Un monólogo sobre el latir de mi pluma. Por María de los Ángeles Valencia

Un monólogo sobre el latir de mi pluma. Por María de los Ángeles Valencia

Entre palabras y latidos. El monólogo de una escritora.

Escribo porque las palabras son el hilo que teje el tapiz de mi existencia, la paleta con la que pinto los paisajes de mi mente. Soy escritora porque en cada línea descubro un fragmento de mi identidad, una parte de mi ser que busca expresarse, dialogar con el mundo y dejar una huella indeleble en el tejido del tiempo; la escritura es mi refugio, un santuario donde mi voz puede resonar sin restricciones, donde mis pensamientos pueden danzar libremente y donde mis emociones toman forma tangible. Cada palabra es un acto de liberación, un destilar de experiencias, un susurro del alma que encuentra su eco en el papel o la pantalla.

Como escritora siento la necesidad de contar historias que late en mi interior como un corazón que late en el centro de mí ser. Es un llamado que resuena en las profundidades de mí ser, una vocación que me impulsa a explorar mundos imaginarios o a desnudar las capas más íntimas de la realidad. En cada personaje, en cada trama, busco la esencia de la verdad, la esencia de lo que significa ser humano; ser escritora es asumir la responsabilidad de dar voz a los silencios, a los susurros que a menudo pasan desapercibidos en el ruido del día a día. Es un compromiso con la verdad, con la belleza, con la vulnerabilidad. Cada historia es un acto de valentía, un salto al abismo de la creatividad donde no hay garantías, solo la promesa de descubrimiento.

Aunque a veces el camino de la escritura sea solitario, encuentro compañía en las palabras que danzan en mi mente y en los personajes que cobran vida en mis páginas. La escritura es mi manera de resistir al olvido, de desafiar al tiempo, de dejar una marca que trascienda mi propia existencia efímera.

Así que escribo y soy escritora porque en cada palabra descubro la magia de la creación, la capacidad de dar forma a lo intangible, de construir mundos enteros con la tinta de mi pluma. Es un acto de amor hacia la vida y hacia mí misma, un acto de celebración de la maravilla que es explorar el universo infinito que se encuentra entre las líneas y las letras.

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