Verde Tortuga Titilante. Por Araceli D´Amico

Verde Tortuga Titilante. Por Araceli D´Amico

                                                                                         “La verdad es una herramienta de sanación que se articula con la palabra dicha. Deciles siempre la verdad”

Yo nena, yo princesa.

Película Argentina, 2021

Terminaba el mundial 86’ y la euforia instalada en cada rincón de la Argentina haría que la imagen de Diego Armando Maradona levantando la copa, quedara grabada para siempre en el ADN nacional.

Con esa misma intensidad de impresión sobrevivió en mí una sensación muy parecida por el estigma, pero no, por lo gratificante.

 Con mis compañeros de 7mo. grado fuimos los primeros en “estrenar” la primera computadora que llegó al colegio ese mismo año. 

Una tarde de primavera nos llevaron de a dos o de a tres a un sala ínfima y oscura para mostrarnos la única máquina de pantalla gris redondeada y luego en nuestra aula nos dieron las instrucciones para hacer mover en ella a una ¡tortuga verde!

Con muchísima alegría y entusiasmo llegué a mi casa y mientras tomaba la leche pensaba y ya escribía algunas coordenadas: AD adelante AT atrás D derecha I izquierda, cuestión que me di cuenta que solo me llevaría a moverla en horizontal o vertical.

Pero yo quería más de esa tortuguita. Entonces hice todas las anotaciones cual científico encerrado en su mente/cerebro/laboratorio y creé una, capaz de dibujar con su cuerpecito, un espiral.

Probé mi matriz haciendo mil y un dibujos durante días.

No podía ver el resultado hasta la semana siguiente, pero estaba muy segura, MUY SEGURA, que mi tortuga no iba a hacer lo mismo que las demás.

Pensé en Alfredo, el “traga” del grado. ¿Habrá hecho algo parecido? (Alfredito le decíamos)

No creo, él respeta muchísimo las reglas; yo, no.

Llegó el día. Cuando nos tocó ir a la sala de computación a probar nuestros diseños, nos separaron en grupitos. No recuerdo con quienes de mis compañeros entre en esa especie de sarcófago cibernético. Sí recuerdo que no fui la primera en presentar.

Aproveché y miré con atención las instrucciones comando y los movimientos producidos por las titilantes tortugas verdes de los otros. Diseños lineales. Todo igual. Lo que habían pedido.

Me toca el turno.

 Me siento y saco mis anotaciones (con el dibujo) y las escribo excitada y un poco nerviosa pero llena curiosidad. Expectante.

Tardé mucho más que mis compañeros y eso ya inquietaba a los profesores que nos miraban atentos.

Cuando toqué la tecla ENTER y la tortuga efectiva y rigurosamente dibujó la espiral, inacabada pero espiral al fin… se produjo un silencio inaudito y sepulcral. Digno del lugar donde nos encontrábamos.

Dos miradas superiores que no estuvieron dirigidas a mí, hicieron que cambie inmediatamente mi postura física, mental y emocional. Me invadió la vergüenza y la culpa porque uno de los adultos me sacó de la sala sin hablarme ni mirarme. Fue tal el shock que tampoco dije algo. Niña rebelde interrumpida, soslayada, y ahora, reprimida. Quédate así por los siglos de los siglos amén en ese colegio de curas. Y no digas ni hagas nunca más nada que lo que se te pide que digas o que hagas. Ese fue y es el mensaje encriptado y grabado a fuego de esta escena/recuerdo/sangre.

Lo demás es nebulosa confusión, ambivalencia y la eterna sensación de haber hecho algo tan mal tan mal que no merecí ni siquiera una palabra.

Araceli Virginia D’Amico

Más información en: https://serapndconfesiones.blogspot.com/2024/01/

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