Escribo para sanar y para poder subsistir.
Escribo para agradecer y ser feliz.
Elijo una palabra como una flor que abrigue al dolor de una madrugada, tanto como para describir una caricia necesaria.
Escribo sabiendo, que el abrazo faltó a la reunión. Lo hago sabiendo que la ironía es la certeza de un silencio en donde no hubo vos.
Escribo para agradecerle a los ojos que leen.
Escribo como acto de rebelión hacia el olvido, como un atisbo de paz para algún corazón decaído. Como muestra gratis de amor, como anticipo.
Lo hago para rendirle homenaje al amor, tanto como para darle batalla al dolor.
Escribo para darle la razón a algún pensamiento aunque no sea necesariamente cierto…
Para volar desde el suelo, también escribo.
Escribir es entonces, una de las opciones que elijo para soltar lo que siento; así no se fermenta en el silencio mustio de otro tiempo, extinto en el fondo del viento.
Al fin y al cabo escribo porque me hace bien hacerlo en este presente, en este lío.
Porque no es opción dejar de sacar las palabras que se acumulan encerradas entre el pecho y la garganta.
Escribo para transformar de este modo, la angustia y la ansiedad, en paz.
Si al leer algo te pasa, entonces sabré que no habrá sido en vano haber escrito. Sabré que hay alguien más, reconfortado en lo que escribí, además de mí.