Carta abierta de Mireia Gallego a observar la historia de una manera objetiva

Carta abierta de Mireia Gallego a observar la historia de una manera objetiva

Mi trayectoria como divulgadora me ha permitido siempre observar la historia de una manera objetiva, intentando desprenderme de los presentimientos en los que muchas veces tendemos a caer. No es una tarea fĆ”cil. Desproveerte de aquello que ha formado parte de tu Ć©tica y educaciĆ³n es un ejercicio de contenciĆ³n constante. Aun asĆ­, analizar los diferentes contextos polĆ­ticos que desembocaron en los acontecimientos histĆ³ricos que todos conocemos, sirve para constatar que todo se repite y que la historia no es que sea cĆ­clica, sino que las miserias humanas son esencialmente las mismas. En un mundo en el que las humanidades han dejado de ser necesarias en los Ć”mbitos educativos y en el que el pensamiento crĆ­tico ha sido substituido por la tecnologĆ­a, no para complementarse sino para suplirla, nos aboca irremediablemente a un futuro donde el ser humano no utilizarĆ” su razĆ³n para cuestionarse sus sociedades, mĆ”s bien seguirĆ” obediente a su amo como las reses sometidas y azuzadas por el cayado de quienes les rigen. No hay mayor tesoro a uno mismo que el cultivo de la mente, leer hasta cansar la vista, pensar hasta fatigar cada neurona que despertamos. Los antiguos griegos, pioneros en el estudio de la razĆ³n y la ciencia, entendieron que ambas disciplinas son indisolubles en el ser humano, si no somos capaces de educar a nuestros hijos en la historia, en la literatura, en la mĆŗsica o en el arte, les estaremos engrilletando hasta el fin de sus dĆ­as, haciĆ©ndolos vulnerables, maleables y solĆ­citos a cualquier temerario que ostente el poder aunque Ć©ste no lo merezca. Condenados a repetir el pasado, sĆ³lo nos queda agitar los hombros de nuestra sociedad, gritar hasta desgaƱitarnos para que la conciencia asome y no dejarnos llevar por los mensajes que nos venden, salivados y masticados para que sean ingeridos sin apenas esfuerzo. El mundo jamĆ”s ha estado tan perdido ni ha transitado hacia un horizonte tan imprevisible. Hagamos de nuestras casas, calles y barrios un espacio de libertad, donde la creatividad impere sobre el poder, las tertulias suplan a los gritos y los pinceles sustituyan las armas. No es una cuestiĆ³n de dinero, es la voluntad del hombre para hacer de nuestra tierra un hogar y no un lugar, izar el pensamiento como Ćŗnica bandera para respetarnos y hacernos libres.

Mireia Gallego es divulgadora de historia antigua y escritora

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