Hay regiones del cuerpo donde crece como un árbol la melancolía,
susurra como si parpadearan alas de luciérnagas,
las yemas manchan de amarillo bilis la escarcha de la aurora
y no se discierne en qué región del cuerpo
es más triste o feliz el pensamiento.
Dejé como una ofrenda, la ira y el dolor en el portón
del paraíso,
Y hubo la cena plácida con las frutas más dulces y los
animales inocentes,
con una mano se reverencia y con la otra se quebranta,
me inclino hacia la fuga y la belleza,
me contengo, me dilato, soy el agua, soy el río,
resplandece en mí, el vacío blanco y diáfano.
Como un animal en vigilia
contemplo la flor de la noche caer y levantarse.
Hundirme dentro de mí misma, diluirme,
perder el rostro, ser en otro cuerpo,
una ostra o una estrella.
Vacío mi nostalgia,
el barro vuelve al barro, el agua vuelve al agua.
Me estoy fugando, estoy durmiendo como una piedra,
como un sello, como la escarcha,
como si tan solo se tratara de dormir.
Palpo mi rostro bajo la luz de los jazmines,
esta noche, configuro el paraíso,
veo a Dios, y Dios baila conmigo.