“Entre” la vida y la muerte. Lo (im)posible de lo (in)decible. Por Virginia Grosso

“Entre” la vida y la muerte. Lo (im)posible de lo (in)decible. Por Virginia Grosso

No es mi intención dar definiciones cerradas acerca del duelo, porque honestamente no se bien que es, ni que pasos sigue ni cuales son los tips para superarlo. Pensar en el duelo, en el trabajo de duelo, se acerca más a darle cuerpo a una práctica. A armar el lazo (im)posible con lo indecible. Lo que fui pensando con otros, intenta dar cuenta de un recorrido, que fue interpelando nuestras prácticas en una clínica psi compleja, atravesada en los últimos tiempos por pérdidas significativas, donde se nos hizo necesario buscar lecturas y encuentros para pensar acerca de lo vincular y en especial, movilizar las dicotomías imperantes acerca del vínculo vida-muerte.

Por ello leí, pregunte (aun lo sigo haciendo), busque en distintos autores actuales que convocan a incomodarnos y al mismo tiempo a encontrar algunas claves para pensar desde otras lógicas, caminando por los bordes de aquello que parece incuestionable. Esto permite una mirada diferente, no en relación a la muerte, sino en relación al vínculo mismo con nuestros muertos. Desde lo íntimo a lo común, intentando poner palabras para habitar y atravesar el dolor, aprender a vivir y a morir con otros, dice Vir Cano.

Principalmente necesitamos generar nuevas representaciones desde las prácticas mismas que habiliten la fragilidad de nuestra existencia, por ende, de nuestra finitud. Hay una conciencia mayor de nuestra vulnerabilidad y fragilidad de la vida especialmente ante la muerte de otros y de otros queridos.

Muchos aun conservamos una idea evolucionista de que hay progresión lineal de los procesos, que se avanza, que hay que ir para adelante. Creo que los procesos y en especial de duelo no se rigen por Cronos, no son lineales, se mueven, van y vienen, se doblan, se fugan, duelar también es tramitar la fragilidad, sabernos seres que requerimos cuidado. Nos falta aprender a morir juntos y eso tiene que ver con la vida, es decir que la muerte deje de ser en solitario.

¿Como podemos hacer visible la vulnerabilidad de la vida y al mismo tiempo su potencia? Cuando promovemos practicas colaborativas basadas en redes de apoyo mutuo y democratización de los cuidados.

Pensamos que estas prácticas son arte y como tal nos proponemos una escucha diferente, ampliada, arriesgada dice Najmanovich, desde una actitud de confianza, permitiéndonos ser interpelados por aquello que se nos ofrece, en virtud de quien, ha perdido un ser amado y se vincula con el mismo de otras maneras no pensadas. Acerca una perspectiva posible que, al abordar desde la complejidad de un entramado afectivo, rompamos el encorsetamiento previo que nos empujaba a hacer con el otro la tarea del duelo. Y “lo más rápido posible” de acuerdo a la vertiginosidad de estas épocas.

Lo que propongo es acercarme a esta temática en profunda comunicación vibrátil con otros modos de existencia. Poder generar una tensión con aquello de lo innombrable, donde a cada muerte no siempre le corresponde un nombre. ¿Como se nombra a quien perdió a un hijo? ¿Como a quien perdió a hermanos? Las palabras construyen mundo, así como el lenguaje nos hace compañía porque lo compartimos con otros.

Dar lugar a aquello que se afecta al poner en escena el cuerpo para procesar de un modo singular y disponible el afecto de ese otro, de ese otro que esta duelando, para que surja el milagro de la vida desde las oscuridades cotidianas. Porque el duelo es por sobre todo una experiencia corporal donde el dolor transita. Cuando perdemos a alguien querido, también perdemos siempre algo de nosotros mismos, eso que se va con el otro, eso que éramos junto a los que ya no están y no seremos. A veces la angustia duele agudamente, porque recordamos lo que nunca sucedió, y ello nos enfrenta al trabajo (im)posible de dar lo que no tenemos, hacer lo que no sabemos hacer y decir lo que nuestro muerto ya no escuchará.

¿Como se cuida a quien pierde un ser amado, como se acompaña un duelo de otra forma a la que estamos acostumbrados en esta cultura? Como permitir una trama vital, potente, afectiva, un intercambio, un umbral posible que enriquezca a quien quedo en estas tierras, ampliando la mirada, la escucha de este vínculo particular, para así permitir este religar de diversas formas de existencias, presencias.

Se trata de una mirada diferente, no en relación a la muerte, sino en relación al vínculo mismo con nuestros muertos. Esta mirada cuestiona fuertemente la noción de “hacer duelo”, que empuja al desapego, al avanzar sin mirar atrás, a no quedar detenidos. Vínculo cuya vida es un devenir.

Es una experiencia emocionante poder entrar a mirar ese momento de vida en que nos podemos vincular con la muerte, con nuestros seres queridos muertos. Lo que sorprende es que no tenemos que hacer desaparecer a los mismos, no los tenemos que enterrar, podemos permanecer con ellos. No es una pérdida irremediable, una carencia, es una potencia de vida, un devenir y por ello permite un seguir compartiendo.

“La teoría del duelo, por ejemplo, en la medida en que se funda sobre una exigencia de desapego de los vínculos y no ofrece a las relaciones más que el espacio limitado de los psiquismos, puede constituir un medio mortífero” (Despret, 2021, p. 22)

Se genera la idea de “hacerle” un lugar al muerto. Algo se vació en el aquí y hay que buscar un allá, donde pueda continuar la conversación. Y al cuestionarnos sobre su lugar, nos preguntamos sobre el nuestro. Así es como nos convida a hacer una matriz narrativa, elaborando historias que se van engarzando a partir de las que le preceden. Y que se van conectando formando un tejido

            Según un sistema binario, el muerto es quien deja de existir verdaderamente o no es más que un producto de la imaginación. Pero aquí se está hablando de lo que está más allá de esta polarización. Recordar, como un acto creativo, va más allá de un mero acto de la memoria. Es fabular, proponer una leyenda, “instaurar” según Despret, recomponer relatos, historias que los incluyen. No estar muerto para nadie es justamente el riesgo de los muertos: la nada.

Y es detrás de esta escucha ampliada, que nos vemos interpeladas a dar lugar a la muerte y al vínculo con los que nos precedieron, para honrar y cuidar profundamente esta vida.

Virginia Grosso- Lic. en Psicología

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