Carta abierta al presidente de Chile, Gabriel Boric, en nombre de los turistas que buscan disfrutar de ese país

Carta abierta al presidente de Chile, Gabriel Boric, en nombre de los turistas que buscan disfrutar de ese país

Es muy difícil entender que a esta altura del Siglo XXI los viajeros deban soportar hasta 10 horas de cola para ingresar a Chile, el mismo tiempo que si viajaran al Caribe en avión.

Desde mediados de diciembre pasado y hasta esta primera semana de enero miles de mendocinos, y argentinos en general, lo han mencionado a usted en sus oraciones heréticas. Espero sepa disculpar a esos exaltados que en las redes sociales mezclan a las madres de los funcionarios con la tarea política de sus hijos.

Sin embargo, la mayoría de los quejosos (con causa) son gente educada pero decepcionada. Quieren vacacionar en su hermoso país y se sienten maltratados. No pueden entender que a esta altura del Siglo XXI deban soportar entre 5 y 10 horas de colas en el sector chileno del complejo Los Libertadores para poder acceder a la patria de Neruda, una tierra que su Himno, Presidente, define bellamente como “la copia feliz del Edén”.

Las demoras por la falta de personal son un formidable contrasentido siendo que su país cuenta con un nuevo y excepcional edificio de la Aduana chilena. Programado para atender en 18 casetas en temporada alta turística, como la actual, los turistas se encuentran a diario, salvo los fines de semana, con que sólo funcionan 5 a 7 casetas.

Los viajeros sienten que las autoridades que están bajo su comandancia, señor Presidente. tanto en Aduanas, como en Migraciones y el SAG (Servicio Agrícola Ganadero) de Chile, pecan de falta de un adecuado criterio. Y se preguntan de qué sirven esas repetidas reuniones binacionales que se realizan todos los años y de la cual sale un rosario de promesas de que se van a acelerar los trámites aduaneros en su territorio y en la Argentina.

Funcionarios de las cancillerías de ambas repúblicas presiden esas reuniones cuyas decisiones se desoyen en la cumbre de la Cordillera de los Andes.

Allí, en esas soledades que son parte del cielo, lejos de los despachos alfombrados de los ministros de Relaciones Exteriores, parece imperar lo que nosotros hemos llamado el Estado Independiente de Alta Montaña (EIAM), un ámbito de burocracia rebelde plagado de despropósitos, plantones y demoras absurdas, que está pidiendo a gritos que los gobiernos formales de ambos países se ocupen de desactivar.

Todos los años asistimos a un perverso juego de culpas que se arrojan los aduaneros de ambos países. Que Argentina manda poco personal de AFIP. Que Chile trabaja a reglamento. Que los del SAG son más papistas que el Papa. Que a mí no me va a mandar un aduanero de otro país. Y así. Falta un árbitro ahí. Una cabeza con sentido común.

Los viajeros que por estos días soportan las diez horas de espera -como si estuvieran viajando al Caribe y no a playas trasandinas que quedan a 400 kilómetros de la ciudad de Mendoza- no se están quejando de nada nuevo. Todos los años, desde hace décadas, pasa más o menos lo mismo.

Es un ejemplo chirrianfe de cómo la política de dos países puede ser descaradamente ineficiente.

Y usted sabe mejor que nadie, Presidente, que a ambos lados de la Cordillera han pasado gobiernos de derecha, de centro, de izquierda. Gobiernos de dictaduras y de gestiones constitucionales. Y ninguno ha podido darle una solución.

Lo que está pasando en el complejo binacional Cristo Redentor es vergonzoso. Es tomarle el pelo a los viajeros. Mofarse de ellos. Muchos de los afectados coinciden en sentir que los aduaneros disfrutan con hacerlos sufrir.

De una vez por todas es necesario que las más altas instancias de Chile y de Argentina se pongan de acuerdo para mandar veedores imparciales al cruce internacional Cristo Redentor.

Con mucha facilidad comprobarán cuán fuerte está enquistada esa maldita costumbre de romperle los nervios a miles de personas que van a dejar plata en una u otra nación, gente pacífica que, en su inmensa mayoría, sólo tiene la sana intención de disfrutar unos días de descanso y de renovar el cuerpo y el alma.

Lo saludamos, señor Boric, con alta consideración. Y lo esperamos por Mendoza. Si viene por la ruta internacional, sugerimos que lo haga de incógnito, para comprobar con sus propios ojos lo aquí expresado.

Fuente: Uno

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