Sentir que cuesta respirar, que cada logro es una cuesta empinada en la que se deja un poquito de vida y, ese horizonte donde todo es posible, queda allá, donde se puede todo, menos abrazar tu familia.
Armar una valija, un CV que dé cuenta que no sos un don nadie y soltar. Soltar esas fiestas colmadas de risas de niños, las largas charlas llenas de anécdotas y confidencias, amigos con los que creciste juntos, y hasta tu idioma por otro adoptado.
El avión que te lleva a tu lugar elegido, lo comanda un piloto que se llama igual que tu padre recién fallecido y es, quizás ese guiño, que te dice que estás en el camino correcto.
Crecimiento, retos y una nueva vida por conocer. Crearte o recrearte, entregarte y confiar porque volver sobre tus pasos siempre es posible y en definitiva todo el poder reside en vos.