Carta abierta de Susana Rebequi a la introspección (o en el espejo)

Carta abierta de Susana Rebequi a la introspección (o en el espejo)

¿Qué miras? Vuelvo a preguntarte, ¿Qué miras cuando me miras? Personalmente, te miro y no me reconozco. Veo esa misma despersonalización que vi en ese viaje a Mendoza, hace diecinueve años atrás. Veo a esa misma obesa con ciento cincuenta kilos que decía que no era y aparecía en las fotos que reveló.

Por un momento, pensé que estabas recuperada. Pensé que estabas revitalizada cuando comenzaste a tomar decisiones. Decisiones que ellos -tus padres y tu entorno- ya no podían controlar. Los mismos que no permitieron que vayas a estudiar matemáticas porque llegabas tarde luego de la jornada laboral; los que no te dejaron ser propietaria porque estabas soltera; ni tampoco, te dejaron amar porque no les gustaban los candidatos.

¡Mira que eras sumisa, eh…! Mira que te destrataron tanto que nada era tu decisión. Siempre era lo que pensaban los demás.

Pero hace tiempo nos aunamos; dejamos las dolientes causas sometedoras de voluntades y peleamos. Fue entonces, cuando me diste vida. Tomamos juntas el control por un tiempo; hubo cuerpo que interponer y voz para ser oídas. Vos misma me dejaste ser. Y ahora… ¿estás nuevamente queriendo tomar el control? ¿Para qué?

No te voy a dejar. Antes de dar lugar a que seamos nuevamente sometidas, sería capaz de pegarte un voleo en el traste; esa sarta de estupideces a la que nos expusiste, con el claro concepto de lo vivido hasta hoy, ya no más.

Si pienso en el futuro, soplo. Soplo como cuando tengo un nudo y creo que, ese método que leí alguna vez, me lleva a la solución; soplo para buscar la punta del hilo y comenzar a enrollar en el ovillo, la maraña enredada que alisará el paso a seguir…

Pero el tema es el pasado. Tenemos cincuenta y tantos años vividos o desperdiciados… ¿A vos, que te parece? Hemos hecho cosas buenas y lindas y otras cosas, que mejor ni recordar, sobre todo, decisiones tomadas, tontas o extremas. ¿Por qué no fuimos más explosivas y por qué, tan permisivas? ¿Te diste cuenta que muchas cosas eran las preferencias o parecer de los demás y no nuestra voluntad?

Solo puedo decirte que somos dos aparatos. Sí dos. Vos, que miras con esos ojos apagados y carentes de expresión, como si todo estuviera perdido y yo, que te miro, parada delante tuyo y no encuentro las palabras para sacudirte cuando reaccionar es el objetivo.

Estamos sin control y con los ojos secos. Estamos sin control ni capacidad propia para herirnos; que nos duela en serio, y deponer la actitud. Esa misma actitud que llevó a ponerse las pilas y cambiar su aspecto y hasta la voluntad. Voluntad que ahora, está acovachada detrás de las paredes de tu casa y tapada con sábanas viejas.

Le echamos la culpa a la pandemia, al encierro. Le echamos la culpa a nuestros padres por no dejarnos volar. Y ahora, que tenemos las alas libres, nos enjaulamos. Me llenaste de miedos que había superado…

Y vos hablas de resiliencia… ¿Dónde quedó?  ¿Vos hablas de dar una vuelta mas y te sientas a esperar? ¿y quienes te rodean, qué? Ojo… que te observan y miran a través de tus actos. Actos que son casi nulos por más que te impongas con el tono de voz fuerte o demandante. ¡Ni se las creen…!

¿Qué pensamos a hacer? Vamos a seguir ocultándonos como cuando éramos niñas? Vamos a seguir en un rincón como cuando notábamos que al tío le dábamos vergüenza por ser obesas; que nos miraba hasta con asco… porque lástima no era.

Por más que haga cálculos, las cuentas no me salen. Necesito que vos también pongas de tu parte y actúes en consecuencia. Reaccionar es la solución. Basta de auto encierro. Basta de humillarse o de amores impropios. No entreguemos mas de lo que recibimos. Seamos mas cautelosas. Sepamos decir que no, astutas, versátiles o… capaces de clavar puñales con una sonrisa mientras otros se creen los ganadores. ¡Te aseguro que chispitas en los ojos nos van a notar!

Propongo que cambies de lugar y me interiorices. ¡Si, métete en mi piel! Por lo menos, hoy, parezco ser la que posee más agallas para dejarse llevar…

Deja de estar al frente y decidamos juntas. Miremos lo mismo, demos vuelta la página o, mejor, tomemos un nuevo cuaderno en blanco en donde escribir lo que resta. Quizás salga algo bonito y podamos pintar alguna página con colores. Quizás sea la solución para encontrar el camino, la alegría y cerrar el capítulo de la autocompasión.

Susy Rebequi

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