La ciudad de Dios. Por Patricia Gorocito

La ciudad de Dios. Por Patricia Gorocito

El título alude al libro de San Agustín (354 – 430) en homenaje a su pensamiento filosófico y profundo.

Las pasiones nos atraviesan el cuerpo, aunque a veces nunca seremos lo suficientemente duros para soportarlas, es necesario tener un poco de coraje al menos para saber cuándo amamos, cuando odiamos o no queremos saber o tenemos miedo.

Lacan habla de tres pasiones del ser; la del amor, el odio y la de la ignorancia. También es posible pensar otras pasiones como el miedo y la de la obediencia.

En esta época parecería que la pasión del odio mueve al mundo y le sigue la obediencia. El odio genera cierta fascinación porque habita en todos los cuerpos. Freud hablaba de las pulsiones Eros y Tánatos.

En 1915 escribe Pulsiones y destinos de pulsión y nos dice que cada sujeto con esas pasiones puede llegar a hacer cosas siniestras o sublimes. Depende de cada singularidad y de cada momento de la civilización. Constituyen a lo humano. No son instinto puro porque están atravesadas por el lenguaje y eso nos hace únicos.

En 1920 escribió el interesante artículo llamado Más allá del principio del placer. El más allá es el exceso y el exceso no sería placer sino pulsión de muerte o goce para Lacan.

Podemos estar bien en el mal y mal en el bien.

De todas maneras, cada época supo arreglarse con ellas y cada persona también a veces bien a veces mal.

Después de este brevísimo rodeo quisiera hacerme algunas preguntas sobre dos pasiones muy habituales en esta época.

Es muy llamativo que muchos ciudadanos sigan a un loco estrafalario que les promete destruirlos.

Es lamentable pero no imposible que muchas personas que parecen bastante “normales”

justifican un sacrificio sin sentido para ellos y sus familias porque ese loco estrafalario les hizo la promesa de un Bien. Se someten a humillaciones de distinto tipo y acusan o difaman a los que piensan distinto.

Son los ciudadanos negacionistas de la catástrofe ambiental, de la pandemia o del terrorismo de estado. En general creen en teorías conspirativas más cercanas a la paranoia que a la normalidad.

Estas personas aman la obediencia y están dispuestas a hacer cualquier cosa que el hombre estrafalario les pida. Tal vez en ellos funciona la pasión por la obediencia cómo pasión suprema.

Cómo decía Albert Speer en el diario que escribió durante su condena a 20 años de prisión por los Juicios de Nûremberg (lo importante era obedecer al Fûhrer y de ese modo se iba a dormir bien tranquilo). Cumplir con el deber (aunque el deber sea matar a personas inocentes). Esa es la misma pasión de la obediencia debida y de los tiempos que vienen con la ultraderecha neofascista. El huevo de la serpiente. Hay algo pulsional que cada tanto retorna en la forma del sadismo o masoquismo, es decir cómo una perversión destructiva del otro o dirigida contra sí mismo.

En una época donde por todos lados se ve un empuje al narcisismo muy fuerte y una caída del deseo decidido no sería raro que florezca la pasión por la obediencia. El sujeto dormido no sabe de su deseo y no se confronta jamás con el mismo.

No sé si esto es vida o dejarse hacer lo peor.

Lic. Patricia Gorocito
Docente
Facultad de Psicología
UBA

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