8 poemas de Juan Botana

8 poemas de Juan Botana

Muerte a crecer

El mar teje el tiempo dorado por el sol o las olas,

envolviendo azules en la orilla de playa.

Una niña jugaba

en el círculo de espuma que se abría

en dos.

Es el viento o la bruma que agitan

sus sueños de olas gigantescas,

de castillos de arena que vienen de Asia.

Un balde y una pala hacían de anzuelo.

Y el cielo o se esconde o se divierte.

Vertical, como el padre que estaba.

Y eso que está un poco encorvado,

sufre de mareos

y hasta peina canas.

Y no quiere crecer. Y moriría por eso.

¡Si no como se explica una hija tan linda!

Cómo le gustaría congelar el tiempo,

y hundirse de una con ella en la playa.

Detener el cielo.

Acercar el oído a un caracol y el caracol al agua.

Y escuchar océanos,

enjambres de peces,

ballenas gigantes

y por qué no canguros

y hasta incluso jirafas.

Como cuando éramos chicos y nos conformábamos con poco. O imaginábamos todo.

Cuando un pozo de playa nos llevaba hasta Australia.

Volver a Marx

Siempre tendré la poesía como excusa.

Tendré las flores más rojas. Un recuerdo vivo.

Tendré al hombre y no a Dios.

Los muelles en la arena de la isla de Cuba.

Las torres del Paine.

Otra chica abusada llorando en la ciudad.

Siempre habrá un nuevo facho restringiendo accesos

y otra selva en llamas.

Bonistas que compran y venden nuestras ganas.

Pueblos rotos por el hambre y la pobreza estructural.

Puedo decirles a otros, aunque yo no lo crea.

Que hasta el día más triste se termina a las doce.

Que hace 170 años lo advirtió Karl Marx.

Que su diagnóstico aplica también para Latinoamérica.

Siempre me quedará Martí y odiar las fronteras,

la infancia en peligro,

las injusticias, la deuda externa, la explotación.

La Plaza de Mayo, la libertad y esa igualdad que no llega.

El amor para siempre y el sueño de revolución.

Todo eso de lo que yo debería escribir en mis poemas.

Si no te vas.

El texto es reversión de “Opción B” de Benjamín Prado

Esta mañana

Maderas acostadas por la lluvia y el viento

guardan mi corazón como un silencio

y no me importan mis dudas ni mis ansias

si no otra hoja que cae con el viento

y ese golpeteo de gorrión en la mañana

para ponerme a resguardo bajo techo,

mientras la poesía se mezcla entre las chapas

y deja las hojas y al gorrión al descubierto.

Es ahí cuando el poeta se calla

y que los damnificados de tanto mal hablen por ellos.

Mil lunas

Se fue como quedan los poemas

Conté mil lunas creyendo

que si llegaba a la última producía el milagro.

Conté mil lunas de a una

y pinté su pelo de color naranjo.

Cuando el gris de la vida

tapó los colores

de una de las vidas que más quería

y recordé que los dioses

no curan en sábado.

También

No tenemos nada en común

sino el camino

un tronco de árbol

el suicidio de las flores en invierno

el mar azulverde

las nubes.

Mirarnos a los ojos

también.

No tenemos nada en común

sino el camino

pinotea

el run run de los sueños por las noches

las azaleas que entran por las ventanas con el sol

y un amor.

Y un dolor cenizo

también.

No tenemos nada en común

sino el camino

papeles insumisos

un beso guardado en las escaleras de madera de San Telmo

bajando al mismo tiempo

y un farol abril que titila.

Diciembre en los finales

también.

Bolivia

Yo pongo el corazón

donde me duele

y donde me duele estás vos.

¡Bolivia!

Me pareció escuchar tu nombre

¡Bolivia!, repitió.

Hasta que te nombraran siete veces.

Una tras otra después:

Alina

Catalina

Victoria

Malena

Sofía

Lucila y Paula.

y otra vez Paula tal vez.

Pero antes, sin saber, sin pensar

fuiste Bolivia.

Allí,

donde hasta el miedo llega

                                                                      y te detiene

                                                   -donde mataron al Ché-

Mitad mujer, mitad linterna.

Sueño que flota una luz tenue en la que ve.

Que no entra en una panza,

en la que sobra,

en la que queda,

en la que flota.

