- Asociación de personas con intereses comunes que toman parte en actividades recreativas, deportivas o culturales.
- Lugar donde se reúnen estas personas.
Los clubes de barrio nacieron en Argentina junto con otras instituciones como las bibliotecas populares y sociedades de fomento, a comienzos del siglo XX.
Herederos como concepto de las sociedades de inmigrantes, los clubes de barrio también funcionaban como casas de cultura, ya que en sus instalaciones, no sólo se practicaban deportes, sino que también se desarrollaba una actividad cultural , a través de la cual se intentaban preservar los usos y costumbres de los países de origen de los inmigrantes, que por cuestiones laborales se afincaban en cada barrio.
De alguna forma, los clubes eran un espacio de socialización barrial entre los antiguos residentes y los nuevos vecinos.
La mayoría eran obreros o empleados de las mismas fábricas o de otras similares.
Maestras y profesionales, cuyos alumnos o pacientes, también eran del barrio.
Los comerciantes afincados con anterioridad y los nuevos comercios, valoraban la aparición de estos nuevos pobladores que instalándose en su vecindario, producían el crecimiento y desarrollo del mismo.
La integración social se producía como consecuencia de las similares realidades de cada familia.
Así se iban transmitiendo valores y tradiciones comunitarias que fortalecían las interrelaciones.
Los clubes, como espacio común, otorgaba el marco ideal para fomentar el sentido de pertenencia ya que era la representación genuina del “ nosotros “ como identidad social, que incluía a los vecinos.
También funcionaba como lugar de contención, para alejar a los jóvenes de los riesgos de la calle y las malas “ yuntas”.
En el mismo espacio podían convivir jornadas deportivas y sociales. Cursos, funciones artísticas y fiestas familiares.
Sus instalaciones podían albergar bibliotecas y a su vez, ser sede de la sociedad de fomento u otras organizaciones comunitarias.
Costumbres e ideologías
La instalación de fábricas, con su demanda de mano de obra, fue creando y consolidando los barrios.
Inmigrantes de diferentes países, como también del interior de nuestro país, fueron afincándose en zonas no demasiado alejadas de sus lugares de trabajo, generadores de su porvenir laboral.
Esa heterogénea convivencia cultural, enriqueció las propuestas y generó nuevas costumbres.
La presencia de nuevas ideologías con sus manifestaciones culturales, y la aparición de periódicos y revistas de marcado tinte político libertario, diseñaron una nueva estética social en la comunidad.
En ese contexto, los clubes de barrio, como centro social de reunión, serían también, lugares de expresión, tanto en mitines y reuniones sobre temas laborales, como en espectáculos teatrales con autores y temas afines a su pensar ideológico.
En ese período se documentan diferentes etapas en la creación de clubes barriales y también teatros, con natural inclinación política en la clase obrera.
Este enfoque tiene una explicación por demás sencilla, las temáticas
que se abordaban, tanto en los debates como en las expresiones artísticas, tenían que ver con la problemática de la clase obrera.
Clase obrera que formaba parte de esos barrios.
En Capital Federal y Gran Buenos Aires se multiplican los clubes de barrio, destacándose a la dirigencia política de izquierda, como la expresión cultural predominante.
A partir de la prohibición de la actividad política, en la revolución de Uriburu, en los años 30, los radicales ven en los clubes de barrio una trinchera para expresar sus ideas, como lo había sido hasta entonces para la izquierdas y los anarquistas.
Como consecuencia, en los años ´30 crecieron los clubes de barrio, con mucha actividad política.
Otra de las etapas que los historiadores reconocen, es la del llamado primer peronismo, a partir del año 1946.
Es el ciclo dorado del fútbol argentino, con varios dirigentes de clubes que quedaron en la historia grande.
A partir de la estructura de un club de barrio, construyeron sus propios estadios, desarrollaron actividades sociales, fundaron escuelas y, en algunos de los casos, crearon su propia Universidad.
Si bien su creación tuvo que ver directamente con el primer barrio, vecinos cercanos, la trascendencia y convocatoria, excedió concretamente al público cercano.
Ese crecimiento y expansión, también opacó y desvalorizó, en muchos casos, a los pequeños espacios que convocaban a los vecinos, como parte activa del barrio.
En Capital Federal existen más de 300 clubes de barrio, que en su gran mayoría pasan casi inadvertidos, en comparación con los clubes de futbol conocidos.
En muchos clubes barriales, continúan las actividades deportivas y sociales y eventualmente se desarrollan algunas otras actividades .
Sin embargo, con el transcurso de los años, del espíritu original que generó su fundación, quedan como único testimonio, las viejas fotos de las épocas de gloria, detrás de la barra del bar del club.
Las viejas casonas de barrio fueron cumpliendo su ciclo y se transformaron en edificios de departamentos.
Nuevos vecinos que se cruzan sin saludarse y antiguos negocios ya no existen más.
El concepto original de barrio, pasó a la historia y hoy su nombre es sólo una referencia en el Google Maps.
Indudablemente, nuestro país no es el mismo de hace 100 años.
Ni nosotros, como sociedad somos parecidos.
No es cuestión de mirar atrás, con la melancólica certeza que todo pasado fue mejor.
Pero tampoco podemos ser tan necios como para no darnos cuenta que se necesitan otras consignas, para mejorar nuestra realidad.
Seguro que existen conceptos macro económicos que afectan y condicionan nuestra existencia.
Sin olvidar la universalidad pandémica que nos afecta y la deuda externa , el dólar y la política.
Y los políticos .
Y Trump y Putin.
La globalización es una realidad.
Sus efectos también.
Entonces?
Podemos entregar mansamente nuestro destino como sociedad y alinearnos resignadamente a los avatares del destino.
O plantearnos la posibilidad de cambiar nuestro día a día.
Porque estoy seguro que si intentamos recuperar aquellos valores que cimentaron nuestros barrios, donde la solidaridad era moneda corriente, vamos a demostrarnos que somos nosotros, las personas, el eje de todo cambio.
Si se apoyáramos con la colaboración activa a los pequeños clubes de barrio, que estoicos sobreviven, a pesar de todo, nos daríamos cuenta que podemos.
Que el estado colabore, no sólo con subsidios, sino que negocie con las compañías de servicios, para que creen tarifas preferenciales.
Que dentro de los ministerios existan funcionarios idóneos en la materia del desarrollo de los clubes de barrio y su importante función social.
Que se capacite en cómo administrar y producir entidades barriales.
Que contemplen lo complicado que es mantener en funcionamiento un espacio que complementa y a veces supera, las acciones sociales del Estado.
Estado que como tal, debe reglamentar leyes que vayan más allá de los gobiernos de turno y que beneficien realmente a las personas comunes, a nosotros, al vecino del barrio.
Hay que entender la importante función que siguen teniendo y que debemos cuidarlos, para que sigan existiendo.
Por eso debe existir una ley del Estado que reglamente y promueva,
nuevas políticas, para la preservación y desarrollo de los clubes barriales.
Pero en serio, no para la tribuna.
En definitiva, si no aprendemos de nuestra historia ciudadana e ignoramos nuestro pasado como comunidad, de nada sirve llenar las plazas ni ganar las calles.
Porque seremos un pueblo sin identidad.
Que repetirá sus cánticos, que repetirá sus marchas y sus reclamos
Y también repetirá sus errores.
Sólo depende de nosotros, que ésto no suceda.