese me hacía imaginar que una mirada así era equiparable a que mi libro de poemas anterior, “La mujer pez”, fuera leído como un tratado sobre sirenas. Pronto advertí que era inevitable habitar ese rubro y que las confusiones se agotarían en la lectura. En esa práctica desaparecía el peligro de hacer dos cosas buenas, una mala. Creo que, por lo menos, no hay riesgo de parentesco con esas bellas canciones militantes de los 80, dotadas de un aliento “progresista”. Tampoco estos textos terminarán en los suburbios del poster. De modo que la simplificación de que se lo nombre como un libro de poemas peronistas no tiene por qué inquietarme. Ya habrá tiempo de explicar que las pasiones son singulares pero desembocan en destinos colectivos. Por otra parte, me gusta pensar en “La evolución de octubre” como un modesto aporte para la reconstrucción de la estructura simbólica del Movimiento Nacional. Sin ese frente, la batalla cultural debe prepararse para nuevas derrotas.

-T.: ¿Cuáles son los elementos del imaginario peronista que más te cautivan a nivel poético?

-J.D.: El primer rasgo de identidad reconocible es eso que llamaríamos el mestizaje, la “mezcla adúltera de todo” como dice un verso célebre. Me gusta la poesía que, como el peronismo, carece de cualquier forma de pureza genealógica. La combinación de lo diverso, la vindicación de lo plebeyo que no pretende reflejarse en otros espejos, la nobleza de la bastardía. Del mismo modo funciona el derecho al uso de registros de lengua diversos y caprichos dialectales superpuestos sin otro límite que el exigido por el fluir de la escritura poética. De manera semejante, la apelación a citas o recursos de la cultura clásica y el vicio de cierta erudición pueden encajar en este maelstrom de las palabras. A diferencia de la segunda ley de entropía, la incorporación de elementos y su desplazamiento azaroso tienden a desembocaren una armonía fácil de rastrear en los postulados doctrinarios del movimiento nacional. Finalmente, otro rasgo que se puede detectar de inmediato es la presencia, velada o evidente, de la jerga rural en la percepción de lo cotidiano. No se trata aquí de la operación hernandiana de “dibujar” un léxico gauchesco. En principio, esas palabras o expresiones vienen de una historia personal acollarada al castellano que se escucha a orillas del Río Uruguay y del sur profundo de Buenos Aires (Puán, Carhué). Ese fue el paisaje de mis veranos de infancia reforzado por el hecho de haberme criado con mis abuelos que conservaron algo de aquel acento limado por la vida en la Capital. Fuera de esto, creo que una gran parte del pueblo trabajador sigue ocupando el lugar al que fue empujado el gaucho cuando la prosperidad de la economía estaba disociada de la vida cotidiana de las mayorías. En esa correspondencia puede haber ciertas zancadillas que me parecen legítimas.

-T.: ¿Puede pensarse que sobre tus poemas sobrevuela el espíritu de Leónidas Lamborghini? ¿Cuáles son tus influencias?

-J.D.: Hablar en términos de influencia me parece que es ese tipo de mala costumbre que se convierte en un imperativo del diálogo literario. Puedo nombrar una larga lista de poetas que leo recurrentemente y desde hace años sin que esas obras produzcan rasgos reconocibles en la propia escritura. Toda mención del “Club Influencias” suele tener un aura de prestigio casi aristocrático que puede generar confusión. En otros tiempos no me molestaba abrigarme en la tilinguería de una lista que no era acompañada de explicación accesoria alguna. Un “dream team” que donde se rozaban nombres como Dante, Leopardi, Ungaretti, Montale, Eliot, Rimbaud, Valery, Quevedo, Hernández (Miguel y José), Silvina Ocampo, Idea Vilariño… Y muchos más. La enumeración es tan veraz como persistente. Pero no hay rasgos directos reconocibles en lo que uno escribe. Se trata más bien de espíritus rondantes como el que sugerías al citar a Leónidas Lamborghini. En otro registro aparecen los poetas de los que uno ha tomado, impúdicamente, alguna operación, alguna herramienta. En la percepción estructural del poema antes de empezar a escribirlo, para mí fue decisiva la lectura de Pablo Ananía. En su obra hay un rumbo donde el “ostinato rigor” convive con el capricho y se genera una forma de escandir los versos que adopté como propia desde que empecé a leerlo. La distancia chúcara respecto del lector y la concentración en el objeto del poema que emana de la obra de Alberto Girri es, por su lado, como una melodía escuchada en un sueño y que regresa al encarar cada proyecto poético. Nada de esto significa que esas fascinaciones puedan reconocerse en los versos propios. Operan, sí, como una brújula constante a la que se puede recurrir cuando se advierte que la palabra se está yendo por lo carpido.

-T.: ¿Se sigue pensando en la Argentina actual que hay blancos y negros, civilizados y bárbaros?

-J.D.: En la Argentina que nos toca transitar han perdurado esas peligrosas alternativas de civilización y barbarie junto a clones menores. Pero la degradación intelectual de las clases dominantes ha empobrecido las polémicas posibles en otro tiempo hasta impedir un diálogo interesante sobre el tema. La cuestión de la grieta (estafa exitosa si las hay) ha ocupado embozadamente esos espacios y opacado el territorio de la polémica cultural. Te invito a recorrer esas solicitadas ocasionales de la derecha, llenas de sonido y de furia, y hurgar en la producción de sus firmantes. Salvo un puñado de excepciones se explica allí cómo la añeja cultura oligárquica ha devenido una peña financiera e impúdica.

-T.: ¿Qué zanja de Alsina los separa hoy?

-J.D.: La zanja de Alsina moderna más a mano es la que se extiende por la General Paz, la que brilla en el puente Pueyrredón, la que convierte el conurbano en una tierra ignota de muchos porteños y de los refugiados en countries y otros ghettos con pretensiones de elegancia. Después esta la Argentina profunda, que ni siquiera necesita una zanja divisoria para mantenerla aislada. Y finalmente hay pequeñas canaletas en ámbitos cerrados: la Iglesia, las fuerzas de seguridad, los medios. Esas están condenadas a desaparecer cuando la Patria encuentre un rumbo preciso.

-T.: ¿Cómo pensás el acceso actual de la sociedad a la poesía?

-J.D.: Una sociedad tan desigual como la nuestra limita brutalmente un acceso masivo al mundo de la poesía. Esto no tiene que ver solamente con lo económico. La progresiva marginalidad de la práctica poética inmersa en su propia sacralidad va dándole al género un carácter de secreto arqueológico. Pero sobrevive. Y eso es una buena noticia.

Fuente: Télam

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