Por qué escribo. Por Darío Melo

Por qué escribo. Por Darío Melo

Sinceramente no escribo seguido, soy bastante vago. Me cuesta encontrar un momento para sentarme a escribir, aunque siento que tengo mucho para decir (pero no sé exactamente qué decir). Muchos pensamientos divagan por mi mente de forma constante y eso no es beneficioso para mi salud mental, y aunque las terapias y la meditación ayudan a calmar la ansiedad no pasa mucho tiempo hasta que vuelvo a encontrarme inmerso en un torbellino de pensamientos aleatorios. A veces siento la necesidad de sacarlos al exterior, de ordenarlos, de encontrarles un lugar y a la vez vaciar mi mente.

No hace mucho alguien me recomendó probar con la escritura terapéutica, cosa de la que nunca había oído (o no había prestado atención) y me pareció interesante y fácil de hacer; sin esfuerzo, a mi ritmo y respetando mis tiempos. Lo poco que he escrito desde entonces fue quemado o destruido luego de terminarlo.

La escritura ha golpeado a mi puerta en muchas ocasiones. Tengo vagos recuerdos de mi niñez y hasta la preadolescencia participando en alguna consigna literaria de la escuela donde he escrito cosas que despertaron interés en los demás, incluso en algunas ocasiones he sido premiado, cosa que realmente me sorprendió mucho. En ese entonces debo admitir que era muy autoexigente en cuanto a la ortografía y la gramática; si había una idea que quisiera expresar debería ser lo más perfecta posible para así llamar la atención del lector. Con esto quedó claro que siempre preferí la literatura por encima de las matemáticas, pero por circunstancias de la vida y de mi formación escolar, me fui desviando del camino y terminé recibiéndome en un secundario del tipo comercial con orientación en informática para luego formar parte del negocio familiar fundado por mi abuelo que luego sería heredado por mi padre y que finalmente me terminaría perteneciendo a mi y a mis hermanos, si es que desearan participar. Y así sin darme cuenta dejé de escribir y de leer sobre lo que me interesaba. Eran momentos económicos difíciles, transcurría el año 2001, muchos de mis conocidos luchaban día a día para sobrevivir a la crisis, y yo me sentía afortunado participando del negocio familiar, al cual había que dedicarle un sacrificio enorme, pero que daba sus frutos. No me podía quejar, y viendo el contexto en el que vivía fue muy fácil convencerme de que ese camino a seguir era muy conveniente.

Con el pasar del tiempo, en paralelo a mis obligaciones laborales que me quitaban gran parte de mi vida diaria; invadido por la angustia y la incertidumbre, me fui adentrando en el camino del autoconocimiento, pasando por varias etapas. Todo comenzó con las típicas preguntas filosóficas que ya cargaban conmigo desde mi adolescencia: ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cuál es mi misión en esta vida? Etc… Pero principalmente me he centrado en esta última, en mi misión. Quería descubrir que vengo a hacer a este mundo y cómo puedo dejar una huella para indicar un camino a otros perdidos.

Después de varios años probando cualquier método del tipo esotérico que me cruzase llegué a conocer los registros akashicos y en varias lecturas que realicé con distintos conocedores del tema le he preguntado a mis guías y maestros ¿Cuál es mi misión en esta vida? Y siempre he obtenido la misma respuesta: ”LA PALABRA”. Tan simple como suena, sin más detalles. ¿Qué se supone que significa eso? ¿Acaso debo convertirme en un predicador evangélico? ¿O debería inscribirme en la carrera de lingüística y lenguas? ¿O simplemente decir lo que siento sin guardarme nada y sin pensar en las consecuencias? Y a su vez ¿Cuál sería el objetivo de esa misión? Me invadió la duda, pero siendo honesto, también la curiosidad…

Por lo pronto seguiré con la escritura terapéutica para vaciar mi mente de cualquier pensamiento y luego veré que surge… la experiencia adquirida a lo largo de los años me demostró que cada respuesta llega en el momento indicado.

Y luego de haber terminado de escribir esta breve carta (que sospecho que fue dirigida a mí mismo) siento que escribo para darme otra oportunidad

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