Hubo un tiempo, largo tiempo, en el cual el hombre vivió en comunidad. Porque desciende de sus antepasados y otras especies de mandriles o monos que convivieron, y aún lo siguen haciendo, agrupados.
Luego y con el correr de las eras evolutivas, los hombres primitivos siguieron juntos transformando las antiguas manadas en tribus. Éstas le agregaron a las manadas una serie de actividades culturales como labores manuales, caza, y tareas de recolección, todas en grupos.
Así los hombres primitivos emprendieron su viaje hacia el crecimiento cognitivo. Sus mentes se desarrollaron paulatinamente y con ellas pudieron crear, desde la inteligencia práctica, herramientas para sus tareas rurales, ya que el humano se había establecido en lugares apropiados formando las primeras comunidades sedentarias. Además, con su inteligencia, comenzó a tener comunicación oral.
Desde el diálogo entre pares comenzaron los desarrollos, teorías, y análisis de cada cosa que los rodeaban; como calendarios, ciclos naturales de las estaciones, descubriendo los astros, los solsticios y equinoccios del sol, relacionando todo esto junto con los momentos de los ciclos lunares para asociarlos a su vez, con los tiempos de la incipiente agricultura.
El hombre además comenzó a escribir. A dejar registros de todo, y desarrollar armas para la caza y la defensa de sus territorios ante los posibles invasores, porque el hombre, a diferencia de otras especies, desde que descubrió la codicia y el poder, comenzó a matar a sus pares por el hecho de tener más y más. Así llegaron la competencia y el ego.
Por ende, toda esta milenaria evolución involutiva nos llevó a épocas más cercanas a este presente. A tantas civilizaciones apiladas en un mundo consumido de capitalismo desmedido, cada vez más chico y menos próspero, en dónde los odios y las diferencias se arrastran de generación en generación. Así se llegó al prejuicio, al racismo y a toda demostración de discriminación. Desde estas bases se inventó la guerra y el genocidio.
Todo esto se conformó en una estructura cíclica entre grupos deshumanos en la que pasaban del intercambio a la ruptura de relaciones, ya que apenas se toleraban. La tolerancia duraba un tiempo hasta que se desataba la agresión y comenzaba la lucha. Luego de la guerra y con la necesidad de tener lo que le quedaba al otro y viceversa, iniciaban la siguiente etapa de relación forzada.
Así fue pasando el tiempo y la historia de la humanidad, y mientras más nos acercamos al presente, todo esto se hizo más extremo.
El hombre cada vez más se aglomeró en ciudades y mega ciudades que lo alejaron del campo y de la tierra, del lugar en donde nació como especie.
Se dedicó a pensar en forma individual pero amontonado entre otros seres como él, todos desconocidos.
Actualmente, electrónicamente conectados y enfrentados. Desquiciados y descorazonados. Todos víctimas aisladas y partes inconscientes de una macabra máquina productiva que los esclaviza.
Entonces, lo que antes era atribuido al invasor de otras tierras o desde el prejuicio al de otro lado, ahora se le atribuye al vecino de al lado. Con lo que la ciudad se convierte en el presente, en una suerte de vasta cárcel de hormigón. Como un zoológico ilógico desde el cual millones de seres de una misma especie y lugar, se sienten diferentes entre sí y se repelen. Miles de millones de hermanos-inhumanos que apenas se soportan, consobreviven en estas cárceles de acero gris cemento…
Pero como en cada guerra hay una resistencia, en esta también la hay. Unos pocos pudimos ver todo esto, y salir de a ratos del cemento hostil para volver a conectar con la tierra, con el agua , con el aire y con el par, con lo escencial. Para salir del celular que nos divide y aleja años luz del otro aunque vivamos a metros de él.
Cuando todo pase, cuando no queden antenas que manejen las cabezas, la palabra cara a cara, el abrazo, y la compañía, harán volver al hombre a la tierra, a ser lo que siempre fue hasta que se alejó de su fuerza primitiva.
Esto no será hasta que el hombre lo entienda, y quizás no sea sencillo lograr que suceda.
Se avecinan tiempos duros, en donde esta falsa paz de paciencia se romperá quizás, en una caótica guerra. ( espero que no)
Y los que sobrevivan serán, quienes del celular y de la mega ciudad romperán sus cadenas para volver a ser lo que eran antes, en antiguas eras. Seres de paz, compartiendo entre pares lo que les quede del planeta, pero siempre en comunidades pequeñas.