Se cumplieron 30 años de la muerte de Néstor Perlongher. La efeméride coincide con el mejor homenaje: la publicación de Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986), de Blatt & Ríos, la correspondencia que el poeta y sociólogo envió a Osvaldo Baigorria y donde se vislumbran los aspectos más actuales de la obra de la Rosa Luxemburgo local.
En el prólogo a Un barroco de trinchera Baigorria evoca que conoció a Perlongher en 1972. “Tenía ventiún años y pelo largo hasta los hombros. En una casa señorial de Flores, ante cincuenta personas reunidas para fundar el Grupo de Estudio y Práctica Política Sexual, descruzó sus piernas enfundadas en pantalones de cordero y marrón con botamanga-pata-de-elefante, se acomodó sobre sus zapatos con plataforma y se presentó: ´Soy militante del Frente de Liberación Homosexual de la Argentina´”.
Por esos tiempos, Perlongher se erigía en vocero de una militancia que unía los sueños de revolución sexual y social con locas, feministas, travestis, parejas protoswingers y varones heterosexuales a la cabeza de la guerra contra la familia patriarcal-monogámica y el capitalismo. El otro frente era contra la esclavitud de la organización genital que clasificaba y encasillaba la multiplicidad y polivalencia del deseo en identidades fijas.
Puta, dealer y orgullosamente cancerosa
Un año después de haber conocido a Baigorria, Perlongher celebraba el triunfo presidencial de Héctor J. Cámpora y concluía un volante del Frente de Liberación Homosexual con una frase de Eva Duarte (reivindicando su apellido de soltera) que condenaba a “los que no aman porque para ellos el amor es una exageración y una ridiculez”. La consigna anticipaba “Evita vive” (1975) , ese cuento considerado maldito de la literatura argentina. En el relato, Evita vuelve desde el cielo y ya no es la Eva de Perón, que proclamaba “‘Soy fanática’ y entregaba una frazada” o “repartía máquinas de coser como quien arma barricadas contra aristocracias obtusas”, sino que ronda por hoteles del “bajo”, pensiones de mala muerte y bulos. Allí pernocta con un marinero negro y una marica, se acuesta con muchachos, fuma con las locas (a quienes promete un paraíso de machos y otras variantes de bellezas masculinas), convive con travestis y le regala lotes de marihuana a los humildes: se revela puta, dealer, orgullosamente cancerosa y drogadicta.
La correspondencia unilateral sigue el itinerario existencial de Néstor desde la “ultra-represiva Argentina” hasta la búsqueda del paraíso en Río, Salvador de Bahía y sobre todo San Pablo, la metropólis brasileña donde se exiliará definitivamente y que se le aparecía como un “terreno promisorio para la promiscuidad, el levante y las diferentes variantes de orgía”. En el bus que lo llevaba a San Pablo escribirá el antológico “Cadáveres” (1981), el mejor poema jamás escrito sobre el terrorismo de Estado argentino. Huyendo del Tánatos, y, ya en la capital paulista Perlongher yiró por avenidas, mingitorios, antros y saunas y fascinada con la democracia sexual y racial brasileña llegó al récord de acostarse con once hombres por día. Mientras metía su cuerpo en la boca de los devenires minoritarios y los habitantes de las márgenes, escribía su libro sobre los taxi boys en San Pablo (luego de su frustrado intento de hacer lo propio con la prostitución masculina de la argentina calle Lavalle). Pero, tras recibir una botella en la cabeza de manos de un joven de las favelas que quiso robarle un par de anteojos y tras sufrir otras tantas golpizas, descubrió que en Brasil la promiscuidad sexual iba de la mano de la homofobia, la violencia y los crímenes de odio.
Las cartas dejan claro que, desde el exilio, Perlongher pudo analizar con ojo clínico los devenires históricos argentinos y fue una de las pocas voces lúcidas que denunciaron a la guerra de Malvinas como estrategia de la dictadura para perpetuarse en el gobierno. En un artículo destinado a ser célebre, proclamaba mariconamente “Todo el poder a Lady Di”, se burlaba de la intervención de Juan Pablo II (“Su Santidad la Papisa Barbarella de Cracovia”) y lamentaba el sacrificio de guapos adolescentes, en la flor de la edad y el casamiento de muchachos con la muerte “en nombre de unos islotes insalubres”.
La correspondencia finaliza en 1986 previa a la última búsqueda existencial de Perlongher: su vinculación a los ritos místicos y candombleros de la iglesia del Santo Daimé en su intento, quizás, de devenir negro, bruja y cuerpo orgiástico indiferenciado como último bastión de resistencia.
Osvaldo Baigorria-Néstor Perlongher. Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986). Blatt&Ríos.
Fuente: Página 12