En ninguna panza,

una caverna

y en mi sed.

Se mueve.

Una luz interior rodeada por un halo de sombra

la acompaña.

Cuando no hay luz, ella ve.

Con los ojos cubiertos de lágrimas,

entre Góngora y Lezama lima,

entre limón y mandarina.                                                         

¡Ella ve!

No es carnaval, no es feriado.

No es comparsa, ni murga,

ni polacos,

ni mamparas que se rompen al caer.

Ni máscaras.

Ni ventanas que se abren con el sol.

Ni cenizas.

No es, pero ella ve.

Por suerte nadie muere,

ni se excita de más en el apuro.

¿Por qué deberían hacerlo?

Acaso no aprendieron.

En el ayuno.

Nadie ve, pero ella ve.

No hay puna humahuaqueña,

ni apuno ni mareo.

No hay quebrada que la nuble con el sol.

Ni canto boliviano, ni ch’allá.

Ni estrellas en la noche de navidad.

Ni navidad ni fin de año,

ni cumpleaños.

Hay espera.

Es chicha.

Es Checha.

Es comarca.

Es Ekeko que no fuma.

¿Para qué?

Si no es mentira.

Es un baile que se baila con los tres.

Donde ella ve.

Con máscaras que aún están colgadas

en la casa

que se mueven en disfraz

en diagonal.

Hacia ambos lados.

En la pared.

donde ella mira.

Como las muñequitas chinas que juntaba

(o eran rusas)

en lanas tejidas al crochet.

Entre limón y mandarina

las separo,

o los dibujos que calcaba

                                          de una nena

                                                                 que no es

                                                                 que no es.

Lo que no es decir que ya no fuera,

o que haya sido,

por más que esté siendo

en este instante,

en que Bolivia se duerma

                                                            en la que es.

Sordo

era el silencio cuando me lo contaste.

Mudo

su nombre cuando la nombraron

por séptima vez.

Que hasta creí no haber respirado esos segundos.

Las últimas luces

que apagaron aquel capítulo triste de su corazón

                                                                 Butulcof.

Pero no te diste por vencido ni vencida

ni árabe

ni turca

ni judía

y caminaste por sierras interminables

sin aire ni esperanza

desde ese día,

transpirando,

mascando coca,

ardiendo como arena en el desierto

seco de adjetivos

que ni Perlongher pudo,

que ni Perlongher pudo,

que hasta Pedro murió.

Ni Austria-Hungría con sus orientales

ni el lugar aquel donde ella estuvo.

Ni éste

(ni esta copia)

arrastrando un mal recuerdo pero vivo

a la huída de un recuerdo malherido

de una pérdida

que cada tanto te muerde en la garganta

y te lastima.

Te ahoga en el flujo del reflujo.

Pero no hay piel naranja

que pareciera

cubrir su rostro

todavía.

Donde las mariposas revolotean

                                                                        su sonrisa

en un país

donde solo los que soportan el dolor

                                                        pueden vivir o se van

quebrados como flores

                                                   por el peso de sus hojas

las exhaustas madres

pasean a sus guaguas (a salvo ella)

con el rencor que deja el abandono,

“ese vil resplandor que esparcen las estrellas

cuando se caen del cielo y se deshacen”.

La pared de los jardines salpicada

por las gotas de paraíso tras la lluvia,

por los haces de una luz

enceguecida a deshora.

Porque ya estamos grandes

                                                                            pero ves

su sombra entre los párpados de dicha.

En esas noches cansadas

                                            de fiestas

                                                                        carnavales

donde ya nadie pasa

perfume de un amante sin sol

jadeos

drapeos aromatizantes

                                                                               kayak

el desvío de una nube en primavera

vista desde la ventana de una flor.

Y ella escucha la llovizna entre las chapas

y ya no confunde sueño con deseo

y se hace traer su propia voz

su caricia

su anhelo

su cara

su hija

mi deseo

y se acuestan

suavemente en la cuna

las lágrimas de virgen

que dejará libres a la intemperie

por si acaso.

De vacaciones

esperando.

Diciendo que está ahí, que está al caer,

que está por venir,

que llegó tarde,

que la perdonen,

que repartan los regalos,

(que esta vez hay para todos)

que trajo un mar

                           en un frasquito de vidrio

                                                         que desborda mares

Un mar

para una niña boliviana.

