La flexibilización del acuerdo con el FMI es clave para la precaria estabilidad económica, cambiaria y política
La administración Biden ofreció respaldo político al gobierno de Alberto Fernández en la negociación con el Fondo Monetario. Una parte de ese apoyo se reflejó en la aprobación de las metas 2022 y la flexibilización del objetivo de acumulación de reservas. Pero no es suficiente para lo que queda del año económico en un período electoral por la existencia de un contexto cambiario crítico debido al impacto negativo en las reservas del Banco Central por la peor sequía de la historia.
Estados Unidos no le bajó el pulgar al gobierno de Alberto Fernández ante la imposibilidad de cumplir las condiciones del acuerdo con el FMI, definidas antes del estallido de la guerra en Ucrania, la posterior alza de la tasa de interés internacional y, finalmente, la devastadora sequía que afecta la producción agropecuaria local.
Haber conseguido que la administración Biden mantenga el dedo pulgar en posición horizontal (con el riesgo latente de dirigirlo hacia abajo) es el mejor saldo que se podía esperar de la reunión bilateral de presidentes, más por lo que se evitó que por lo conseguido.
En concreto, Estados Unidos, cuya intervención política en el directorio del FMI es decisiva, seguirá apoyando a la Argentina en la redefinición del programa con el organismo financiero multilateral, lo que significaría acomodar el ajuste inicialmente previsto al nuevo escenario local y externo.
Este resultado no es para festejar porque sólo exhibe en forma dramática la fragilidad y subordinación en que quedó la economía argentina por el insólito crédito entregado por el Fondo Monetario al gobierno de Mauricio Macri, luego refinanciado por el de Alberto Fernández.
El FMI reconoce el impacto de la sequía pero no modifica el ajuste fiscal
Esta situación de debilidad se extenderá en próximos gobiernos mientras continúe el vínculo denigrante de rendir examen en forma permanente de funcionarios del Ministerio de Economía ante la tecnoburocracia de Washington por la evolución de las principales variables macroeconómicas.
Este sábado hubo una prueba: el directorio del Fondo aprobó el cumplimiento de los objetivos cuantitativos 2022, liberó un desembolso de dólares para que el Banco Central pueda utilizar esos mismos recursos para pagar una cuota de capital e intereses de la deuda con el propio Fondo, y reiteró que en este año, pese a reconocer el impacto de la sequía, el gobierno deberá seguir con el mismo programa de ajuste fiscal pero reforzado -afirmó- precisamente por el impacto en las cuentas públicas de la sequía.
¿No debería ser al revés cuando una economía enfrenta un shock negativo tan potente? El manual ortodoxo no lo contempla, y es el que reitera el FMI sin importar cuál es el país con el que define un acuerdo ni cuáles son las particulares condiciones internas y externas de esa economía.
Reunión para que no se caiga el acuerdo
Los dos presidentes tuvieron 20 minutos a solas para conversar con una agenda abierta y protocolar. Lo relevante vino después cuando se desarrolló una reunión de trabajo que duró una hora, con el formato de uno más ocho: Presidente de cada país más ocho personas.
Biden convocó a la primera línea de su gobierno a la reunión que se desarrolló en la Casa Blanca. A su izquierda estaba sentada Janet Yellen, la secretaria del Departamento del Tesoro (Ministerio de Economía), a la derecha estaba el secretario de Estado (canciller) Antony Blinken, un lugar más a la izquierda estaba Jake Sullivan, titular del Consejo Nacional de Seguridad. Después estaban la vicecanciller de los Estados Unidos, Wendy Sherman, y Juan González, el número dos del Consejo Nacional de Seguridad.
Biden hizo viajar al embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, Marc Stanley, para que estuviera presente en la reunión. Sherman estará en Argentina el 12 de abril para hacer un seguimiento de los puntos conversados este miércoles en la Casa Blanca.
La versión argentina dice que Fernández solicitó el apoyo de Estados Unidos en la negociación con el FMI y en ese momento Biden se dirigió a Yellen y dijo que ella se ocupará de este tema con la misma eficiencia y rapidez que neutralizó la crisis bancaria. Más allá de este comentario de Biden, el Departamento del Tesoro mantiene una tradicional posición dura con la Argentina al exigir ajustes en la economía que, de aceptarse, derivaría en elevados costos sociolaborales.
En Economía, ya sea para subir el precio al resultado de las tratativas con el FMI o para mostrar la relación compleja que se tiene con el staff técnico, relatan que el acuerdo con el organismo estuvo caído durante dos semanas hasta que consiguieron la flexibilización de las metas de acumulación de reservas, instancia necesaria para obtener el desembolso de unos 5400 millones de dólares, concretado este viernes.
Qué hablaron sobre China
La sospecha sobre este encuentro bilateral refiere a que ha exigido Estados Unidos a cambio del apoyo en la negociación con el FMI. En este contexto, China apareció en el intercambio a solas entre los presidentes y también en el ampliado con funcionarios.
