Por Joaquín Vismara
Los títulos de una canción y de un disco funcionan de manera autodescriptiva del universo de Marina Fages. “Hardcore Disnei” y Épica y fantástica funcionan como tags de una obra en la que conviven todos esos elementos, a veces en armonía, otras veces como extremos lejanos que habilitan a toda combinación posible que pueda ocurrir en el medio. La lista de feats y colaboraciones termina por completar el cuadro: tanto en estudio como en vivo, Marina trabajó codo a codo con Melanie Williams, Paula Maffia, Benito Cerati, Poseidótica y Noelia Sinkunas, y la combinación nunca resultó disonante. Prueba de ello será su presencia en el Festival XD en Niceto (Niceto Vega 5510) este jueves 30, donde compartirá cartel con Camionero, PIba y Amigas Nuevas.
En simultáneo, desde mucho tiempo (incluso antes que con la música), Marina Fages desarrolló una extensa carrera relacionada con el dibujo y la pintura, y de algún modo dos disciplinas que podrían ser polos opuestos logran entrelazarse de alguna manera en su propio mundo creativo. “Por lo general, estoy laburando todo el día en música o en arte, o en las dos cosas. Por ahí de un disparador sale una cosa y después otra: estoy tocando y pienso en algo que pinto, o capaz veo una imagen y pienso una melodía. Es bastante caótico, básicamente”, dice.
Fui aprendiendo muchas cosas, y para mí es más importante que la interpretación sea honesta a que suene re zarpado. Y si en eso se escucha un poco de mi gata maullando me chupa un huevo, me parece que el poder de la canción pasa por otro lado.
Marina Fages
¿De qué manera creés que se cruzan esas dos facetas?
Antes creía que lo tenía más claro, pero funciona de manera muy confusa. Cada vez me voy dando cuenta de que hay cosas que uno piensa que son de determinada manera, pero después las seguís experimentando… Ahora estoy viviendo una etapa un poco más confusa respecto a eso, a veces es de una manera y a veces es de otra. Hay momentos en los que una pintura empieza a vibrar de una forma en la cual huelo o escucho cosas, empieza a tener un poder en sí. Con la música viajo un montón, sobre todo con la de otras personas. A veces cuando toco estoy muy concentrada en la interpretación, pero escuchando es teletransportación pura.
Repartiste tu vida entre Buenos Aires, Mendoza y Ushuaia. ¿Ese peregrinaje influyó en que tu arte también estuviera en movimiento?
Es parte de mi carácter y mi forma de encarar las cosas y también de manifestarlas. Mis padres no solo se mudaron muchas veces de ciudad, sino que ya de regreso en Buenos Aires alquilamos en un montón de lugares, y cuando me fui sola viví en otro millón más. Me siento cómoda adaptándome a un lugar o algo extraño que se me propone afuera, y en esa adaptación encuentro cosas muy ricas y formas nuevas. Justamente lo que me costaba y ahora estoy trabajando es cómo permanecer en un lugar y profundizar. Antes yo pensaba en ese contínuo cambiar de las cosas, todo el mundo me decía que el que mucho abarca poco aprieta, mis viejos me tiraban “¿Qué querés ser, Da Vinci? ¿Qué flasheás?” y yo tenía un poco ese complejo.
¿Y cómo lo superaste?
Me gusta todo esto, es posible. Fui dejando de hacer algunas cosas: yo en un momento dirigía videos y dejé de hacerlo, también dejé de sacar fotos, me fui concentrando y ahora estoy abriendo de vuelta. Porque lo que me di cuenta es que hago muchas cosas en paralelo, y las vengo haciendo hace muchos años, quizás a una diferente velocidad que otras personas, pero fui profundizando en técnicas, en lenguaje y seguridad. Lo fui sosteniendo por varios años, y siento que fui construyendo algo con lo que sentirme más segura.
