Apego. Por María Margarita Pérez Vallejos

Apego. Por María Margarita Pérez Vallejos

El desapego es casi una reacción física, así como si marcara una línea, de esas tantas invisibles que existen, pero que poseen la fuerza tan imperiosa de decir ¡Basta! Hasta aquí llega mi aguante. Casi algo así como viajar de ilegal hasta otro país y se pasa al primer lugar de revisión de documentos, nada tan exigido y con sólo eso, se continúa a la próxima oficina de Aduana o Extranjería. Aquí, en estos lugares que son más custodiados por servicios especiales del país al que se pretende entrar, con perros adiestrados que huelen la ropa, el equipaje y así, algunas cosas extrañas que impiden el paso y son deportados a sus lugares de origen.

Así mismo es el amor. Hay personas que cometen el error de mentir y son sorprendidos.  Como se ha tomado un cariño de verdad que esa misma persona se ha encargado de mantener encendido, pasa la primera oficina, (groso error porque no se debe disculpar ninguna), se sigue a su lado, pensando que, bueno -es la primera vez, qué tanto- y se continúa como dando tiempo y espacio para que pase a la segunda con las revisiones que vienen (ojalá no sucediera). Un tiempo, relativamente bien, porque nadie tiene el tiempo para andar de investigadora y sobre todo en las redes sociales, menos aún cuando aparte de las redes, se tiene una vida fuera de muchos deberes y obligaciones, se confía, se da otra oportunidad en nombre del tan manoseado Amor.

La persona que miente es habitual que no lo haga una vez, sino siempre, entonces, quienes nos enamoramos, cerramos los ojos a esa realidad porque absurdamente se nos pasa por la cabeza -que con nosotros va a ser diferente- pretensiones tontas, no sé si por conservar el sentimiento, para no quedar solos o por creernos irresistiblemente intocables y que sí nos va a querer y que sí nos va a respetar. Llega a la segunda oficina de Aduanas, entre que sí hay cosas extrañas: retrasos, desatenciones y  la tercera para hacerla bien corta, hay sí que se encontró todo: Papeles falsificados; documentos alterados, olores desconocidos y ¡ya! y no es que sea la segunda o tercera oficina, es como la veinte, entonces “cuero de chancho” y a darle sus buenos jalones al corazón que se pone a hacer pucheros porque se va a quedar solito, que esa persona no va estar más porque ha sido deportado del alma y al alma sí que no puede regresar porque se dejaría la persona de respetar a sí misma o se viviría condenada a un amor tóxico que hará la vida miserable porque que va y regresa cuando se le dala gana a hacer las mismas bajezas porque sabe que al fin todo se le perdona.

Con dolor, es posible que se siga amando un tiempo y respetando el espacio del duelo, pero eso depende de uno mismo. La vida está abierta a posibilidades nuevas y no necesariamente debe ser otra pareja. Hay muchas cosas que aprender, estudiarlas, realizar nuevos proyectos para continuar la vida fructífera y ser realizados en las cosas que sí, no van a traicionarnos ni mentirnos porque las estamos trabajando nosotros y para nosotros mismos.

El apego nos desgasta, no sabemos qué se viene al día siguiente con una pareja insegura. Incertidumbre que no nos permite un sueño reparador y que no rendimos en nuestra vida corta y para algunos, más corta todavía.

¿Qué cuesta? Obvio que sí, pero lo que conseguimos tiene mucho más valor y somos personas íntegras sin depender de un mal sentimiento. Si está escrito que venga uno mejor, sin ansias, lo aguardamos y al que deportamos le deseamos que le vaya bien y no porque seamos tan buenas, si lo único que queremos es que nos extrañe y sufra, pero ¿saben? Eso juega en contra y entonces, nuestra última frase es: “Que te vaya muy bien” y ni lloramos porque con una persona así, ya lo hemos llorado todo. Es cansancio.

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