Caminar durmiendo. Por María Margarita Pérez Vallejos

Caminar durmiendo. Por María Margarita Pérez Vallejos

Veredaprosa

Hay días en que se despierta más cansado que si se hubiera corrido una maratón nocturna. Que sin darnos cuenta, dejamos nuestras tibias sábanas para levantarnos, ducharnos y vestir deportivamente, sin saber a qué hora decidimos dejar nuestro descanso para hacer tamaña locura, si al día siguiente los deberes están esperando.

Así me siento hoy. Como si recién llegará de un día difícil y me estuviera acostando.

Alguien diría: “Es que el descanso, después de “cierta edad’, no se consigue completo y los intereses van sumando, algo así como una deuda repactada que no se termina de pagar”. Pareciera que así nomás es. Se trata de un deseo de dormir interminable, que no importa cuántos días de inconsciencia sean, sólo es olvidar que hay que continuar porque “a cierta edad” se necesita quedar en blanco un poco más, que nada será suficiente, que llegará un momento de dejar el pijama en forma veloz y entrar a ponerse bajo la ducha fría para despertar.

Personalmente pienso que hoy nos cansamos más, pero no tan sólo quienes tenemos una cierta edad. Yo creo en el cansancio de todos y lo respeto sin fijarme en los años. Hay jóvenes muy cansados y para evadirse se valen de pastillas, gaseosas energéticas y otra forma de escapar de la abulia ante la vida que indiferente no se detiene y corre como un río pequeño al principio. Que se agranda cuando va sumando afluentes y la fuerza se hace mayor. Arrasa con todas las etapas porque hay instantes en que se camina casi durmiendo porque la personal porción de río pasó y la jornada no está terminada.

Pienso y me calzo los zapatos de quienes como esclavos no tienen derecho a un reposo. Que trabajan hasta reventar porque todo está difícil en forma transversal, entonces, por un trabajo hecho a medias, hay cientos esperando para hacerlo bien. Así funciona el sistema porque hoy no hay personas, sólo somos números bien destacados en el libro de los días, que somos controlados hasta cuando pasamos a un baño. Si no han visto eso o si para algunos no es creíble, observen su móvil y sabrán cómo está marcada su entrada al Mall y su giradita a la izquierda o derecha, dependiendo por qué lado entre. También puede haber sido en otro lugar.

Tuve la dicha de vivir cuando éramos libres todo el mundo y con suerte había un teléfono en casa para avisar si llegábamos un poco más tarde. Hoy se llama hasta para preguntar: “¿Qué marca prefieres o cuántas hamburguesas de soya llevo y qué más falta?” desde el supermercado. La falta de libertad nos hace sobrecarga y pesan las piernas porque hay que llevar de lo que se pueda porque está más barato, porque es verano y el sol tampoco es el agradable sol de antes y quema. Los gases que circulan en la atmósfera, ensucian nuestro aire, nos quema la piel y nadie ya está escapando a las molestas alergias que no permiten ni arreglarse un poco la cara porque todo lo químico es nocivo ante ellas. Esperar su ciclo es lo que queda y Bienvenido el siguiente.

En Ucrania la gente debe trasladarse de sus lugares como si fuera así de fácil porque no existe calefacción creada que pueda entibiar sus cuerpos y es más, adiciona la sobrecarga de la guerra, de las constantes invasiones al territorio ya destruido. Es que nadie tiene siquiera un lugar adónde huir. Es un paréntesis para aclarar que no sólo el verano daña. Que estamos viviendo las extremas situaciones soportables para el ser humano.

Uno mi cansancio de hoy para sumarlo a todos los cansados a ver si juntos, de alguna manera, le sacamos algún provecho y hacemos como si fuera basura reciclable, que será aprovechada, trabajada y convertirla en materia reutilizable para crear o construir edificios de vivienda o barcos pesqueros para los pequeños trabajadores de la mar que no poseen más que su embarcación y sus redes para pescar. No digo pequeños de tamaño, sino porque es uno de los trabajos más esforzados y sufridos que yo conozco. Se debe ser bien hombre para soportar el genio parecido al de todas las mujeres de su dama: -la mar- en femenino.

Se debiera hacer mezcla de buena calidad de todo lo que molesta, nos agota, nos daña en el rendimiento y terminamos siendo menos productivos para que a otros les sirva. Como un donante de órganos. A esa persona no le servía, estando sano el riñón, la córnea, etc., pero a otro ser humano sí le sirve para seguir viviendo.

No hay que cerrar los ojos ni tampoco ser alarmistas, pero hay que darse cuenta que nuestro mundo no está limpio. Está contaminado de suciedades de todas las malsanas invenciones y a veces pienso que si nos cuidamos por dentro, también contamirá el alma, se hará cansada y estaremos perdidos.

Mi abuela y los abuelos de muchos pasaron los noventa años, habiendo parido todos “los hijos que Dios les diera” y trabajaron hasta los últimos días de su vida. Nos tocó vivir este mundo y a algunos nos sobrepasa en la edad que sea.

El mundo salve al mundo.

Escribir hoy salvó mi día, se me fue el cansancio y sólo por obedecer a mi pensamiento y pensando no sólo en mí, sino en todos quienes sufren de alguna forma, un cansancio que sólo quiere tenerlos en cama. Ese remanso no es bueno. ¡Vamos!

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