No para que sus ojos se conviertan

                                                                        en azules

                                                     -que quizás los tenga-

sino para que le devuelvan

sus ganas de mirar.

El amor no es de nadie

El amor

no se hace

en minutos.

Lleva tiempo.

El amor

es

un suspiro cada tanto,

no siempre.

El amor

es

paciencia,

tolerancia

y escuchar.

El amor

es

perder.

El amor

a menudo

se queja,

reclama,

patalea,

grita,

calla,

llora,

cede.

Al amor

no se lo enamora.

Es el amor

el que te enamora

a vos.

El amor

no se busca,

ni se encuentra,

ni se merece.

El amor

se va.

El amor

nos cree al principio

o eso pareciera.

Lo difícil es

que te crea

más tarde,

el resto de los días,

después…

Cuidarlo.

Como pasto

que le cuesta crecer

cuando no llueve,

como jazmín de cielo

en noviembre

al que no siempre

las flores

le brotan

de una vez.

El amor

es que te esperen

y esperar,

sin flores en la mano,

sin llanto que te ampare,

sin sueños que se cumplan.

Los plazos del otro,

los momentos del otro.

El deseo del otro.

Aunque a veces

concuerde con el tuyo

y otras no.

Hay personas

que aman con locura

y sin embargo

nadie las quiere.

Y otras que hacemos

las cosas mal

y las repetimos

hasta el cansancio.

Y somos amadas

y mucho.

¡Por suerte!

El amor

es

tener un proyecto

común

por pequeño que sea.

El amor

no es

saber lo que hace el otro,

ni imaginarlo,

ni siquiera intentarlo,

ni suponerlo,

ni saber.

El amor

no es

control.

Ni parecerse,

ni coincidir,

ni conocerse,

ni ser el uno para el otro,

ni tu media naranja,

ni tu parte de qué.

El amor

no es tuyo,

ni mío,

ni de aquel,

ni del anterior,

ni de nadie.

El amor

no es

de nadie.

Si quisiéramos conocer

todas las acciones

de la persona amada

todo el tiempo,

la vida sería

un suplicio.

El amor

no es posible

y olvidé las comillas

deliberadamente

si no existe

un secreto,

decía Kundera.

Y tantos otros

lo repetimos

sin entender.

El amor

no es posible

si no vislumbra

una hazaña,

más no sea

a lo lejos.

El amor

es

una mentira.

A la que nos aferramos,

le creemos.

Simplemente

porque queremos

creer.

El amor

te confunde.

Te ciega.

Te abraza.

Te gusta.

Te disfraza.

Te ensordece.

Te deja,

con las ganas

y te suelta.

Como pájaro sin pan

en el deseo.

Llamado del río

Río es aquel que huye del río

hilados de cobre sobre el río miro

la muerte en un silbido frío

que no moja

recuerdo cuando de chico corría

por un campo brillante pejerreyes

heridas flotantes entre fueyes peces

de un acordeón marrón azul sonando

de Tres Arroyos a Corrientes por Bahía

Pergamino corría

La Pampa sin su sol

y sin querer el fuego palidece

                                                ese temblor

y la pleamar de la montaña sana

la maraña de gorriones en la tarde

                                                           arde

su pesar

los árboles podados con el viento

                                                        siento

y es la noche que atrae a los fantasmas

no me duermo

grito o bostezo quemadura

                                            hambre

la orilla del río hacia mi playa vuelve

y estoy solo

en la noche siempre uno está solo en el reflejo

                                                                          dolo

de saberme que no estoy

en la balanza

en la vejez

en la templanza

la temperatura del agua está más fría

me dijeron que venían a buscarme

pero ni siquiera veo pescadores

y si el río es lo que amé de eso se huye

pero seguirlo sería hasta imprudente

si a mi edad hasta me quemo con el mate

                                                                   fluye

fluye la mente y se va

de frente a frente

cuando la cabeza y el ajedrez no son lo mismo

y los árboles ya no crecen con el agua

sus raíces no brotan por el aire

asfixiado de la pieza

al centro no voy desde hace tiempo

pero si me quieren llevar iré a la playa

donde la noche golpea todavía

que de noche arrancaba hasta las flores

                                                                 olores

de llover

me voy

el río está al volver

me voy

pero si aún no vienen a buscarme

ya me olvidé

me voy

si no era tarde de río para irme

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