Una puerta se abre y entra él, un señor mayor con una gran sonrisa, que se acerca al mostrador y le pregunta al que atiende si conoce a Carolina P, una amiga a la que no ve hace mucho.
Luego de escucharlo, el dependiente, toma su teléfono y manda un mensaje. Le explica que tienen un grupo entre los locatarios y que si bien él no la conoce, quizás los otros sí.
A los que fuimos testigos de esta búsqueda nos impactó esa sonrisa, la luz que irradiaban sus ojos al hablar de ella y seguramente también, imaginamos la historia que se tejía en esa investigación.
Ser cómplices de estas crónicas inconclusas, en donde la edad, el tiempo ni la distancia pudieron borrar la huella dejada, enciende luces, prende fogatas, y llena de esperanzas los deseos de volver a empezar.