Dos cuadras. Por Raúl Kersenbaum

Dos cuadras. Por Raúl Kersenbaum

Esteban cruza la puerta vaivén del teatro y se detiene debajo de la marquesina. Mira a ambos lados de la calle. Ni un alma. La lluvia brilla a contraluz del farol que ilumina la esquina.

Puta, no traje piloto, piensa mientras se levanta el cuello del saco y se echa a caminar apurado con las manos en los bolsillos. Mejor voy más despacio, a ver si creen que estoy en algo. Siente las gotas sobre la cara y aminora el paso. Igual les puedo decir que andaba rápido por la lluvia, aunque mejor les digo que estaba en el teatro y que me olvidé el piloto. No, mejor lo del teatro no. Lo que sí me van a pedir es el documento y se lo voy a dar. Se palpa los bolsillos por quinta vez en el día para estar seguro de que tiene el documento. ¿A dónde va, de dónde viene? Vengo del teatro, se lo tengo que decir, y voy a mi casa… No, mejor, vengo del teatro de la otra cuadra, soy actor y voy para mi casa, allá… No, mejor lo de actor no, seguro que no les gusta, seguro que nunca van al teatro. Seguro.

Antes de llegar a la avenida, Esteban cruza Rodríguez Peña sumido en sus pensamientos. No, primero me van a pedir los documentos, entonces se los doy y me van a mirar y yo voy a estar tranquilo ¿total?, yo no estoy metido en nada y me van a dejar ir sin problemas.

Una vez en Corrientes, camina hacia Junín. Casi no hay movimiento en la calle, sólo unos pocos autos y un 60 vacío. Un hombre se acerca en sentido contrario. Esteban apenas lo distingue entre las sombras que proyectan las hojas de los árboles y se mantiene cerca de la pared. Cuando se cruzan lo espía por el rabillo del ojo y recién siente alivio al oír que los pasos se alejan.

Menos mal que hoy llueve y seguro que no salen a patrullar. ¡Puta, siempre lo mismo! Pero si yo sé qué decir: vengo del teatro de la otra cuadra y voy a mi casa, casi en la esquina. Nos va a tener que acompañar. Bueno, déjenme avisarle a mi esposa, acá nomás, a media cuadra… No, no me van a decir eso, ¿por qué me van a llevar si yo no tengo nada que ver con nada?

Esteban recorre los últimos metros que lo separan de su casa ya con las llaves en la mano. Entra y cierra la puerta. Soy un boludo, todas las noches lo mismo, me preocupo al pedo.

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