Si bien aprendiste a tocar de chica, llegaste a la música bastante después de haberte dedicado a lo otro. ¿Por qué creés que llegó último a la lista?
Había un mensaje alrededor mío que decía que ser artista era imposible. Lo que me pasaba con el dibujo, que no me pasaba con la música, es que lo hice desde muy pequeña y con una facilidad para eso. Eso con muchos años de seguir haciéndolo se transformó en una herramienta, entonces sigo trabajando a pedido, es un trabajo como cualquier otro. Yo tenía una tara interna por eso de que ser artista es difícil, que no iba a poder hacerlo. Sobre todo con la música tenía un tema re heavy con ponerme en un escenario, me daba mucha vergüenza. Me costaba mucho estar ahí. Empecé a tocar en El Tronador y tocaba de costado, no podía mirar a la audiencia de frente. Ahora ya no tengo vergüenza pero me paso que si miro las caras me olvido la letra, me desconcentro.
Gran parte de tu discografía es compartida. ¿Entendés naturalmente cuándo algo es solamente tuyo y cuándo tiene que ser algo colaborativo?
Antes era una imposibilidad. Todo lo primero que hice fue con otras personas porque me costaba poner solo mi nombre. Pintando es una cosa distinta, porque la gente mira eso que vos hiciste, pero vos no estás ahí. Tocar es otra cosa, y siempre necesité mucha ayuda para hacerlo, y por suerte la recibí. Ahora en los discos invito a muchas personas porque me gusta la perspectiva y la profundidad que aportan las maneras de tocar. Con el mismo instrumento las personas hacen cosas re distintas, y eso me parece increible. Es elegir una paleta de colores para un tema, ingredientes. Es algo espiritual, psicológico y que va hasta con si tocás el bajo con púa o con los dedos, o cómo le pega al tacho un baterista. El golpe del tacho es re distinto en todos los bateristas, y eso es un flash. Me gusta jugar con esas energías, aunque ahora estoy en un proceso de cerrar un poco más para probar también cómo es un tema mío donde yo toque todos los instrumentos.
¿Eso no lo hiciste nunca?
Solo los temas que son voz y guitarra. Siempre compartí mucho la música, me gusta hacer eso. Me parece divertido, conozco un montón de musiques que son muy generosos. Yo vengo mucho de la improvisación musical, es más mi formación, y es algo inesperado y caótico, y a veces con el aporte caótico de una persona, la canción vibra. A mí lo que me falta también, y que sigo trabajando en eso, es que yo no tengo virtuosismo en el instrumento, en el punto en el que yo quiero que algo caótico aparezca no me sale. Me sale con la voz, pero con los instrumentos me cuesta mucho, y es algo que no me pasa con la pintura y el dibujo.
Sin embargo, sin esa falta de virtuosismo llegaste a abrir para Metallica, y el metal es un género en el que el virtuosismo está siempre presente.
Yo no sé si el público de Metallica es todo de metaleros, el metal no lleva 70 mil personas en un estadio, porque si vas a un reci de metal ves cuántos son. Metallica tiene una apertura bastante más grande del género, vino con Greta Van Fleet, que para el caso tampoco es una banda de metal. Ellos mismos están dando un mensaje con las bandas que eligen. Se propuso mi proyecto y ahí estuve. No tiene que ver con el público metalero, pero a mí el metal me encanta. El show está en Youtube, y obviamente no toqué cosas como “Hardcore Disnei” ese día. Es muy complejo lo que pasó porque hay muchas aristas que pasaron. No acepté con seguridad, obviamente. Sabía que era una responsabilidad tocar ahí y al principio imaginé que me iban a bardear un toque, pero no como me bardearon por internet, que fue solamente por ahí. No pensé que iba a haber tanta gente cuando salimos a tocar, tampoco que me iban a amenazar públicamente y por privado de la manera en la que lo hicieron y con las advertencias que recibí, y tampoco tengo ganas de hacer mucho revuelo porque me parecen un par de salames que necesitan atención o están muy enojados. En un punto estoy agradecida, porque realmente tuve miedo, me dijeron cosas re feas y me preparé para una hostilidad terrible pero después no pasó nada.
