Interacción social en entornos digitales. Por Camilo García

Interacción social en entornos digitales. Por Camilo García

Evolución mediática y crisis ciudadana

Las cosas no sucedieron según el plan. La promesa emancipatoria de la Web 2.0, a inicios del siglo XXI, como un espacio descentralizado de ampliación de la esfera pública y colaboración entre individuos no se cumplió. Al menos tan románticamente.

El ideal de participación horizontal de la mano de tecnologías digitales interactivas no solo fue desmentido por la actual concentración en cinco poderosas empresas que comercian con nuestros datos: Google, Apple, Meta, Amazon y Microsoft. También porque las propias interacciones de usuarios en plataformas no han tenido como consecuencia la construcción de democracias más robustas ni de consensos más sólidos.
Si bien es cierto que las redes sociales son el campo de acción de distintos movimientos (por ejemplo #NiUnaMenos), también se convirtieron en entornos privilegiados para la emergencia de narrativas de odio, circulación de información falsa, negacionismo y vaciamiento del discurso. Un conjunto de fenómenos que muestran la imposibilidad de las sociedades de gestionar los conflictos colectivamente a través del diálogo. Si por definición comunicar significa “poner en
común”, la paradoja de estos tiempos es que nunca estuvimos tan comunicados ni tuvimos tan poco en común.


El optimismo ciber-utópico llevó a olvidar algo que sabemos de hace tiempo: las tecnologías no son neutras. Toda técnica está cargada de ideología. Su diseño responde a determinados ideales y valores. Cualquier artefacto, por más simple que se muestre, habilita determinados usos y hábitos, promueve determinadas prácticas y clausura otras. Entonces, la tecnología posee una dimensión estrictamente política. Las sociedades moldeamos nuestras técnicas, pero ellas también nos moldean a nosotros.

Para el filósofo canadiense Marshall McLuhan, Europa no fue la misma después de la imprenta, que contribuyó a la fragmentación del pensamiento. Muchos años antes, Lewis Mumford ya advertía que la generalización del reloj había cambiado la percepción del tiempo, como algo “medible y mecánico”, promoviendo hábitos de abstracción y cuantificación, esenciales para la construcción del sujeto capitalista moderno. La experiencia de ciudadanía no fue la misma antes o después de la radio que aportó la vivencia de masividad en simultáneo entre habitantes de una misma nación.
En tiempos en que la mayoría de nuestra vida social y política sucede en entornos digitales, ¿de qué modos la lógica de las redes y plataformas condiciona nuestra experiencia de socialidad ciudadana? ¿Cómo vivimos nuestra relación con los demás desde pantallas interactivas? ¿Qué significa entrar a lo público a través de medios
sociales?
A la hora de pensar cómo coevoluciona la cultura con los medios pareciera que la propia estructura y funcionamiento de las redes sociales presentan obstáculos para el ejercicio del diálogo y el intercambio de argumentos diversos entre individuos. Se pueden mencionar al menos cinco aspectos en este sentido:

1 CANTIDAD SOBRE CALIDAD.

La lógica de la socialidad en redes sociales como Facebook y Twitter se rige por lo que la investigadora holandesa José van Dijck denomina en su libro de 2013 “principio de popularidad”. Según propone, los sujetos valen por la cantidad de contactos que tengan. Esto implica que el entorno premia la cantidad de conexiones y reacciones generadas por encima de la calidad de cualquier contenido.

2. VÉRTIGO DE LA MOVILIDAD.

Una segunda variable también mencionada por Van Dijk está dada por la velocidad de respuesta requerida. Los dispositivos móviles nos incitan a recibir, pero también a producir información al instante, estemos donde estemos. La movilidad produce vértigo: no hay demasiado tiempo para pensar y elaborar argumentos, favoreciendo evaluaciones instantáneas y emocionales.

3. DISOLUCIÓN DE JERARQUÍAS.

El enorme volumen de información y la propia organización espacial de las redes, que colocan cualquier contenido al mismo nivel, lleva a que cueste distinguir lo falso de lo verdadero, lo racionalmente sustentado de lo visceral, lo trivial de trascendental, los perfiles fake de las personas reales. Estos ambientes se vuelven particularmente hostiles para la evolución de cualquier conversación.

4. ALGORITMOS Y FILTROS BURBUJA.

La idea de que los medios digitales nos conectan con todo y con todos es ilusoria. A diferencia de los medios de broadcasting tradicionales, que ofrecían el mismo mensaje a las grandes mayorías, las plataformas digitales interpelan a usuarios particulares: personalizados y filtran lo que vemos a través de algoritmos. Bajo mecanismos desconocidos, estos entornos procesan nuestros recorridos, intereses, opiniones, para mostrarnos determinadas porciones de información, invisibilizando otras.

5. POLARIZACIÓN

Junto con el filtro algorítmico, que nos ofrece información en función de lo que ya conocemos y valoramos, la lógica del like: <me gusta-no me gusta> tiende a producir encapsulamiento entre posturas antagónicas. El mecanismo de interacción “sí-no” elimina los grises, los espacios de contacto y negociación, ubicando al sujeto en una posición de total adhesión o total rechazo frente a una cuestión. La falta de contacto con lo diverso obstaculiza el arribo a nuevos puntos de vista por fuera de lo que ya se piensa.
En la lógica de las redes se erosiona la experiencia de lo común, en tanto espacio público de construcción de consensos que permiten convivir a pesar de las diferencias. La interacción social mediatizada a través de estas plataformas no requiere necesariamente el diálogo entre posiciones diversas y variadas. Ciudadanos y usuarios no son términos intercambiables.

Con esto no se quiere afirmar que los medios sociales son responsables de aniquilar la convivencia ciudadana moderna. La desciudadanización es parte de un proceso de crisis mucho más grande ligada a la falta de representación de instituciones clásicas. En 2020 Néstor García Canclini se refirió al tema. No obstante, si bien las tecnologías no determinan el modo en que vivimos, tampoco son inocentes actores en el devenir histórico social.
No se trata de sostener una actitud apocalíptica frente a la novedad, sino incluir críticamente la arquitectura de los medios sociodigitales (no solo su contenido) como una de las variables que afectan la calidad democrática.

Hay una frase que dice: “cuando solo se tiene un martillo, el mundo es un clavo”. En este sentido, construir ciudadanía es también preguntarnos por las tecnologías que nos construyen.

En “Mil palabras para entender los discursos de odio” https://www.editoresdelsur.com/publicaciones-digitales/

Camilo García es licenciado y profesor en Comunicación social (UBA) y Master en Comunicación Digital e Interactiva (UNR).

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