La loca del chango. Autor: Juan Botana. Voz: Lalo Blanquet

La loca del chango. Autor: Juan Botana. Voz: Lalo Blanquet

De verla continuamente en las calles de Alsina con la mirada perdida empujar el chango, con su frazada marrĆ³n como vestido y su figura flaca y desgarbada de modelo mendiga y detener el trĆ”nsito. Provocando a tanto policĆ­a. Cuando se quitaba la ropa en las esquinas y mostraba su encanto. Y tal vez por eso desapareciĆ³ un dĆ­a. Y despuĆ©s el rumor del embarazo.

Pasaron dos aƱos.

SolĆ­a caminar la calle Taxot, de TuyutĆ­ a la Avenida. De su pasado no habĆ­a rastro. Parece que ella era de La Perla, Temperley, y no de ValentĆ­n Alsina, y vivĆ­a con su tĆ­a, que la habĆ­a abandonado. O se escapĆ³. Al hospital a recibir violencia obstĆ©trica.

Seguro la culparon por los golpes en la cara y en los brazos. En los muslos. Por haber tomado alguna que otra pastilla y por sus diecisƩis aƱos. Por la mirada perdida. Por estar acompaƱada por un policƭa todo el tiempo y por el chango.

Apenas saber sin seguridad lo que me dijo un cronista que estaba investigando el caso. ā€œQuĆ© por ahĆ­, por la calle TuyutĆ­ habĆ­a regresadoā€.

Y su silueta desgarbada con frazada marrĆ³n volvĆ­a a romper la lĆ³gica de tantos autos. Porque ya no miraba a nadie, ni esperaba ser mirada y lo Ćŗnico que querĆ­a era empujar el chango. Lavar la mamadera del bebĆ©, aceptar lo que le daban, doblar la mantilla con cuidado y cuidar su espacio en la vereda por si acaso.

Ya no querƭa caminar ni provocar a tanto policƭa ni mostrar sus atributos ni cortar el trƔnsito. Querƭa que a diferencia de ella, el niƱo no llorara tanto.

Por eso le prometiĆ³ que lo llevarĆ­a a la placita de enfrente cuando cumpliera los dos aƱos. HabĆ­a que cruzar la rotonda por la calle Taxot hacia Remedios de Escalda de San MartĆ­n, pero el miedo la tenĆ­a titubeando. Pero se armĆ³ de valor y cruzĆ³. Tal vez atraĆ­da por el cartel que decĆ­a: ā€œLos Ćŗnicos privilegiados son los niƱosā€, de la plaza. Y se lanzĆ³ a la aventura de cruzar la calle con el niƱo en brazos.

A la loca del chango se le cayeron las cosas por cruzar tan rƔpido. Tanta porquerƭa de las que fue juntando. Y entonces se le cae la caja de un muƱeco que se habƭa robado. Un bebƩ hermoso todo blanco. Y se le caen tambiƩn un trapo sucio, unas escarapelas, un sachet de leche, un autito roto y unas botellas de vidrio que se rompen a pedazos.

Iban a jugar en la hamaca, en la calesita, en el sube y baja, en el tobogƔn. En todos los juegos. Iban a pedir sƔndwiches de miga en la panaderƭa de enfrente, y se iban a reƭr los dos, comiƩndolos en el pasto.

Eran las tres de la maƱana cuando cruzĆ³ con el chango porque habĆ­a menos autos. No habĆ­a cumplido el niƱo todavĆ­a los dos aƱos.

Pero se adelantĆ³.

Tal vez porque los padres queremos lo mejor para nuestros hijos y lo mejor estaba cruzando los autos. Las luces encendĆ­an la plaza mĆ”s que de costumbre. Las estrellas brillaban como rayos. La panaderĆ­a a esa hora estaba cerrada y no iban a comer sĆ”ndwiches de miga, los dos, en el pasto. Un agente de policĆ­a que estaba de guardia escuchĆ³ el ruido a vidrios rotos y por supuesto parĆ³ el trĆ”nsito.

Es que la plaza estaba tan linda, los juegos, las hamacas, la calesita, el sube y baja, el tobogĆ”n, el pasto. Eso decĆ­a cuando la atraparon. Esquivando el ojo abusador del policĆ­a que la habĆ­a violado. Del que la habĆ­a violado, no. Del que la llevĆ³ al hospital por pedido de su tĆ­a que vivĆ­a en La Perla y que a su modo se hizo cargo.

Por entonces, cerca de los tres meses la loca del chango perdiĆ³ el embarazo.

Las hemorragias eran fuertes, los dolores, las contracciones que no habĆ­a, el llanto. DespuĆ©s fue internada en el hospital para hacerse un raspaje y ser atendida. Y despuĆ©s terminĆ³ en la casa de su tĆ­a, que nunca quiso mantenerla cuando se muriĆ³ su madre y otra vez se le escapĆ³.

Y otra vez se fue tan lejos. Y una vez mĆ”s del Chino casi esquina TuyutĆ­, en ValentĆ­n Alsina, robĆ³ el chango. Y otra vez la llevĆ³ hasta allĆ­ el compaƱero del policĆ­a que abusĆ³ de ella, vecino del barrio. Que sabĆ­a perfectamente lo que habĆ­a pasado. Si incluso fue Ć©l quien le pidiĆ³ a los dueƱos del supermercado de la vuelta que no la denunciaran, que Ć©l mismo le pagarĆ­a el chango y la leche que llevĆ³. Y alguna otra cosa que se hubiera robado.

Lo de la mantilla para el bebĆ©, la mamadera, la ropa sucia, la frazada, eran donaciones de los vecinos o cosas que encontraba a diario. Se las dejaban en el umbral de una casa abandonada, sin que nadie se acercara demasiado. Excepto el policĆ­a que la abusĆ³, que creyĆ³ ver mientras dormĆ­a con el bebĆ©. Por eso cruzĆ³ apurada a las tres de la maƱana con el chango. Y se cayeron las botellas de vidrio que la adelantaron.

HabĆ­a una denuncia en su contra por el robo de un muƱeco en una jugueterĆ­a. Cuando le preguntĆ³ el policĆ­a quĆ© tenĆ­a en el chango. Casi ni contestĆ³. Congelada para la foto del cronista que investigaba el caso. Y entregĆ³ el muƱeco como si devolviera un juguete perdido. Apenas si lo despidiĆ³ con un beso y le puso la mamadera llena de leche para que no tuviera hambre entre los brazos.

Tampoco llorĆ³.

Y a pesar que el policĆ­a que la detuvo y que conocĆ­a, la mirĆ³ con ternura. Cuando le remarcĆ³ varias veces que la estaba ayudando. Sabiendo lo que venĆ­a despuĆ©s, se tapĆ³ el cuerpo con la frazada marrĆ³n, porque le estaba mirando los pechos demasiado.

“La loca del chango” de Juan Botana. Por Lalo Blanquet.

Written by:

2.503 Posts

View All Posts
Follow Me :

Deja una respuesta

Tu direcciĆ³n de correo electrĆ³nico no serĆ” publicada. Los campos obligatorios estĆ”n marcados con *