Se sabe que Estados Unidos impugna la participación de empresas china en la hidrovía, en la construcción de centrales nucleares, en la licitación del espectro de telecomunicación 5G y en otros proyectos de infraestructura estratégica.
Biden mencionó explícitamente la influencia de China en la región diciendo que ellos no quieren el conflicto con China, sino que quieren tener una competencia equilibrada en las licitaciones.
Ante la mención de la presencia creciente de China en Argentina, el equipo de Fernández señaló que la potencia asiática ofrece financiamiento, lo que motivó una rápida respuesta del equipo de Biden respecto a que entonces ellos intervendrán para acelerar los mecanismos de desembolsos de otros organismos multilaterales.
De la promesa a los hechos existe la urgencia de acercar divisas a la exhausta caja de reservas del Banco Central. En lo inmediato, lo importante es el mensaje de Estados Unidos de no dejar caer, por ahora, el acuerdo de Argentina con el FMI.
El conocido rostro del abismo
El saldo relevante del encuentro bilateral por lo tanto es que se alejó el fantasma de una crisis terminal como las que se registraron en 1989 y 2001, cuando en ambos episodios traumáticos la suspensión de sendos desembolsos del Banco Mundial y el Fondo Monetario, respectivamente, precipitaron el caos conocido.
La derecha política y económica aspiraba a repetir el cuadro de fines de los ochenta y comienzos de los noventa, cuando las hiperinflaciones de Alfonsín y de Menem fueron potentes disciplinadores sociales para avanzar en una profunda transformación de la economía local: privatización, desregulación, apertura importadora y del sector externo, precarización laboral y reducción de derechos previsionales.
Dejar correr y alentar el caos para luego arremeter con estas reformas tuvo a Cavallo en ese momento como principal ideólogo. Viajó a Washington para que el Banco Mundial suspendiera el flujo de financiamiento externo al acorralado gobierno de Raúl Alfonsín, lo que derivó en estrangulamiento financiero con posterior fuerte devaluación al debilitarse el stock de reservas, preludio de la hiperinflación de 1989.
Con otros protagonistas, hoy la estrategia de la derecha es similar.
El otro antecedente del accionar perturbador de la interrupción repentina del financiamiento de organismos financieros internacionales fue cuando el FMI le prestó 8000 millones de dólares al gobierno de Fernando de la Rúa en agosto de 2001, para retirarle el apoyo tres meses después.
El Fondo defendió esta errática estrategia diciendo que negarse a una ayuda en agosto hubiera provocado la caída de la economía argentina, lo que habría derivado en echarle culpa de ese colapso, pero fue lo que finalmente sucedió.
Las metas del año 2022 son historia y las del 2023 tendrán que cambiar
El viernes pasado se aprobó la cuarta revisión del acuerdo con el Fondo Monetario. El gobierno de Alberto Fernández hizo los deberes. Ha cumplido con todo lo pactado para el 2022 pese a un contexto local e internacional crecientemente adverso.
El reporte distribuido por el FMI destaca la primera modificación respecto del acuerdo original en relación al compromiso de acumulación de reservas. Todos los protagonistas involucrados saben que el resto de las metas para el 2023 también deberían ser reformuladas. Pese a ello, el informe con declaraciones de la número dos del organismo, Gita Gopinath, ratificó que el déficit fiscal previsto para este año se mantiene en 1,9 por ciento del PIB.
El ministro de Economía, Sergio Massa, que integró la delegación, tuvo una agenda propia en Washington con una serie de reuniones con distintos actores -entre ellos, el Fondo Monetario Internacional- con el objetivo de generar las condiciones propicias para una reformulación de los términos del acuerdo para hacerlos viables.
Aquí es clave la posición del ala política de la administración Biden para aflojar la presión del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, cuya línea técnica y política históricamente exige fortísimos ajustes.
Como se precisó en estas páginas la semana pasada, la guerra en Ucrania tuvo un costo de unos 5000 millones de dólares en la economía argentina, según la estimación presentada por el equipo económico al staff técnico del FMI. A lo que se suma el impacto de la sequía, que implicará una caída de ingresos de dólares del complejo agroexportador de por lo menos 15.000 millones de dólares y la consiguiente merma de recaudación por derechos de exportación (retenciones) de 1 billón de pesos.
Queda claro que las circunstancias cambiaron desde el momento en que se cerró el acuerdo de refinanciación de la deuda con el FMI acompañado de un programa stand by de revisión trimestral. Y las circunstancias cambiaron para peor.
