Señor inspector de Hacienda, cuyo nombre conozco pero que por pudor (el mío, no el suyo) no voy a hacer público de momento:
– No hace mucho, el Tribunal Económico Administrativo Regional (TEAR) falló a mi favor por una resolución abierta por Vd., y de resultas de la cual me tenían que devolver 6500 euros, un dinero apreciable para mi economía, no sé la suya. Tuve que ingresar en Hacienda ese dinero para recurrir, después de varias tandas de alegaciones que no fueron escuchadas, y por lo que aboné unos honorarios de 1300 euros a un despacho de abogados, más 200 a gestores y notarios, convencido de que la liquidación era injusta. Aparte de estos gastos, en estos casi tres años he sufrido daños asimilables al lucro cesante, y otros en lo emocional, en mi estabilidad personal.
– Pero mi victoria ante el TEAR es pírrica. Porque el TEAR no llegaba a estimar los alegatos planteados por mí y mis abogados sino que venía a decir que el procedimiento incoado por Hacienda era impropio, que la liquidación practicada no fue acorde con la excusa con la que se abrió ese expediente. En la primera comunicación, con pretexto de un inexistente descuadre, me solicitaba usted toda mi contabilidad, que remití, y usted reconoció luego por escrito que estaba ajustada en forma y contenido a mi declaración de 2019, céntimo a céntimo en ingresos y gastos. Pero después de analizar mis cuentas usted montó un artificio argumentativo que yo intenté rebatir varias veces con datos, porque lo consideré injusto, y que acabó en el TEAR.
– Tras la resolución del TEAR, usted me comunicó la devolución del dinero, que recibí con intereses. Pero poco después usted mismo volvió a abrir el caso, ahora “subsanando el error” cometido y que, como advertí desde el comienzo de mis alegaciones, era una mera trampa. Es decir, considera que volvemos a cero: Hacienda (o sea, usted), vuelve a exigirme ese dinero. Para usted es un juego fácil: se sienta ante la pantalla del ordenador, hace un copia-pega, repite sus argumentos (sin tener en cuenta los míos anteriores ni los aportados al TEAR), y pide de nuevo que pague. Yo volveré a recurrir al TEAR, pagando otra vez a abogados. Y así… Otros dos años.
– Pero esto no es un juego, señor. La vida no es un juego, ni lo es mi trabajo, ni mi estado de ánimo, ni el esfuerzo o la minuta de unos abogados. No se pone el contador a cero con un par de clics en el ordenador después de haber dedicado dinero, tiempo e insomnio. No es un juego haber detraído de mi cuenta en su día 6200 euros, y que Hacienda (en realidad, los contribuyentes) me paguen 330 de intereses. Tampoco lo es haber gastado 1500 euros. Usted sabía que mi declaración era correcta, que cuadraba lo que yo declaraba con lo que declaraban mis pagadores, que mis gastos están ajustados a derecho y justificados documentalmente, que utilicé los mismos criterios que en 2018, 2017, 2016… ateniéndome a la ley. Con esa argucia, usted solo pretende anular mis gastos, como lo está haciendo con miles de autónomos y pequeños profesionales, entre los que me cuento. (No entro ahora en el turbio asunto de las comisiones que perciben ustedes con cada expediente…)
– El propósito de anular gastos es claro: se recauda más. Pretende que yo tribute por mis ingresos brutos. Sin gastos, sube mi base de cotización y pago más. ¿Por qué no intenta usted lo mismo con La Caixa, El Corte Inglés o con Repsol? Primero, porque es ilegal. Y segundo, y lo más importante, porque tienen abogados que de un papirotazo le envían a usted a criar chinchillas en Malasia. Pero es fácil con los autónomos y pequeños profesionales. No protestamos. Y, si lo hacemos, tenemos primero que abonar una liquidación que consideramos injusta, y luego pagar abogados y perder tiempo de trabajo en armar nuestras alegaciones. Perseguir a los débiles es fácil. Y con el dinero de miles y miles de débiles se hace hucha, ¿verdad?
– Tras todo esto hay una estrategia clara: aumentar la recaudación, que está en cifras récord, y Hacienda presume de ello. Pero es paradójico, porque Hacienda consigue estas cifras récord rebañando y empobreciendo a autónomos y profesionales y con las subidas de precios. O sea: cuanto más se empobrece la población, más se recauda. Paradójico y cruel. Yo siempre he defendido que hay que tributar, que hay que perseguir a los insolidarios, a los corruptos, a los estafadores… La Hacienda Pública es fundamental para garantizar equidad y servicios sociales, y necesita dinero. Pero ¿creen ustedes que esta es la vía? Me temo que hay alguien muy equivocado en Hacienda, un organismo que recauda más copiando lo peor del peor capitalismo.
– Esto no es un juego de copiar-pegar y poner a cero en una pantalla de ordenador. Es algo muy serio. Hace no mucho, varios escritores, Forges y Javier Reverte entre ellos, ganaron un pleito a Hacienda después de años de querellas y multas. Entre ustedes y la Seguridad Social amargaron los últimos años de sus vidas, porque ustedes sostenían que al cobrar derechos de autor no tenían derecho a la pensión contributiva por la que habían cotizado. Ganaron sus pleitos, Hacienda tuvo que rectificar y se cambió la ley. ¡Qué casualidad que mi expediente se abriera en 2020, a los pocos meses de este fallo! En mi caso, usted considera que al cobrar derechos de autor pierdo mis derechos como trabajador autónomo y como profesional: no puedo descontarme gastos aunque estén justificados ni aunque parte de mis ingresos no provengan de la percepción de esos derechos de autor.
