El ingenio de mi padre. Por Mariano Bucich

El ingenio de mi padre. Por Mariano Bucich

Una noche al llegar a casa con mi padre, y después de pasar la tarde jugando con mi amigo Sebastian Martinez en su cuarto por horas con sus autitos de colección, le dije ….

-¡Papá,! ¡Sebas tiene una estación de servicio para los cochecitos de colección, está buenísimaaa!!!

Mi papá me oyó mientras me miraba con esos ojos buenos, en silencio. Yo que era un pibe de no mas de diez años me quedé como él, sin hablar. Fue cuando noté en su mirada frustración. De inmediato me dijo lo que ningún padre querría decirle jamás a un hijo.

-” Marianito, me encantaría poder comprarte una estación de servicio como la de tu amigo pero este mes no puedo gastar en nada mas, no tengo dinero”.

Después de esto no pronunció palabra alguna, y se perdió tras su libro.

Mi padre trabajaba mucho, se iba temprano y regresaba a la tarde, o a veces, a la noche. Se esforzaba por darnos todo lo material que necesitábamos, tanto a mi hermana como a mi, pero lo cierto es que, en lo económico no tenía mucho resto.

Volviendo a la estación, yo ya me había resignado a no tenerla nunca.

Pero mi padre era un tipo muy hábil con sus manos y creativo con su mente. Él reparaba todo, hacía inventos para resolver cada necesidad con lo que tenía al alcance de la mano, y además lo hacía con una paciencia y prolijidad envidiable. Yo lo veía trabajar y lo admiraba profundamente.

Después de aquella charla mi padre no volvió a tocar el tema, pero yo podía ver en su rostro la necesidad de resolverlo.

Al principio no me di cuenta, pero luego intuí que tramaba algo. De pronto, comenzó a encerrarse en su taller, todas las noches después de cenar, un rato.

Esta rutina se repitió por un par de meses hasta que algo sucedió después de una cena: me miró con cara de felicidad, diciéndome: – ” Hijo, hay algo en tu cuarto que quiero que veas, ¿vamos?

Y allá fuimos….

La puerta de mi cuarto estaba sospechosamente cerrada y su rostro sensiblemente feliz: – ¡Abrí !!!. (Continuó ya ansioso).

Yo, entonces, obedientemente lo hice.

Sobre mi cama había una caja envuelta en papel madera, lo miré nuevamente y sin dudarlo me imploró: – ¡abrilo hijo! ¿Qué esperás???

Al oírlo reaccioné y corrí hacía la cama, tome la caja y rompí el papel…

¡Wow!!! ¡ No podía creer lo que mis ojos veían! mientras la saqué de la caja.

Era una “estación de servicio increíble”, única, y casera . Con muchos detalles que la hacían bellísima. El salón de la cafetería etaba hecho con una vieja caja de madera terciada en la que había venido embalado un whisky. Tenía las ventanas y las puertas caladas con aberturas móviles a donde yo luego metería los muñequitos del chocolatín Jack. El techo de la playa, y el piso , también estaban hechos de terciado, así como la rampa de acceso al primer piso. Con un elevador, fosa, e isla con dos surtidores.

Éstos estaban hechos con unos componentes que mi padre utilizaba en el armado de plaquetas electrónicas para una empresa y a pedido, como segundo empleo en sus pocos ratos libres. ¡Se veían casi idénticos a los reales!. Recuerdo que las mangueras de los mismos estaban hechas con fundas de cables eléctricos y hasta se podía despachar el combustible. Era sorprendente lo similares que eran a los surtidores de aquella época…

Todo estaba hecho con un máximo nivel de detalle. Pintado prolijamente, y hasta había calcos publicitarios en las paredes y un cartel de “YPF” que habían venido en un auto “duravit”.

¡ Yo era tan feliz!!! Y él más que yo, al verme jugar sabiendo que sin dinero pero con su esfuerzo me pudo dar esta estación tan anhelada. Él sintió entonces, que había cumplido conmigo. Y yo; ¡Hasta creí que mi papá todo lo podía! Luego aprendí que no, pero que todo lo que él hacía era quererme, tanto como para superarse y ser el padre que me dio todo de otro modo. No con dinero, sino con el amor de su gran corazón.

Porque eso era más valioso que cualquier cosa. Porque eso, no tenía precio.

Corresponsal: Mariano Bucich, desde Remedios de Escalada, Buenos Aires, Argentina

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