Mi país queda a dos rosarios de imprecaciones del tuyo. Yo en el mío encerrado en un capullo, tú en el tuyo con alas de mariposa. Yo empeño mis alas para ver caballos de carrera, y tú inviertes tu reputación en burros voladores. Tú y yo en dos vidas, dos rumores enlazados en dos silencios. Tú sabes lo que te conviene, yo digo lo que pienso. Hablo y no me escuchas Dios de la ira te siento entre mis dedos en el hormigueo de lo más profundo. Tráeme la resurrección, saca de mí la bestia que escondí en un silencio educado. Más allá de lo que eres de lo que soy, de lo que he dicho y de lo que he callado, con cada sílaba falsa buscamos en la sombra descanso de las adulaciones, de las hirientes distracciones de quién usa lo que le dan sin agradecer por nada.
