El verano en el barrio de mi infancia era disfrute y aventuras, jugar sin parar. Compartir entre amigos hasta la noche en la calle, bajo las luces de mercurio.
Andábamos por todos lados en nuestras veloces máquinas sinónimo de independencia, las bicis.
Con ellas recorríamos grandes distancias superando con creces los límites impuestos por nuestros padres a sabiendas de poder ser castigados por ello, pero las ansias de aventura podían mas así que allí íbamos no sin correr peligro, a la aventura.
A veces cruzábamos el “camino negro”, (uno de los límites), para ir al “arroyo del Rey”, a pescar ranas, o al campito.del Tongui” a jugar con un boomerang que le habían regalado a mi amigo Ezequiel. Él presumía de su aparato volador y ostentaba el título de instructor de dicho objeto. El resto de los pibes de la banda queríamos probar nuestra destreza a su mando, así que soportamos estoicamente sus rigurosas clases de instrucción.
Cuando él decidió que era apropiado, le fue permitiendo al grupo ir probando los primeros lances y de a uno, con cautela, fuimos realizando los vuelos de bautismo.
A medida que íbamos tomando coraje nos animamos a arrojarlo con mayor intensidad sin perder el control del aparato. Hasta que, como siempre en estos casos, hubo discusión entre nuestro instructor y dueño del artefacto, y nuestro amigo Cristián ptotagonista del relato. Eze lo regañó por lanzar sin cuidado haciendo que el boomerang cayera lejos. Cristián lo empezó a gastar por lo que el ambiente se empezó a caldear. Discutieron con toda la furia con que discuten los chicos a los nueve o diez años, se acordaron de sus madres y de sus hermanas y los demás tuvimos que intervenir para que no se trencen en un combate a mano alzada.
Fue entonces cuando en un arranque de furia Cristián con el boomerang en su mano le dice a Ezequiel… ” vos no sabés nada ! Esto se maneja así!! ” y entonces zas!!! Lanzó el boomerang con tanta fuerza como pudo y sin ningún control, como era su costumbre ya que él nunca se caracterizó por ser muy coordinado pero si, muy fuerte.
El elemento salió despedido a una altura velocidad impresionante, lo primero que hice fue mirar la cara de Ezequiel y lo vi desencajado. Se quedó mirando la trayectoria atónito. El aparato voló tan alto y fuerte que pegó la vuelta en círculo y desapareció a unos sesenta metros detrás nuestro entre los yuyos.
Nosotros, el resto del grupo nos quedamos mudos presintiendo la inminente reacción de ambos hasta que Eze le dice:
-” ¿Sos idiota o te hacés ?”
-Uhhh ( le dice Cris) qué buen tiroooo!!!!
-¿Buen tiro? ¡ Te voy a matarrr!!!
– Bueno che… tanto espamento por ese cosito. Ahi te lo traigo.
Fue ahí cuando le miré las caras a ambos y estallé en una carcajada! Ellos que supuestamente estaban por trenzarse se terminaron tentando y arrancaron a reír!
Por supuesto que a esa altura estábamos todos riendo a carcajadas hasta que…
– entre insultos nuestro instructor dice: ¿Y ahora? Cómo vamos a encontrarlo?
Ese día nos pasamos cuatro horas buscando. Pasaron cuarenta y dos años de ese día, y nunca mas pude lanzar un boomerang.