El cansancio de Mirta. Por Julieta Calderone

El cansancio de Mirta. Por Julieta Calderone

Mirta,de 75 años, cepilla su largo cabello gris. Lo hace con ahínco, como tironeándose y se mira fijo en el espejo. En su rostro hay manchas.

Se oye el cacareo de las gallinas afuera. Todo es campo.

Sale de la casa dirigiéndose directo al brasero, ubicado al lado de la mesada y de la bacha. Lo enciende, coloca una olla con agua a hervir y marcha hacia el gallinero.

Sus pies firmes avanzan mientras observa a las aves, elige una y con sus brazos ligeros, también manchados, se abre paso entre los sembrados altos.

La gallina elegida corre nerviosa, da aleteos, esquiva la vegetación en zigzag. Los cerdos en el chiquero lindante gruñen. La gallina ajetreada tropieza con una piedra y cae. Las manos de Mirta la levantan y sujetan del pescuezo dándole numerosos giros violentos en el aire hasta el desmayo.

Camina con el ave colgando. La coloca sobre la madera de la mesada, con una cuchilla le corta la cabeza y la lanza a los perros expectantes alrededor que se la disputan mediante gruñidos y mordidas.

La olla hierve, emana mucho vapor. Se arremanga e introduce al ave dentro. El cuerpo sumergido convulsiona entre el agua burbujeante que desborda.

En el comedor de la casa, su marido Cacho de unos sesenta años, juguetea con dos canicas de vidrio – símiles a los ojos de las gallinas -, las pasa de una mano a otra, impaciente, arriba de la mesa ya preparada para el almuerzo. Mira vigilante el reloj de pared que marca las once.

Afuera, bajo la canilla abierta Mirta pela al ave velozmente, da un cuchillazo a sus patas y las lanza a los mismos perros que se la disputan de igual manera que a la cabeza. Cacho en el comedor ve que el reloj marca once cincuenta y cinco, su ceño se frunce, carraspea y cruje los dedos.

Exactamente a las doce llega su esposa cargando una cacerola, la ubica en el centro de la mesa, en el plato hondeo le sirve caldo de gallina, en el playo va una buena presa del ave acompañada con verduras hervidas; luego comienza a servirse a ella.

Cacho pasmado, observa que su porción tiene un rezago de pluma pegado al hueso. Ancla su mirada en la pluma, aprieta la mandíbula hasta el crujido, abre los ojos exageradamente, golpea con el puño la mesa provocando que se vuelque parte del caldo y mira a su mujer con ira. Mirta nerviosa traga saliva. Cacho grita: “¿¡una pluma!? Me das de comer una pluma…hija de puta. ¿Ves que sos una vieja podrida? Cométe vos esta pluma, ¡suciaaaa! “

Se levanta de la silla dando un sacudón que voltea todo por el aire, por el piso. Con el mismo impulso le da un cachetazo duro a Mirta que grita dolorida, rebota contra la pared, se le salta la dentadura postiza, cae al suelo y ella también, junto a las roturas. Arrodillada junta.

Él tiene cara de asco. Se ajusta el cinturón que tiene una hebilla grande de acero, pisa las roturas y los líquidos, le propicia a su esposa otro golpe, ésta vez de coté y diciendo: “me cago en Diooos”, va hacia la puerta. Mirta se queja sujetando la oreja herida y retorcida mira a Cacho traspasando la tranquera en su camioneta. Suspira, se levanta, coloca la dentadura dentro de un vaso y va hacia el galpón. Oye mal. Un cacareo de gallinas, un crujir de vidrios, un me cago en Diooos, se le mezclan entre los sonidos del campo y de los animales. Mete algunos pedazos de vidrio en un trapo formando una bolsita, a la cual golpea y machaca por todos sus lados contra el mármol.

Amanece. Se peina, se coloca la dentadura, sale, en un único y exacto movimiento caza una gallina, la cocina y sirve.

Cacho saborea gustoso el guiso. Ella come lento y toma un trozo de pan. Cacho está a punto de introducirse otra gran cucharada en la boca pero suspende la acción mirando a su mujer con desagrado.

Le dice: “Qué hacésMiiirrtaaa…no ves la panza que tenés… ¿te pensás que te queda lindo? ¡encima de vieja, gordaaa!”. Tiene de nuevo cara de asco; pero come con ganas. Tose. Carraspea. Toma vino. Mira a Mirta y se le cae la cabeza dentro del plato. Ella come pan lentamente, de a bocados grandes. Cacho cae al piso, convulsiona unos minutos y muere.

Mirta se levanta, sale y entra con una carretilla en la cual carga a su esposo y con éste colgando sale de nuevo. Avanza directo al chiquero. Se da cuenta que no oye…ni el sonido de la carretilla andando, ni los gruñidos de los cerdos, ni el cacareo de las gallinas, ni el graznido de los gansos, ni los ladridos de los perros, ni el canto de los pájaros, ni a las chicharras, a los teros, al viento ni a cualquier cosa que se a para oír. 

Entra al chiquero y vuelca de la carretilla a Cacho. Se dirige al gallinero, carga en el trayecto una reposera, entra y se sienta. Come pan que va sacando de los bolsillos de su delantal, da de a trocitos a las aves, todas las rodean, disfrutan. Ella también.

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