Carta abierta de Malena Rodríguez a su tía Gretel

Carta abierta de Malena Rodríguez a su tía Gretel

Hace pocos días mi tía Gretel cumplió años. Estas palabras van dedicadas a ella. Espero que le gusten.

MI ESPEJO

Siempre me gustaba salir con ella, creo que con o sin invitación. Siempre conmigo y adornando mis travesuras de niña inquieta. Yo la veía alta, elegante, bella, con ese pelo alborotado y rubio, tan engalanada y risueña.

Mi tía Gretel nos permitía a Kenia y a mí, entrar a su cuarto y yo encontraba en sus creyones de labios, nuevos juguetes. La veía maquillarse y soñaba con ser así, tan coqueta. Me gustaba echarme sus perfumes, ponerme sus ropas y tacones, era la manera sana de sentirme grande.

Un día en una de mis andanzas por su cómoda, descubrí un pomo que llamó mi atención: crema antiarrugas y pensé que para no envejecer rápido sería ideal aplicar un poco sobre mi cara. Ay, mi madre. Cuando pasó un ratico, mi rostro estaba hinchado con tremenda erupción. Creo que eso me costó ir hasta el hospital. Desde ese día tuve más precaución.

Mi tía siempre nos disfrazaba de payasitas, nos decoraba y así alimentaba una infancia feliz. Nos compraba ropas y zapatos, nos traía chucherías, ayudaba en nuestra alimentación, eso nunca lo he olvidado. Ha sido un gran apoyo en tiempos difíciles.

Solo había algo que me preocupaba y era que se quedara sin saborear la dicha de ser madre. Gracias que Dios y otros santos escucharon mis ruegos y le otorgaron ese regalo. Ya con sus sobrinos tenía bastante para volverse loca, pero un hijo te embobece y sientes que te salen alas.

Mi tía Gretel, entonaba las canciones de Pimpinela y me llevaba a Jagua, el hospital psiquiátrico donde trabajaba y yo era feliz bailando en la carroza con muchos pacientes. Yo conocía a sus amigas y disfrutaba mucho ese ambiente. Creo que eso me forjó para entender la diversidad, para aceptar las diferencias y abrir mi corazón a otras personas con discapacidad, que no por eso deben ser apartadas. Yo comprendí el lenguaje de muchos y aprendí a comunicarme con ellos a pesar de las barreras. Ya de niña no había quien me parara a la hora de hablar, muchos me recuerdan por esa característica.

Yo tengo gran parte de la hermana de mi madre. Esa sonrisa alegre y jovial, esa fe para emprender nuevos caminos y esa paz interior. Ella me ha legado mucho, no solo lo material, sino lo espiritual, allí encontramos el verdadero valor. Ella me enseñó a ser paciente porque si algo me gustaba, como un reloj de ella u otro objeto, no me lo daba rápido, sino cuando ya me había olvidado de mi propósito. Me decía: Niña, mira que tú eres persistente, pero debes aprender a esperar.

Un día me regaló una foto y me la dedicó: Recuérdame para mirarme, pero no me mires para recordarme. Tía, aunque yo no tuviera una instantánea tuya, siempre te llevaría en mi corazón, nunca te olvidaría, porque siempre has estado ahí cuando más lo he necesitado. Has sido madre, amiga, confidente. Gracias por existir. Prometo ayudarte y velar por tu vejez, esa será mi gran gratitud.

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