¿Y cómo viviste el show con toda esa previa?
La pasé re bien, estaba re nerviosa porque no me preocupaba tocar mal en esa situación, lo que me preocupaba era que me tiraran una botella, me insulten y me desconcentre. Hice mi primer solo en vivo ese día, así de forra soy (se ríe). Nos pidieron que vayamos con menos banda, entonces yo fui tocando la guitarra, que es algo que no venía haciendo en vivo. Mi miedo era estar tocando el solo mirando la guitarra y no ver si alguien me tiraba algo, y no pasó nada de eso. Estuvo buenísimo, me cagué de risa, la pasé re bien. Había mucha más gente de la que esperaba porque ya había llegado más de la mitad del público, y si no me hubieran amenazado un montón me hubiera puesto re nerviosa, pero gracias a esas amenazas y a que esperaba que hubiera una hostilidad re zarpada, me cagué de risa porque no pasó nada. La gente aplaudió y estuvo todo muy bien.
Tu obra es dinámica, no se queda en un mismo lado. Hace tres años que no sacás un disco, ¿los singles que publicaste en el último tiempo son retrato de hacia dónde te estás moviendo ahora?
En los mismos discos hay mucha heterogeneidad, en un mismo disco están “Hardcore Disnei” y “Lo mejor de mí”, que son dos extremos bastante distantes. En este disco el desafío que asumí es producirlo yo sola, entonces por ende estoy aprendiendo un montón de cosas en el camino, y también estoy dándole tiempo a que las canciones queden como me quedan los cuadros, que siento que están vibrando algo y vibran bien. Antes me pasaba que cuando coproducir o hacés un trabajo en equipo cedés muchas cosas y el otro propone también, y eso está bueno también, pero acá estoy tomando las decisiones yo. Aprendo lo que me falta aprender en otras cosas que no sé y cedo en otras como la ingeniería de audio, micrófonos y eso, cosas que no me da la cabeza. Lo que estoy eligiendo es con qué persona trabajar porque sé cómo suenan sus grabaciones, pero en la parte estilística artística estoy sola yo. De todos los singles que salieron, “Acantilados” seguro que no entra, porque es una reversión de un tema viejo en el código que estoy manejando ahora. Fue como un ejercicio de producción, agarré un tema de mi primer disco que vengo tocando desde siempre, entonces aparte de hacerla en banda le busqué arreglos nuevos y un sonido, y fue el boceto para “La ciudad nos ilumina las caras”.
Cuando pintás, el cuadro tiene un límite. ¿Hasta dónde podés agregar o desagregar en una canción?
El límite del cuadro es solamente una foto de eso que pasa en mi mente y que queda ahí. Por eso ahora me estoy tomando el tiempo para hacerlo como quiero. Hasta ahora el límite siempre era el tiempo y grabar o coproducir con otra persona: eso lo hacés en un tiempo determinado porque no podés estar en el estudio para siempre, no podés estar tres meses trabajando una canción porque no te cierra. Ya tengo varias canciones con las que me pasa eso que me pasa con la pintura, que vibran por sí solas porque hay un mundo plasmado ahí. De todas maneras, las canciones y los cuadros están vivos, se pueden repintar, se pueden rehacer y cada vez que lo tocás en vivo es distinto. Ahora estoy abriendo la temporalidad para decir “no lo cierro porque no puedo pagar más el estudio”. Estoy grabando en mi compu con un micrófono y una placa re gauchita, las chicas graban en su casa y me lo pasan. Fui aprendiendo muchas cosas, y para mí es más importante que la interpretación sea honesta a que suene re zarpado. Y si en eso se escucha un poco de mi gata maullando me chupa un huevo, me parece que el poder de la canción pasa por otro lado.
Fuente: Silencio