Carta abierta de María Martha Chaker sobre el odio

Carta abierta de María Martha Chaker sobre el odio

Las últimas semanas me tocó atender a personas con cuestiones judiciales en algunos casos muy complicadas, lo que me llevó a estas anotaciones desordenadas acerca del odio, que aquí les comparto. El odio es una fuerza constante, y como tal une, nunca separa. Por eso muchos matrimonios terminan en tribunales años y años, en una especie de “guerra de los roses”. El amor en cambio, antes que constante, en todo caso puede ser estable. Por eso a veces alguien puede aburrirse y equivocadamente lee eso como signo de que se terminó el amor. En muchos casos, es al revés. Si podemos aburrirnos o dormirnos con alguien, es porque el amor y la confianza funcionan. En el terreno del odio no hay aburrimiento, porque es un infierno en el que dormirse o aburrirse parece que pone en riesgo la vida misma (a veces de modos metáforicos y otras veces, como el caso de algunos crímenes, de modo literal). Esa atmósfera está muy bien lograda en un film que era muy conocido en mi adolescencia, que se tradujo como “Durmiendo con el enemigo”, con la bellísima Julia Roberts. No hay forma de negociar con el odio. El que odia, enraizado en la más profunda envidia, no quiere ningún objeto o valor que sea posible de ceder por quien es odiado. No quiere nada del orden del “tener”, y por eso es innegociable. El que odia va por todo, quiere llegar al “ser” del otro, destruirlo, comérselo. Claro que como esto es imposible, si el que odia alguna vez logra parcialmente su cometido, por ejemplo que el otro de verdad se muera, suele, acto seguido, enfermarse o morirse también, ya que su triste y efímera existencia sólo cobraba sentido en aquella fuerza constante y caníbal dirigida a aquél ser que está más allá de cualquier “otro”. En muchos casos se apela a la justicia, las perimetrales, etc. porque efectivamente el que odia vive en un eterno presente. Pueden pasar diez o quince años, pero su odio sigue intacto. Para el que odia, las causas nunca caducan, ni hay pruebas que lo hagan claudicar en su empresa de destrucción total. Es muy raro que el que odia de ese modo deje de hacerlo. Y si es cierto que en algún momento ama (tal como lo señala la noción de ambivalencia en Freud, que cuando odia odia, y cuando ama ama), diría que es mejor… renunciar a ese “amor”. En muchos casos muy graves, las personas relatan que saben que aquél o aquella los odia, pero que cuando está en su versión amable, lo/la ama “como nadie más lo hizo”. Y esa parece ser una trampa mortal: ese amor “fuera de serie”. Porque creo que el amor arma serie, y por eso está ligado al tiempo, al duelo, y a la transmisión generacional, entre otras cosas.

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