El contrato financiero con el FMI es peor que el que se pacta con bancos comerciales o fondos de inversión
El aspecto poco mencionado es que el Fondo, además de condicionar con mayor o menor rigidez la política económica, está actuando con mayor dureza financiera que los grandes bancos comerciales, que en la década del ’70 y ’80 conformaban el comité de acreedores, y los grandes fondos de inversión internacional,que negociaron la reestructuración de la deuda en dos oportunidades en este siglo, aceptando una fuerte quita de capital en la primera y una fuerte reducción de la tasa de interés en la segunda.
Las condiciones financieras del FMI son agobiantes para el deudor, en este caso con el más importante de su cartera de préstamos, como se detallan a continuación:
1. No aceptó quita de capital ni reducción de la tasa de interés en la refinanciación de la deuda.
2. No contempló plazos de repago de más de 10 años.
3. Definió una tasa de interés variable del crédito que acompaña la evolución de las de las potencias (Estados Unidos, Gran Bretaña, Unión Europea, Japón y China).
4. Aplica una sobretasa de interés cuando el monto de la deuda es mayor al que le corresponde al país según la cuota de capital que tiene en el organismo.
Los dos primeros puntos fueron motivo de una intensa pelea interna en la coalición de gobierno hasta casi la ruptura, que no se concretó porque la precaria unidad se mantiene ante el espanto neoliberal de la vereda opositora.
Respecto al tercer punto, los países deudores padecen la estrategia antiinflacionaria de las bancas centrales de las potencias de elevar la tasa de interés, con escasos resultados hasta el momento porque se ataca un problema de oferta (alza de alimentos, energía y fletes por la guerra) como si fuera uno de demanda recalentada.
Como si esto último ya no fuera un factor perturbador para los deudores del FMI, algunos son doblemente castigados por haber recibido más dólares de los que les correspondía. El exministro Martín Guzmán publicó un tuit en el cual detalló que el FMI impone intereses extra (recargos) a la deuda argentina por 1200 millones de dólares para construir “saldos precautorios que brinden un colchón para proteger al Fondo contra posibles pérdidas”. Dice que “esto significa más ingresos para el FMI por préstamos a países afectados por shocks externos adversos (Covid-19, guerra en Ucrania y alza de la tasa de interés, sequías, huracanes)”. Esto perjudica a la Argentina y a otros 20 países que están pagando recargos.
Flexibiliza mucho, poquito o nada
Como se mencionó, el viernes el directorio del FMI aprobó la revisión 2022 que Argentina cumplió con un desempeño bastante bueno para la mesa examinadora del FMI. Esta aprobación gatilló la inmediata liberación del desembolso de unos 5400 millones de dólares que, como si fueran lanzados a una puerta giratoria, ingresarán al Tesoro del Banco Central para luego regresar en su totalidad a los pocos días a las arcas del FMI como pago de una cuota de capital e intereses del crédito refinanciado.
La cuestión relevante de este informe se refiere a las perspectivas estimadas para el 2023. Del conjunto de objetivos que a esta altura se saben incumplibles, sólo se menciona la reducción del correspondiente al de acumulación de reservas pero en una magnitud bastante mezquina, lo que hace prever que será difícil de alcanzar.
El resto queda como está previsto con el argumento de que se necesitan “políticas más firmes para salvaguardar la estabilidad, abordar los reveses y asegurar los objetivos del programa, manteniendo al mismo tiempo la función de ancla del programa“.
El mensaje de Ginopath es directo: afirma que es necesario “alcanzar el objetivo de déficit fiscal primario del 1,9 por ciento del PIB para 2023 (porque) sigue siendo esencial para respaldar la desinflación y la acumulación de reservas, aliviar las presiones financieras y fortalecer la sostenibilidad de la deuda”.
La receta conocida: más ajuste para cumplir con la meta del déficit fiscal
Para cumplir con esta exigente meta fiscal, teniendo en cuenta la pérdida de recursos tributarios por la caída de las exportaciones (se estima una caída de los ingreso por un billón de pesos por el menor cobro de retenciones) y del nivel de actividad económica, el Fondo propone acelerar la eliminación de subsidios a las tarifas energéticas, “mejorar la focalización de la asistencia social” (sugerencia que merece explicación de qué se trata) y restringir la cantidad de personas que pueden acceder a la moratoria previsional aprobada hace pocas semanas.
Además reclama subas adicionales de la tasa de interés, continuar con la devaluación del tipo de cambio oficial en línea con la inflación, limitar la intervención del Banco Central en el mercado cambiario paralelo y solicita que continúe el apoyo político al programa acordado (es una referencia implícita a Cristina Fernández de Kirchner).
Ante este panorama complejo, será necesaria una mayor intervención política del dueño del FMI (Estados Unidos) y habrá que ver si la administración Biden está dispuesta a hacer el esfuerzo de alterar esta posición conceptual limitada en términos políticos y económicos de la tecnoburocracia del Fondo que, si bien menciona los efectos de la sequía, no toma en cuenta el dramático cambio de escenario que enfrenta la economía argentina en un año electoral.
Fuente: Página 12