– Para eliminar mis gastos usted ha liado un canuto argumental infumable. Aparte de entregarles mi contabilidad, le he enviado varios megas de información con argumentos y pruebas, tratando de demostrar que, pese a cobrar derechos de autor (una fórmula utilizada por escritores del mundo entero), no he vendido mi alma al diablo y “organizo por cuenta propia todos mis elementos productivos”, como usted me pedía demostrar. Usted no ha dedicado ni una línea a rebatir mis argumentos ni a ofrecer pruebas en contra. Pero sí he tenido que atender páginas y páginas de farfolla normativa, juicios de valor, suposiciones e incluso descalificaciones. El TEAR tendrá que decidir sobre mi reclamación, pero quizá otros tribunales deban entrar en si ha habido un tratamiento doloso por su parte en este proceso, cosa de la que estoy convencido. Como le advertí, estoy decidido a hacer públicos todos los documentos intercambiados entre usted y yo. Hacienda sigue con su impune estrategia recaudatoria porque los contribuyentes la soportamos en silencio, no la hacemos pública, les tenemos pánico. Al cabo de estos tres años de “hablar” con usted, yo lo he ido perdiendo. Ya veo cómo funcionan y, como escritor, sé leer y puedo defenderme. Muchos, lamentablemente, no tienen tiempo ni ocasión ni dinero para hacerlo.
– Y es que, señor inspector, tengo casi 70 años. He cotizado a la Seguridad Social sin interrupción 42 años y medio, antes de jubilarme hace tres. Percibo una pensión más que modesta y sigo escribiendo. Llevo tributando 46 años a Hacienda, también sin interrupción. He aportado a las arcas públicas algunos años de mi vida buena parte de mi sueldo (algunos, más del 40%, como usted podrá comprobar). Jamás he percibido prestaciones por desempleo ni he recibido ningún tipo de ayuda personal ni profesional por parte de ninguna Administración… Tengo que seguir trabajando y usted me hace perder tiempo y dinero. Si usted me jura que hacen falta esos 6500 euros para que el país funcione bien, para que mis hijos tengan un empleo digno y mis nietos puedan estudiar en una escuela pública, yo se los doy, en serio. Ponemos todo a cero (como a usted le gusta) y mañana le hago una transferencia. Pero no me apetece que me tomen el pelo. A mis casi 70 años, y después de haber tributado casi 50, no me gusta que me roben ni con guante blanco.
– Esta sentencia del TEAR puede ser pírrica (como la mía, las hay a cientos), pero es una victoria moral, mía y de miles de pequeños contribuyentes. El TEAR aún no ha fallado sobre mis alegaciones (cosa que espero haga cuanto antes), sino sobre usted, sobre los métodos de Hacienda. Demuestra que, aparte de que lo que hacen no está bien, que es injusto, además lo hacen mal, que emplean procedimientos torticeros. Usted, señor inspector, forma parte de los llamados “dóberman de Montero” (no me lo invento yo, lo leo en un artículo de prensa). ¿No se les ocurre más que esto y contra pequeños contribuyentes? Porque todos estamos esperando que los dóberman se lancen de verdad contra comisionistas, grandes tenedores de pisos y garajes, quienes fondean lujosos yates en las costas, el entorno del deporte de masas, fondos buitre, multinacionales que tributan fuera, latifundistas, lobistas que pasean por el Congreso, conseguidores… Además, pueden tratar de seguir el flujo de cuentas en el extranjero, bolsas de dinero negro, bitcoins de narcos… La lista es larga, y ustedes la conocen, pero eso es peligroso y requiere más trabajo, lo sabemos. Es mucho más peligroso que hacer un corta-pega desde un escritorio. Puede que ustedes se defiendan diciendo que los inspectores son pocos y están mal armados, como los sheriffs en las películas del oeste, pero eso no justifica que se líen a tiros con los clientes del saloon para cobrar sus recompensas.
– Ante su “doble clic y puesta a cero” me quedan dos opciones. O acabo rápido levantando los brazos y dejo de mal grado que me vacíe el bolsillo, o emprendo de nuevo un tedioso, largo y costoso camino de nuevos recursos antes de recurrir a otros tribunales, además del TEAR. Es un difícil dilema, y un dilema es, por definición, un problema con dos soluciones malas. Por un lado, detesto que me roben; por otro, a mis casi 70 años me da pereza lo que viene, cuando yo aspiraba a la jubilación tranquila que me he ganado trabajando, cotizando y tributando. Mientras organizo lo que seguirá, usted, ustedes, Hacienda, deberían reflexionar sobre todo ello. Porque alguien debería pagar por los daños causados, aparte de que yo acabe con sensación de injusticia entregándoles un dinero que he obtenido con mi trabajo y por el que ya he tributado, solo para iniciar mis recursos. Que, vista la endeblez de sus argumentos y la contumacia en su proceder, ganaré en una u otra instancia, no tenga dudas.
Le deseo que tenga usted el día que se merece.
Fuente: Público