A 35 años de la muerte del cantante de Sumo
“Vivo cerca, por eso estoy aquí. Tal vez si viviera en Hurlingham no hubiera venido”, reconoció con sinceridad y sencillez, sin demasiadas ganas de impresionar a nadie. Doce madrugadas antes de morir, Luca Prodan abandonó su casa de Alsina y Defensa y caminó los 150 metros que lo separaban de la Pirámide. Por esas horas se realizaba la primera de las tres jornadas por la Marcha de la Resistencia que las Madres organizaba en Plaza de Mayo. Era la séptima que hacían desde 1981 y servía, en ese caso, para plantar bandera al cabo de un año que concluía con el primer alzamiento carapintada y la Ley de Obediencia Debida como continuum de la de Punto Final, promulgada en 1986.
Todavía faltaban diez meses para el histórico concierto de Amnesty International en River y la invitación de Sting a que las Madres subieran al escenario, posterizado como el primer acercamiento de un artista de rock a los movimientos de Derechos Humanos. Así quedó para la historia, aunque no para los hechos reales: Luca ya lo había realizado antes, aunque con menos pompa y sin música de por medio. Primero fue un italiano y luego un inglés: hubo que esperar recién a la década del 90’ para que los rockeros argentinos se sumaran a la causa sin miramientos ni vergüenza.
El cantante de Sumo merodeó la plaza en esa madrugada del 10 de diciembre de 1987, observó todo en silencio y divisó la redacción abierta del Periódico de las Madres. Entonces se acercó y dijo que quería hablar. “Soy un loco, o los demás me ven como loco, pero hoy vine aquí porque estoy por la vida”, encaró. “Los rockeros son egoístas, individualistas, solo quieren lucirse, y los derechos no les importan nada”. Todos se quedaron sorprendidos.
Luca llevaba siete años en Argentina, un país que analizaba bajo su mirada cáustica, entre la sorpresa y cierto recelo, aunque siempre movilizado por la curiosidad: no criticaba nada sin antes procurar entenderlo. Ya había vivido en Italia, Inglaterra y Escocia, además de habitar varios meses en Túnez para participar como extra de una serie en la que le tocó actuar de carcelero de San Pedro. No había cumplido 35 y ya acreditaba las suficientes millas por el mundo como para poder tener un campo de mirada profundo sobre los hechos que se le presentaban ante su vista.
“La lucha de las Madres me parece justa, pero en la sociedad argentina hay un sentimiento de indiferencia que me espanta”, sentenció ante el micrófono. “Hay una mezcla acá, en esta marcha. Veo por un lado la solemnidad, el dolor, las madres tristes. Y por otro, gente que parece estar de fiesta. Pero yo no estoy de fiesta”. Esta última frase quedaría resonando por los tiempos de los tiempos: Luca Prodan fallecería el 22 de diciembre en su casa de Alsina 440, tan solo dos días después del que sería el último concierto de Sumo con el romano: un pequeño festival en el estadio de Los Andres, Lomas de Zamora, compartido con Los Violadores, dos de las bandas insignes del rock argentino de los 80.
Entre cánticos, bombos, banderas y proclamas, Luca dijo ni más ni menos que lo quería decir. Y luego volvió a desaparecer entre la gente, antes de pegar la vuelta hacia su vivienda. Sumo acababa de publicar “After Chabón”, un disco hecho con lo poco que quedaba de la integridad de Prodan: algunas de las canciones ya habían sido incluidas en “Corpiños en la madrugada”, aquel álbum en formato demo de 1983, mientras que otras debieron ser terminadas a contrarreloj en los estudios Panda de Floresta.
Como fuera, ese episodio de Luca en la plaza quedó relegado entre otro tipo de recuerdos, hitos y acciones en Argentina. Y así fue durante largos años, hasta que las Madres rescataron la entrevista publicada en la edición de enero de 1988, cuando el cantante ya había muerto. Se supo, entonces, que aquella había verdaderamente la última entrevista que Luca había concedido en vida, y no la que dos alumnas del colegio Nacional Buenos Aires le realizaron en la terraza de su casa en octubre del ’87. Su alocución en el periódico de las Madres había sido breve pero contundente, intenso, inapelable y acaso demasiado tempranero para comprenderlo y valorarlo. Una auténtica despedida en Plaza de Mayo.
“Teníamos relación con él antes ya”, recordó Hebe de Bonafini a mediados del 2020. “Cantó en la plaza, una o dos veces, ya no sé cuantas”, agregó incluso. “Son personajes que no olvidamos las Madres. No olvidamos nunca lo que hicieron, los que nos contaron, y cómo era su vida. Porque había un acercamiento muy grande con ellos. No porque las madres nos hiciéramos rockeras, sino porque tomamos una actitud como más juvenil con ellos, de comprender todo lo que hacían, su historia, sus libertades para todo lo que hacían, para su vida misma. Que era, en definitiva, por lo que luchaban nuestros hijos: por la libertad de cada uno”.
Fuente: Página 12