Las sendas abiertas de América Latina

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La arquitectura vial inca en Argentina

En la cosmovisión andina, el camino o “ñan” es una persona no humana que conduce a destino, en la medida en que se lo trate con ritual consideración.

El Qhapaq Ñan andino comenzaba en la plaza central de Cusco en Perú, a la manera de las calzadas romanas. Un brazo troncal salía hacia cada una de las cuatro provincias incas: por sus venas fluía el poder de un imperio con 20 millones de súbditos. Esos caminos –casi nunca empedrados– subieron hasta los 6.739 metros de altura: cada 20 a 30 kilómetros tenían un tambo –edificio para viajeros y a veces centro de acopio– la distancia que podía hacer una caravana de llamas en un día. En muchos casos, se construyó sobre caminos preexistentes agregando infraestructura como los chasqui huasis (casa de los mensajeros imperiales). Se extendió desde el sur de Colombia hasta casi el centro de Argentina con incontables apachetas, ushnus –terrazas piramidales– y huacas para sacrificios. Un mensaje llegaba desde Quito a Cusco en una semana, más rápido que una carta hoy.

Estas sendas se construían mediante la mit’a, un trabajo obligatorio al que estaban obligados los hombres casados de cada comunidad por cierto tiempo, un impuesto al Estado inca pagado en trabajo duro, que los españoles mantuvieron en beneficio propio convirtiéndolo en una forma de esclavitud

El arqueólogo Christian Vitry explicó a Página/12 que en el camino ancestral andino hay trazos rectos en la llanura, zigzags para alivianar subidas –uno se cansa poco en el Qhapaq Ñan–, empedrados y simples despejes de piedra como un rastrillaje, muros de contención, escalinatas, rampas, curvas, empalmes, sendas ceremoniales hacia las cimas con adoratorios de altura, desagües, puentes de madera, piedra y colgantes de fibra vegetal, o flotantes con balsas de totora por donde cruzaron ejércitos. Y demarcaban líneas kilométricas: la recta de Tin Tin en Salta por la Ruta 40 está sobre un camino inca.

El camino es una persona no humana

Axel Nielsen –investigador del CONICET y el INAPL— fue consultado por Página/12 qué significa en la cosmovisión andina, que el camino sea un sujeto. La respuesta es esclarecedora: “yo he observado en mis trabajos de campo con caravaneros de llamas en Bolivia que, al momento de partir, ellos convocan y alimentan con ofrendas a los apus protectores de los ´llamos´ cargueros –son machos castrados–, a la Pachamama para que los proteja y brinde el pasto necesario, a los bienes a intercambiar para que se “multipliquen” en las transacciones, a las sogas y costales para que sujeten la carga, a los cencerros para que guíen a los ´llamos´ delanteros de la tropa y al camino o ñan para que los lleve a buen destino. El propio camino es una persona no humana capaz de conducir a salvo al caminante, en la medida en que se lo trate con consideración y respeto. Los llameros me decían ´el camino nos guía, nos lleva, nos protege y devuelve´. Esta forma de ver el mundo es, a menudo, presentada como una sacralización de la naturaleza o una relación estrecha entre política, economía y religión, lo cual dota a los pueblos andinos de un aire de misticismo y solemnidad. Pero en verdad, se trata solo de un modo diferente de entender las cosas, que desconoce la dicotomía moderna occidental entre naturaleza y cultura: no conciben a la economía, la política y la religión como aspectos separados de la realidad o de la acción. Hasta hoy, el vivir en los Andes es estar constantemente socializando con un mundo de seres que, desde la perspectiva occidental, serían cosas y animales de uso”.

Dónde visitar el Qhapaq Ñan

Los lugares más accesibles a un viajero común para transitar o ver el Qhapaq Ñan están en La Rioja –desde Famatina—; en Salta, donde se visitan las ruinas del poblado prehispánico de Tastil –junto al pueblo Santa Rosa de Tastil– y pronto se habilitarán el Potrero de Payogasta y Graneros de La Poma, ambos accesibles desde Cachi. También hay un tramo habilitado en Jujuy, el camino con escalinatas entre los poblados de Santa Ana y Valle Colorado. Y en Mendoza, se camina el Qhapaq Ñan en Puente del Inca y Ranchillos.

Un modelo de gestión

Victoria Sosa, secretaria técnica del Qhapaq Ñan Argentina desde el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano –INAPL– explica a Página/12 que, cuando se hizo la declaratoria de patrimonio mundial según UNESCO, se eligieron algunos tramos de los 30.000 kilómetros que se estima llegó a tener esta red vial en el apogeo del Tawantinsuyu, a partir de ciertas condiciones de “autenticidad e integridad”. Esto incluye a una serie de sitios arqueológicos asociados –desde centros administrativos, defensivos o ceremoniales, hasta simples refugios para caminantes– que permiten comprender el significado y tipos de uso de esos caminos. En los seis países actuales que abarcó el Estado inca, se seleccionaron 616 Km de camino y 308 sitios arqueológicos asociados, no necesariamente conectados entre sí en la actualidad. La iniciativa de proponer al Qhapaq Ñan a la Lista de Patrimonio Mundial de UNESCO surgió en 2002 de un novedoso trabajo de integración regional, a partir de esta red vial en común. En total se seleccionaron 137 tramos en los diferentes países (13 en Argentina).

En Argentina se creó un modelo de gestión federal participativo coordinado por el INAPL que integró a siete provincias, varios organismos nacionales –Ministerio de Turismo y la Cancillería incluidos–, a dos parques nacionales por donde pasa el camino –San Guillermo en San Juan y Aconquija en Tucumán– y la Mesa de Pueblos Indígenas del Qhapaq Ñan: entre todos toman las decisiones.

Fuente: Página 12

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